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La molestia en el zapato de Núñez Feijóo es evidente. El presidente de la Generalitat es un estorbo para la estrategia del jefe de la oposición. Carlos Mazón lleva cien días equivocándose y no rectifica. No estuvo dónde se le necesitaba, no reaccionó a tiempo, contó mentiras y las sigue manteniendo, escogió a un teniente general con una carrera militar impecable para que le sirviera de escudo ante su evidente ineficacia en la urgente reactivación de las medidas de ayuda a los miles de damnificados, eleva los sueldos de todo el Gobierno y se marcha de excursión al campo mientras quiere seguir aprobando planes urbanísticos en zonas inundables. Todo un record de ineptitud mientras decenas de miles de valencianos se manifiestan exigiendo su dimisión. Y no van a parar, han perdido todo y tan sólo les quedan sus voces.
Al presidente del Gobierno no le queda más remedio que mantenerse en pié, culpar de todos los males que padece a la malvada derecha que encabeza Alberto Núñez Feijóo, echarse políticamente más a la izquierda para mantener los apoyos que necesita, lanzar el señuelo de una empresa pública de vivienda dispuesta a edificar todas las que hagan falta, y afirmar que piensa mantener como candidato del PSOE para las futuras elecciones generales de 2027. Ese horizonte es su meta, y no debería ser la de la oposición.
Con comodidad el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE va ganar con comodidad el 41 Congreso Federal de su partido. Ninguna de las 17 Federaciones se va a oponer a la renovación de su cargo, al igual que tampoco se van a oponer a que Pedro Sánchez reorganice los órganos de dirección con los más fieles entre los fieles. Y dentro de dos o tres meses veremos cómo ese mismo criterio se impondrá en los Congresos autonómicos. El PSOE es un partido forjado en un proceso de dos caras: asume con dificultades y alguna que otra trampa el proceso democrático de elección de los compromisarios para sus Congresos, sobre todo cuando no goza del poder del Gobierno; y cambia de forma radical cuando la secretaria general coincide con la presidencia de los gobiernos. En ese momento se impone la dictadura del Jefe. Este es uno de esos momentos: Sánchez es el jefe y su autoridad no se discute en público, ni se busca su derrota en un Congreso, algo que llevaría a la convocatoria de nuevas elecciones generales.
El secretario general de los socialistas madrileños sabía desde hace meses que tanto desde el fortín de La Moncloa, con Felix Bolaños y Oscar Lopez como ejecutores, como desde la torre de la sede central del PSOE, con Santos Cerdan como máximo estratega de la operación, habían decidido quitarle de su cargo. En octubre decidió que, una vez muerto nadie acudiría a su entierro, y lo mejor que podía hacer era salir al campo de batalla, con las espaldas jurídicas bien cubiertas
Si Joe Biden, en su larga despedida del poder mundial que se ejerce desde La Casa Blanca, ha aprobado que el presidente ucraniana, Volodomir Zelensky pueda lanzar misiles de largo alcance y el uso de minas personales para sembrar el suelo de su país, en España un sólo hombre, al que se le concedió un “visado de libre tránsito” por las estructuras del Estado, haya sembrado de minas el 41 Congreso Federal del PSOE. Victor de Aldama, a una semana del inicio del gran cónclave, con su testimonio en la Audiencia Nacional, ha abierto el portón del miedo en el partido. Este viernes y sábado, Pero Sánchez está obligado a conseguir una mayoría clara y contundente entre sus compañeros en apoyo a su gestión. Y éstos, con todas las dudas que tengan en su cabeza, a proporcionársela.
Los 350 españoles que están sentados en el hemiciclo del Congreso tienen la obligación de explicar a todos los ciudadanos la tragedia de Valencia, con sus doscientos treinta muertos, sus altos niveles de destrucción y la herencia que el barranco de el Poyo ya ha dejado para varias generaciones de valencianos. No basta con la elección del teniente general Gan Pampols para la reconstrucción, que llevará años, ni con las declaraciones de los partidos atacándose y cargando las culpas en sus rivales, ni las comisiones parlamentarias que se organizan en el Congreso, en el Senado o en las Cortes valencianas. Tampoco bastará con los necesario y obligados sumarios judiciales que depuren las responsabilidades judiciales y económicas. Son los políticos los que deben demostrar que están a la altura de la responsabilidad que se les otorgó en las urnas.
Sin Victor Aldama todo el entramado de gestiones, favores, comisiones y movimientos de dineros que aparecen en los sumarios que se llevan en la Audiencia Nacional y en el Juzgado de Instrucción 41 se encontrarían en un callejón sin salida. Es Victor Aldama el eje de casi todo y se dispone a pactar su salida de la cárcel con el Ministerio Fiscal a cambio, es de suponer, de contar todo lo que sabe y parte de lo que se imagina. El intermediario y conseguidor aparece por todos los sitios, presionando, pactando y, por supuesto, cobrando.
En una semana, con la tragedía de Valencia y la victoria de Donald Trump, los equilibrios dentro de la Unión han cambiado. La alemana Ursula Von der Leyen creía que sus propuestas para formar la nueva Comisión serían aceptadas y podría poner en marcha las medidas que Europa necesita para no convertirse en tan sólo un mercado interior, sin proyecto político común y menos sin los acuerdos necesarios para sobrevivir en el nuevo escenario que el cambio de gobierno en Estados Unidos va a producir.
Todo lo previsto para este viernes en la Comunidad valencina, con la explicaciones del presidente Mazón ante las Cortes, se ha cumplido. No ha dimitido, ni piensa hacerlo. Anuncia los ceses necesarios para intentar callar los ánimos de los ciudadanos, y cambia la estructura interna de su gobierno, creando una vicepresidencia y una consejería para hacer frente al cambio climático y las consecuencias que tendrá en futuras inclemencias. El siguiente paso, que ya ha iniciado con el apoyo total de Núñez Feijóo y el PP, es mantener el ataque a Teresa Ribera como máxima responsable de las Confederaciones Hidrológicas, incluída, por supuesto, la del Jucar.
Primero hoy, martes doce de noviembre. Once horas de vuelo, cinco mil setecientos kilómetros de distancia y ocho países por medio es lo que el presidente Sánchez va a poner entre sus problemas en España y el futuro climático del mundo. Estará en la cumbre de la COP29 que se celebra en la capital de Azerbaijan y que está tan condenada al fracaso como las anteriores.
Los describió en 1940 el irlandes Samuel Beckett cuando tenía 36 años y escribía en francés. Los dos vagabundos esperan cada día y durante dos horas la llegada de un invisible redentor que, también cada día, les envía el mismo mensaje: “ hoy no iré, mañana sí”. Los Vladimir y Estragón de Beckett son nuestros Sánchez y Feijóo de hoy. El rostro del moderno Godot es el de Donald Trump, convertido en el más esperado y tenido de los presidentes norteamericanos de los últimos años. Tanto el presidente del Gobierno como el líder de la oposición esperaban una victoria de Kamala Harris y confiaban en los milagros. Presos de la misma ansiedad con la que Santiago Abascal esperaba la victoria del ya ganador de las elecciones norteamericanas, convertido para sus rivales en el cruel Pozzo de ese teatro del absurdo que representan cada día nuestros líderes políticos.
El presidente de la Generalitat tendría que haber dimitido desde hace días. Carlos Mazón se resiste a hacerlo y deja su continuidad, no en manos de los ciudadanos, que ya están comprobando que la tragedia se va a alargar en el tiempo y que sus vidas han cambiado para siempre, sino en la decisión del presidente de su partido. Alberto Núñez Feijóo ha pedido que sea Pedro Sánchez y su Gobierno quien coja la gestión de la crisis y aparte a su compañero de la misma. Se equivoca, para exigir a Sánchez responsablidades, como lo está haciendo ya su portavoz parlamentario, Miguel Tellado, debe primero alejar al PP de las responsablidades que resultan evidente en la dolosa gestión que se hizo ante el destructivo poder de la DANA.
Más de doscientos muertos causados por unas lluvias torrenciales tremendas y unas estructuras urbanísticas mal diseñadas exigen que los ciudadanos reciban todas las ayudas necesarias, pero también que se reconozcan los graves errores cometidos por los poderes públicos y las exigibles dimisiones de los responsables, sean los que sean. No basta con los lamentos, no bastan con las ayudas, basta mucho menos con culpar a la naturaleza y al cambio climático. Tampoco basta con que, ahora, se pida la revisión de los protocolos de emergencia y la necesidad de una mayor coordinación entre los poderes autonómicos y los del estado.
Es más que posible que la tragedia causada por la DANA que ha asolado sobre todo Valencia alcance los doscientos muertos, la destrucción de miles de casas, la destrucción de infraestructuras vitales y, sobre todo la destrucción de su futuro para miles de familias. Lo que no ha destruido, ni parece que lo vaya a hacer en este mismo futuro, es la perversa capacidad que tiene los políticos para atacarse y descargar las culpas, que las hay, muy graves y muy históricas, en el rival de enfrente. Atacarse y llenar de barro sus palabras, sin que ese mismo barro se vea en sus manos.
La distorsionada pasión por el sexo de Iñigo Errejón ha activado el “salvase quien pueda” dentro del magma político de Sumar. No es fácil dirigir, administrar y coordinar un grupo con 8 siglas en su interior, todas diversas y unidas por un débil hilo de izquierdismo frente a la malvada derecha.
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