|
El once de marzo de 2020 el Gobierno de Pedro Sánchez decretaba el confinamiento en sus domicilios de 45 millones de españoles como el único medio eficaz para contener la pandemia que se extendió por el mundo desde enero de ese mismo año. Cien días más tarde se levantó la prohibición y ciento ochenta días más tarde comenzaron las vacunaciones con la técnica de ARN mensajero que habían desarrollado los investigadores Kariko y Weissman, a los que se les daría el premio Nobel tres años más tarde.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, enviará una carta al Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, para trasladar el caso personal de varias víctimas de la inquiocupación en la región para apoyar la petición que ha hecho el PP para que el caso de la ocupación de pisos se trate en el Congreso con la oposición de los partidos de la izquierda que creen que la derecha exagera la trascendencia social de la ley que impide los desahucios de inquilinos vulnerables a costa de sus propietarios.
El ministro José Manuel Albares es un hombre cortito y esa escasez de centímetros le trae a mal traer porque no puede evitar compararse con la gente que le saca dos cabezas. En pocos días ha cesado a los embajadores de España en Croacia y en Bélgica (Juan González Barba y Alberto Antón Cortés) por publicar, el primero, un artículo en defensa del Rey Felipe, Jefe del Estado, y el segundo por haber dado una cabezada mientras el ministro recitaba una soporífera conferencia en una reunión de embajadores.
Donald Trump ha indultado a 1.500 delincuentes que asaltaron el Capitolio, y Joe Biden lo ha hecho preventivamente con cinco de sus familiares por si un día les pillan traficando con droga. En cambio aquí en España, Pedro Sánchez, está pasando las de Cain porque los jueces se han empeñado en investigar a su compañera y a su hermano por presuntos delitos. Por ahora no ha encontrado la fórmula jurídico política para que salgan de este entuerto limpios de polvo y paja (espero que mis lectores entiendan la metáfora y no interpreten esta frase al pie de la letra)
Pedro Sánchez lleva camino de obtener la condición del político más despreciado por los ciudadanos residentes en España. Prácticamente no puede salir a la calle sin que le abucheen de forma reiterada y manifiesten su desprecio llamándole mentiroso o insultándole con otras expresiones ofensivas. Este fenómeno sociológico y político ha ido a más hasta el extremo de que la policía que le escolta evita que camine por la calle más allá de unos pocos metros.
Donald Trump Jr. ha vinculado los recientes incendios forestales en California con la ayuda que el Departamento de Bomberos de Los Ángeles ha enviado a Ucrania. En un comentario en su cuenta de X, Trump Jr. criticó que se donaran recursos a otros países mientras las comunidades locales enfrentan emergencias.
Se habrán reenviado miles de veces en menos de 24 horas y seguirán de protagonistas navideños durante muchos días. Duran 27 segundos los abrazos que se dan diez de ellos y se cierra la evidente broma navideña, realizada con Inteligencia Artificial y mucho ingenio humano, con un beso que sería la portada de todas las revistas, periódicos y web del mundo. El beso del año. Vestidos con esos jerseis que solo se ponen en estas fechas vemos a Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo abrazarse y sonreirse, lo que sería todo un gran acuerdo político para alejarse de los juzgados y dedicarse a discutir del paro, la sanidad, las pensiones, las guerras del exterior, la deuda públic, de todo lo que debería ser verdad, pero es mentira, claro. Vemos a la vicepresidenta Yolanda Díaz estrechar entre sus brazos a Isabel Díaz Ayuso, las dos felices a más no poder, un acuerdo de paz entre dos mujeres que sería todo un canto a la trasversalidad, pero es mentira, claro. Vemos al presidente de Vox, Santiago Abascal, y nuevo mejor amigo del esperado y medio, Donald Trump, mirar a los ojos de Gabriel Rufian y lanzar sus brazos hacia los del portavoz de ERC en el Congreso, la derecha más antinacionalista abrazada a la derecha republicana e independentista catalana, pero claro, es mentira.
El periodismo en España tiene hoy una deuda con la ética y la cultura porque este oficio que fue digno se ha convertido en algunos casos en un instrumento de la lucha por el poder y ha renunciado a pelear por la verdad.
En 48 horas, las que van del 20 al 22 de noviembre de 1975, España pasó de ser una Dictadura a convertirse en una Monarquía. La democracia parlamentaria que conocemos hoy tardó 19 meses más en llegar, primero con unas elecciones generales, luego con un Refréndum para aprobar la nueva Constitución y, finalmente, para otras elecciones ya con la nueva Carta Magna como guía que ha llegado a nuestros días. La democracia no acabó con Francisco Franco, el Generalísimo murió en la cama de un hospital tras un largo proceso de deterioro físico. Tampoco regresaron las libertades en aquel mes de noviembre. Todo sucedió muy rápido, sin que los ciudadanos se dieran cuenta de la velocidad a la que iba el cambio.
Para saber cómo es el Presidente del gobierno hay que empezar por conocer a sus más cercanos colaboradores y muchos coincidirán conmigo en que se han ido convirtiendo en clones obedientes, sin una pizca de sentido crítico y con un cierto temor a terminar como apestados de la política en el momento que el César baje el dedo pulgar.
Hace años, muchos años, decidí no discutir con la gente que tiene un pensamiento único, y desde entonces he evitado conversaciones inútiles.
Un Madrid con aerotaxis, en el que el ocio y la cultura refuercen su capacidad de atracción, sostenible y equilibrada, es la apuesta que han hecho expertos en distintas materias para la capital de 2050 en el evento ‘El territorio y la ciudad del futuro: por ejemplo, Madrid’, de Foro Periodismo 2030 y la Fundación AXA.
Los servicios de propaganda y masaje de la Moncloa han filtrado una nota a la prensa en la que descargan toda responsabilidad de lo que podría haberle ocurrido al Rey y a su señora , la Reina Leticia, por haber ido a Paiporta, localidad valenciana con memoria histórica de revueltas populares contra el poder.
Con el rostro manchado de barro, desencajado, la reina Letizia se convirtió en la periodista Letizia Ortiz, capaz de buscar la realidad social y humana dentro de la tragedia. Como si de una enviada especial a la zona de combate - que así era el pueblo de Paiporta en la mañana del domingo - la periodista dejó a un lado a la reina y se adentró hasta la primera línea de la protesta social, para poder sentir, ver, comprobar los daños que se habían producido en esos miles de hogares, de comercios, de vidas rotas tras el paso de la peor de las DANAS.
Iñigo Errejón, por lo que leo, es un acosador con tintes de triunfador que basa todo su encanto como seductor en el poder que le confiere su acta de diputado, su condición de portavoz de Más Madrid, y su falsa pátina de hombre progresista.
|
|
|