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Le hace una estupenda entrevista Javier Menendez en La Razón y el gitano que es cantaor y filósofo José Soto Soto, que colocó el Mercé como bandera para subirse a un escenario, inventa una palabra que describe a la perfección el sentimiento que domina a la España de hoy:”tragirrabia”, esa fusión creativa que se esconde en el flamenco para que se entienda el caminar del desgarro, que arranca en la entrepierna, sube por la garganta y estalla en ese idioma de palabras rotas y gritos que susurran entre palmas y cuerdas de acero y bronce, para que el arañazo se convierta en música, y el duende salga de su invisibilidad.
Hace más calor que otros años, pero se sabía; hay más vegetación seca que otros años, pero se sabía; los bosques están más densos y más sucios, pero se sabía, hay más abandono en los pueblos de la España profunda, menos labores agrícolas, más riesgos de incendios, menos presupuestos para proteger el campo… todo lo peor que podía pasar está pasando, al igual que viene pasando año tras años mientras los dirigentes políticos se enzarzan en sus respectivas acusaciones de corrupción y sus demostraciones de ignorancia. La España que arde es la más, desgraciadamente, demostración de que la clase política no tiene ni la preparación que debiera, ni se preocupa de lo que el país necesita. Es endogámica, individualista, insolidaria y no está dispuesta a cambiar.
Fueron 202 los escaños que consiguió el PSOE de Felipe González el 28 de octubre de 1982. Han pasado 43 años y los socialistas de Pedro Sánchez siguen en el centro de los escándalos, con una estrategia por parte de la derecha política, que dice y hace todo lo que puede siguiendo el llamamiento de José María Aznar; y una derecha judicial que existe y no dice pero hace a través de los distintos sumarios que siguen abiertos. Los que imlican a dirigentes y ex dirigentes del PSOE son de largo recorrido y pasarán años antes de que puedan llegar a juicio y tener una sentencia; los que afectan al PP aparecerán para ser contados de nuevo en las vistas orales en un par de meses. Si los dos grandes partidos se empeñan en mantener las guerra de destrucción los ciudadanos presenciarán el peor de todos los espectáculos políticos de nuestra democracia: el lanzamiento desde los dos lados de la trinchera ideológica de misiles con una palabra en su costado: corrupción.
Se trata de que el nuevo curso político se parezca lo más posible al anterior. Debates sin sentido como los de las titulaciones profesionales mientras siguen recorriendo los pasillos judiciales las mismas acusaciones y los mismos protagonistas. Las cacerías personales y políticas continúan, con el Fiscal General, como el gran trofeo a conseguir. Su cabeza tiene un precio, como lo tiene la de Santos Cerdán y la del resto de acusados.
El presidente de Estados Unidos no ha necesitado abrir ningún balcón para que los nobles de la Corte que acompaña al hombre que se sienta en el gran sillón de la Casa Blanca vieran sus cañones. A Donald Trump le ha bastado con extender su brazo sobre el enorme campo de golf de 36 hoyos de Aberdee, en Escocia, mientras le decía a Ursula Von de Leyen, la flamante presidenta de la Comisión Europea: “estos son mis poderes”. Los aranceles del 15% sobre los productos que Europa venda a Estados Unidos son, en palabras de la débil representante de los intereses europeos: “el mejor acuerdo posible”.
Cambian los titulares y sus protagonistas pero no los formatos que utilizan los partidos españoles y sus dirigentes, la inmensa mayoría convertidos en ágrafos tecnológicos, incapaces de entender y aún menos utilizar las auténticas armas de destrucción masiva. Aparecen los curriculum falsos y se mantienen las corrupciones; aparecen Noelia y Cristobal y se mantienen Begoña y Santos. Los jueces siguen en el centro de las batallas. Y todo es diferente desde hace más de diez años. La mejor referencia está en Estados Unidos y las dos victorias de Donald Trump, bien acompañado en la última de ellas por las mayores fortunas tecnológicas del planeta Tierra. Aquí asistimos a las peleas a garrotazos mientras que tanto en USA como en China se construyen gigantescos almacenes de datos con detallados perfiles de miles de personas, las mismas a las que se lanzarán los drones invisibles del pensamiento inductivo.
En dos años, los que transcurren entre 1992 y 1994, el sistema político italiano que se estructuró tras la II Guerra Mundial saltó por los aires. El bipartidismo imperfecto que se repartió el poder durante cincuenta años dejó paso a una investigación sobre cinco mil personas y a unas condenadas que afectaron a mil doscientas de ellas. La Democracia Cristiana de Aldo Moro (asesinado), Giulio Andreotti y Francesco Cossiga se deshizo; y el Partido Socialista de Sandro Pertini, Pietro Nenni y Bettino Craxi desapareció con este último huído a Túnez antes de ser detenido por corrupción. Hasta el Eurocomunismo que puso en marcha Enrico Berlinguer junto al francés George Marcháis y el español Santiago Carrillo tuvo que transformarse y cambiar de nombre.
El presidente del Gobierno y su “Comité de Salud Pública” sigue ofreciendo cabezas a la guillotina sin tener en cuenta que la afilada hoja sirvió para cortarle la cabeza al mismísimo Robespierre. Una vez que se instala en la plaza pública para deleite de los ciudadanos se convierte en un Moloch sediento de sangre. Para no viajar tan lejos y mientras la vieja Europa se inclina con reverencia ante uno de los sucesores de aquella Revolución que se trasladó al llamado Nuevo Mundo, podemos quedarnos en el último tercio del siglo XX cuando los sueños de los pobres de la Tierra eran aplastados por la gerontocracia del que presumía de ser la interpretación realista del marxismo teórico de dos burgueses alemanes.
Ministras y periodistas del PSOE que hace menos de dos meses defendían a capa y espada a Santos Cerdán han tenido que replegarse, como en cualquier batalla política, a una nueva trinchera donde aseguran haber limpiado el partido de indeseables y de estar seguros, ahora, de que no ha habido ni habrá financiación ilegal del PSOE, a diferencia de lo que ocurrió con el PP, cuyos dirigentes también lo negaban hasta que la Justicia condenó al partido.
La pelea a garrotazos entre Sánchez y Feijóo, con el resto de partidos en los rincones del ring, listos para arrojar la toalla si fuera necesario en el caso del presidente del Gobierno, sirven para que la Europa dispuesta a invertir quinientos mil millones de euros en Defensa se divierta con el espectáculo mientras que sus grandes ejecutivos se reparten ese inmenso botín. La sucia pelea entre los principales dirigentes de la política patria está impidiendo que España ponga en valor sus capacidades militares, su situación estratñegica y la capacidad tecnológica de sus empresas. Otra de esas desgracias cíclicas que son muy del agrado de nuestros rivales a la hora de repartir dinero y posiciones de mercado. No aprendemos. Y el problema no se resolverá hasta que no se celebren nuevas elecciones y haya un nuevo Gobierno.
ada fué nuevo en el Hemiciclo del Congreso. Por la mañana de este miércoles, 9 de julio, se iba a hablar de corrupción y todos lo hicieron. El guión las palabras, los adjetivos más duros, todo ya estab dicho y escrito en los medios de comunicación desde hace semanas. Más de lo mismo en boca de los mismos. No existen otros temas, ni otras ambiciones. Cuchillos corvos en cada frase con los que intentar matar al adversario.
Si Pablo Iglesias estuviera al frente de Podemos -a lo mejor lo está- estaría valorando las posibilidades que le da de nuevo la vida de poder reemplazar al PSOE, cosa que no pudo hacer en 2015. La caída de Sánchez ofrece esa segunda ocasión para lograr un vuelco del electorado socialdemócrata e a su favor. De hecho, el actual inquilino de La Moncloa no ha hecho otra cosa que copiar a Podemos para mantenerse en el poder.
El poresidente del Gobierno y el presidente del Partido Popular saben que la gran batalla de las elecciones generales (sea cuando se ala cita con las urnas) será la última que les enfrente. Si Pedro Sánchez logra, lo que hoy parece un imposible, mantenerse al frente del futuro Gobierno, Alberto Núñez Feijóo tendrá que dejar su puesto de lider de la derecha a otra persona. Y si es él que logra al fín llegar a La Moncloa, el actual inquilino tendrá que dar por terminada su vida política. Ni el socialista, ni el popular tendrá unan nuevas oportunidades.
El sábado 5 de julio, ante el Comité Federal del PSOE, el Secretario General, Pedro Sánchez, confirmará que no ha tenido más remedio que amputarse su mano derecha en el partido por dos veces. Primero José Luís Abalos y luego Santos Cerdán, dos de las personas que más le ayudaron a llegar donde está y que ahora están acusados de corrupción, el segundo de ellos en la cárcel sin posibilidad de fianza.
El 29 de enero de 1981 el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, explicó durante diez minutos a los españoles su dimisión irrevocable como la mejor forma de servir a España para evitar que se volviera al pasado. Había ganado dos elecciones generales con comodidad pero las tensiones políticas, los ataques personales desde denrro y desde fuera de su partido, la UCD, y la posibilidad de un golpe de estado por parte de una minoría de militares le llevaron a aquel gesto de honestidad política, que nunca más se ha repetido en la historia de los últimos cincuenta años en nuestro país.
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