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En dos años, los que transcurren entre 1992 y 1994, el sistema político italiano que se estructuró tras la II Guerra Mundial saltó por los aires. El bipartidismo imperfecto que se repartió el poder durante cincuenta años dejó paso a una investigación sobre cinco mil personas y a unas condenadas que afectaron a mil doscientas de ellas. La Democracia Cristiana de Aldo Moro (asesinado), Giulio Andreotti y Francesco Cossiga se deshizo; y el Partido Socialista de Sandro Pertini, Pietro Nenni y Bettino Craxi desapareció con este último huído a Túnez antes de ser detenido por corrupción. Hasta el Eurocomunismo que puso en marcha Enrico Berlinguer junto al francés George Marcháis y el español Santiago Carrillo tuvo que transformarse y cambiar de nombre.
El presidente del Gobierno y su “Comité de Salud Pública” sigue ofreciendo cabezas a la guillotina sin tener en cuenta que la afilada hoja sirvió para cortarle la cabeza al mismísimo Robespierre. Una vez que se instala en la plaza pública para deleite de los ciudadanos se convierte en un Moloch sediento de sangre. Para no viajar tan lejos y mientras la vieja Europa se inclina con reverencia ante uno de los sucesores de aquella Revolución que se trasladó al llamado Nuevo Mundo, podemos quedarnos en el último tercio del siglo XX cuando los sueños de los pobres de la Tierra eran aplastados por la gerontocracia del que presumía de ser la interpretación realista del marxismo teórico de dos burgueses alemanes.
Ministras y periodistas del PSOE que hace menos de dos meses defendían a capa y espada a Santos Cerdán han tenido que replegarse, como en cualquier batalla política, a una nueva trinchera donde aseguran haber limpiado el partido de indeseables y de estar seguros, ahora, de que no ha habido ni habrá financiación ilegal del PSOE, a diferencia de lo que ocurrió con el PP, cuyos dirigentes también lo negaban hasta que la Justicia condenó al partido.
La pelea a garrotazos entre Sánchez y Feijóo, con el resto de partidos en los rincones del ring, listos para arrojar la toalla si fuera necesario en el caso del presidente del Gobierno, sirven para que la Europa dispuesta a invertir quinientos mil millones de euros en Defensa se divierta con el espectáculo mientras que sus grandes ejecutivos se reparten ese inmenso botín. La sucia pelea entre los principales dirigentes de la política patria está impidiendo que España ponga en valor sus capacidades militares, su situación estratñegica y la capacidad tecnológica de sus empresas. Otra de esas desgracias cíclicas que son muy del agrado de nuestros rivales a la hora de repartir dinero y posiciones de mercado. No aprendemos. Y el problema no se resolverá hasta que no se celebren nuevas elecciones y haya un nuevo Gobierno.
ada fué nuevo en el Hemiciclo del Congreso. Por la mañana de este miércoles, 9 de julio, se iba a hablar de corrupción y todos lo hicieron. El guión las palabras, los adjetivos más duros, todo ya estab dicho y escrito en los medios de comunicación desde hace semanas. Más de lo mismo en boca de los mismos. No existen otros temas, ni otras ambiciones. Cuchillos corvos en cada frase con los que intentar matar al adversario.
Si Pablo Iglesias estuviera al frente de Podemos -a lo mejor lo está- estaría valorando las posibilidades que le da de nuevo la vida de poder reemplazar al PSOE, cosa que no pudo hacer en 2015. La caída de Sánchez ofrece esa segunda ocasión para lograr un vuelco del electorado socialdemócrata e a su favor. De hecho, el actual inquilino de La Moncloa no ha hecho otra cosa que copiar a Podemos para mantenerse en el poder.
El poresidente del Gobierno y el presidente del Partido Popular saben que la gran batalla de las elecciones generales (sea cuando se ala cita con las urnas) será la última que les enfrente. Si Pedro Sánchez logra, lo que hoy parece un imposible, mantenerse al frente del futuro Gobierno, Alberto Núñez Feijóo tendrá que dejar su puesto de lider de la derecha a otra persona. Y si es él que logra al fín llegar a La Moncloa, el actual inquilino tendrá que dar por terminada su vida política. Ni el socialista, ni el popular tendrá unan nuevas oportunidades.
El sábado 5 de julio, ante el Comité Federal del PSOE, el Secretario General, Pedro Sánchez, confirmará que no ha tenido más remedio que amputarse su mano derecha en el partido por dos veces. Primero José Luís Abalos y luego Santos Cerdán, dos de las personas que más le ayudaron a llegar donde está y que ahora están acusados de corrupción, el segundo de ellos en la cárcel sin posibilidad de fianza.
El 29 de enero de 1981 el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, explicó durante diez minutos a los españoles su dimisión irrevocable como la mejor forma de servir a España para evitar que se volviera al pasado. Había ganado dos elecciones generales con comodidad pero las tensiones políticas, los ataques personales desde denrro y desde fuera de su partido, la UCD, y la posibilidad de un golpe de estado por parte de una minoría de militares le llevaron a aquel gesto de honestidad política, que nunca más se ha repetido en la historia de los últimos cincuenta años en nuestro país.
Aprobada la amnistia entre las defensas y ataques de los que la ven como un paso más en la pacificacion de Cataluña, y los que la demonizan como si la hubieran sacado de uno de los circulos infernales de Dante, queda por dar el ultimo paso: el regreso de Carles Puigdemont para que intente volver a la Generalitat como presidente. No es Lope de Aguirre y su aventura no es equinocial, ni tendrá un escribidor como Ramón J. Sender. De la aragonesa Chalamera a la catalana Amer hay un siglo de distancia. Illa le quitó la silla en su ausencia y no está dispuesto a devolverla.
Existe tal deseo de destruir a Pedro Sánchez en su doble condición de presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE que cualquier declaración o amenaza directa contra él se utiliza en el hoy, sin ver que existe el mañana y que dentro de diez años el actual inquilino de La Moncloa ya no estará en ese palacio, se habrá ido o le habrán expulsado las urnas. Estamos en el teatro de las mentiras y los engaños: se firma una cosa y se dice la aparente contraria, que no lo es. El tiempo es el que permite al presidente jugar en el escenario.
Primero juntos y luego por separado, tanto el que fuera Secretario General del PSOE y presidente del Gobierno como el que fuera su segundo para todo, hasta que el Felipe González mató políticamente a Alfonso Guerra para cambiar de forma definitiva al socialismo español, no dudaron en acabar de forma metódica e implacable con cualquier mínima e insignificante disidencia interna. Lo pueden atestigar desde Joan Raventos a Nicolás Redondo y desde Pablo Castellano a Joaquín Leguina, pasando por Rafael Escudero y hasta José Bono, por no hacer más larga la lista. Sus grandes adversarios no fueron ni Manuel Fraga, ni Santiago Carrillo, ni Adolfo Suárez, al que llamaron de forma reiterada “tahúr del Mississippi” en el Hemiciclo del Congreso. Rompieron en pedazos, junto al resto del “Clan de la tortilla” sevillano, al PSOE que intentaba regresar del exilio para hacerse con el poder interno y sentar las bases de catorce años de poder en España.
Conseguiría hoy el PSOE los 7.821.718 votos y los 121 escaños que logró el 23 de julio de 2023?. Lo más probable es que no y que serían menos. ¿Cuántos menos?: si hacemos caso a los datos del CIS no sólo serían menos, serían más, en contra de todas las demás encuestas y sondeos electorales y del desgaste de los escándalos de presunta corrupción que le está afectando al socialismo día tras día.
Utilizar a la OTAN para posicionarse electoralmente es un viejo truco de los líderes del PSOE. LO utilizó Felipe Gonzalez ante el referendum que convocó Leopoldo Calvo Sotelo, con su estudiado y ambivalente: “de entrada, no”, para ganar las elecciones y mantener a nuestro país en la Organización. Pedro Sánchez ha hecho lo mismo: no al 5% del PIB para invertir en Defensa y en detrimento de otras áreas. Es un movimiento obligado ante el deterioro de la situación política en la que vive, una forma de posicionarse a favor de las tesis que defienden la mayoría de sus socios de investidura.
El ex presidente Rajoy aguantó seis años la investigación de la financiación irregular del PP que comenzó en 2013, cuando no hacia ni dos años que había ganado las elecciones, con las primeras informaciones de El Mundo sobre los sobrepagos del tesorero Luis Bárcenas a altos cargos del partido. De ahí, tirando del hilo se demostró en 2018 que el PP llevaba 20 años cobrando ilegalmente de decenas de empresas. Si el caso Ábalos comenzó en 2023, Sánchez no tendría que preocuparse por lo menos hasta 2029, es decir que todavía podría completar la mitad de la siguiente legislatura siempre que lograra mantener los escaños y los apoyos necesarios.
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