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Hace 47 años los llamados “padres de la Constitución” redactaron nuestra Carta Magna con un ojo mirando a los cuarteles y otro a la II República. Todos los partidos que habían conseguido representación parlamentaria en las elecciones de 1977 se pusieron de acuerdo para sentar las bases de un texto que debía unir a los españoles en una meta común y evitar más golpes de estado y más dictaduras, ya fuese blandas, como la de los generales Primo de Rivera y Berenguer, o duras como la de Francisco Franco. Partieron de un principio básico e intocable, sore el que se construyó el resto: España sería una Monarquía parlamentaria o no sería, con el Rey como jefe de las Fuerzas Armadas, un “pequeño detalle” que parece que más de un político de hoy ha olvidado.
Con veinte años, el Carles Puigdemont que consiguió convertirse en presidente de la Generalitat el 11 de enero de 2016 militaba en el partido que tenía como jefe a Jordi Pujol, y trabajaba como periodista en el diario “El Punt”. Quería lo mismo que desea ahora y defendía la independencia de Cataluña de la misma forma que lo hizo años más tarde su antecesor al frente del gobierno catalán, Artur Más, con los cuatro puntos que le darían a Cataluña la condición de Estado y fuera de la estructura territorial de España. El no ha cambiado, lo han hecho los otros, los socialistas que encabezan Pedro Sánchez y Salvador Illa, y los populares que tienen a Alberto Núñez Feijóo y a Alejandro Fernández como referencia de la “españolidad” que defendieron de forma tan equivocada Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, la vicepresidente que puso despacho en Barcelona para intentar la misión imposible de convencer al independentismo de renunciar a sus exigencias.
Con seguridad, la gran mayoría de los manifestantes, que pedían hasta la cárcel para el presidente del Gobierno y la convocatoria de elecciones generales, a un tiro de piedra de la sede del PSOE y en la meseta del Paseo del Pintor Rosales desde la que se domina ese viejo aprendiz de rio que es el Manzanares, no sabían dónde está la pequeña ciudad de Debod, en Egipto y mucho menos quienes eran los dioses a los que estaba dedicado: Isis, que representaba la magia, y Amón, que logró convertirse en el rey de los dioses. Cualquier comparación que se pretenda hacer con Isabel Díaz Ayuso y Alberto Núñez Feijóo, sería una mera coincidencia, pese a reconocer que la presidenta de la Comunidad de Madrid posee una considerable dosis de magia política y que el presidente del PP aspira a sentarse en el trono de La Moncloa.
En plena batalla por la condena al fiscal general, Alvaro García Ortíz, otro peón de Sánchez ofrecido mal PP para activar los apoyos a su gente, los políticos afilan sus armas y se lanzan a una pelea en la que los perdedores son todos los ciudadanos, incluidos los que votan al PP y al PSOE, porque mientras discuten de sus cosas no hablan del continuo aumento de los precios que va camino de una nueva superinflación, como la que sufrió España en 2022 cuando rozó, oficialmente, el 11%, cuando en realidad el coste de muchos productos básicos creció más del 50%.
Queda menos de un mes para la primera cita electoral que será en Extremadura, el 21 de diciembre, la antesala de una Navidad que se presenta movidita con todos los casos pendientes en el ámbito judicial y la resaca de la condena del fiscal general Alvaro García Ortiz. Allí se podrá comprobar si es verdad, como afirman los sanchistas, si los varapalos judiciales más que hundir al PSOE lo afianzan o si por el contrario, el proceso contra su hermano David va a hundir a los socialistas en un territorio donde siempre han ganado hasta las elecciones autonómicas de 2023.
La obligada dimisión del Fiscal General, García Ortíz, tras su condena por la Sala Segunda del Supremo, le está sirviendo al PSOE para recuperar una parte del pulso político que lleva perdiendo desde los casos judiciales por corrupción del “equipo” que formaron José Luís Abalos, Koldo Garcia y sobre todo Santos Cerdán. Los militantes y votantes del Partido Socialista encuentran en la decisión del tribunal que ha juzgado a García Ortiz una base de crítica y de resistencia frente a lo que consideran operación de la derecha pol´ñitica o para obligar a Pedro Sánchez a dimitir o convocar elecciones generales. Dicen desde el Gobierno y desde la dirección de Ferraz que la “victoria” de Isabel Díaz Ayuso terminará volviendo se en contra de los intereses de Núñesz Feijóo cuando se vaya a las urnas.
Pedro Sánchez se resiste a marcharse a pesar de todo, ya lo demostró tras las elecciones de 2019 y las de 2023 cuando tuvo que hacer lo posible y lo imposible para lograr reunir los votos necesarios para seguir en La Moncloa: dormir con su enemigo, Pablo iglesias, y negociar con el exilado en Waterloo, Carles Puigdemont. Los analistas no saben a qué atenerse cuando analizan su resistencia a irse, unos opinan que es solo su voluntad personal la que le hace seguir y otros, en cambio, creen que es el miedo a quedarse solo ante los problemas judiciales.
Entre las víctimas propiciatorias que provoca la batalla política entre el PP y el PSOE, hoy le ha tocado al fiscal general Alvaro García Ortiz, un peón de Pedro Sánchez, como hace unos días cayó el peón de Feijóo, Carlos Mazón. Son fichas que van cayendo en aras de sus respectivos líderes, máxime cuando la guerra se prolonga más allá de la primera legislatura. Por algo alguien debió pensar que con ocho años de mandato ya estaba bien. Ningún presidente de gobierno español ha sorteado los escándalos o la corrupción a partir de su segunda victoria electoral.
Al comienzo de la transición del franquismo y la formación de las Comunidades Autónomas hubo un despertar nacionalista que no solo afectó a las regiones históricas (Galicia, Euskadi y Cataluña) sino que llegó a todos los rincones de España: el nacionalismo canario tuvo su auge con su líder Antonio Cubillo, que incluso logró el apoyo argelino, los andaluces resucitaron a Blas Infante para formar el Partido Andalucista con Alejandro Rojas Marcos y hasta Segovia intentó convertirse en una autonomía independiente como La Rioja, Navarra, Asturias o Murcia.
Si algo diferencia a los independentistas vascos de los catalanes es que a los de Vitoria les importa más arrancar “mercedes” del Reino de España que andar reclamando su separación de España. Es verdad que lo intentaron con Ibarretxe en 2008 pero sin armar tanto jaleo como Puigdemont y tras ello nombraron a otro lehendakari menos radical volvieron a lo suyo.
Los tres mosqueteros que creó Alejandro Dumas para que defendieron al Rey y a la veleidosa Reina de Francia contra el malvado Richelieu se han quedado encerrados en el universo de las obras literarias, en el cine y hasta en las versiones perrunas de las series de dibujos animados de la televisión. Los tres eran espadachines consumados y dispuestos a batirse en duelo con las guardia pretoriana del cardenal, el intrigante y poderoso primer ministro. Athos, Porthos y Aramis ya existían antes de que llegara D´Artagnan, pero es gracias al joven gascón cuando alcanzan la gloria. Todo ese universo de ficción novelesca se escribió por capítulos en el diario “Le Siecle” entre marzo y julio de 1844. Salvaron a la Corona y taparon las infidelidades de Ana de Austria. Héroes para el poder y para el pueblo.
Gabriel Rufián hace tiempo que lleva ofreciéndose para dirigir a la nueva izquierda española y presentar un bloque unido en las próximas elecciones generales que, según todos los indicios que reciben los políticos, podrían celebrarse el próximo verano. Fracasado Pablo iglesias y quemado Pedro Sánchez, el portavoz de ERC parece querer dar ese paso adelante que le obligaría, seguramente, a abandonar Esquerra Republicana.
A las ocho y media de la tarde del 23 de febrero de 1981 dos hombres hablan por teléfono. Uno, el Rey, está en el palacio de La Zarzuela; otro, el presidente de la Generalitat, está en Barcelona. Una frase queda grabada para la Historia de este país: “tranquilo Jordi, tranquilo”. Juan Carlos I intenta que el político que apenas lleva un año al frente del Gobierno catalán deje a un lado el miedo ante el intento de golpe de estado que está protagonizado el teniente coronel Tejero con su asalto al Congreso de los Diputados. Tardaría cinco horas más en tranqulizarse España.
Pedro se ha pasado al TikTok en un intento de arrancar de las garras de Vox a los jóvenes de la generación Z (nacidos entre 1997 y 2012), que tienen edades entre los 28 y los 13 años, y cuyo voto puede ser decisivo en las elecciones de 2027. No lo va a tener fácil, primero porque es difícil para un cincuentón habituarse a estas nuevas modalidades juveniles y segundo porque los jóvenes, con TikTok o sin él, lo que quieren es trabajo, buenos salarios y una vivienda barata.
El próximo día 22 de noviembre se cumplirán los 50 años del regreso de la Monarquía a España, pero no de la Democracia. Para que eso sucediera tuvimos que esperar otros 19 meses, hasta que el 15 de junio de 1977 se celebraran las prmeras elecciones con presencia de todos los partidos, incluído el Partido Comunista que encabezaban Dolores Ibarruri, como presidenta, y Santiago Carrillo como Secretario General. Ese tiempo es el que empleó Juan Carlos I para comenzar a construir el futuro de una Monarquía parlamentaria y constitucional y de una Democracia liberal basada en un texto que votaron la mayoría de los españoles.
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