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El actual presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, dejó muy atrás su paso por el Gobierno central como ministro de Sanidad durante la pandemia y, con habilidad, se ha convertido en la mejor apuesta de Pedro Sánchez para mantenerse en el poder con el apoyo de los socios nacionalistas. En ese mundo, el lider de Junts, desde su autoexilio en Bélgica, sigue proponiendo imposibles, por la propia legislación Europea, y que le sirven para no perder su posición de privilegio. Carles Puigdemont, políticamente, es menos de lo que le gustaríaa y más de lo que se merece. Mirar su pasado es descubrir sus fortalezas y sus deblidades.
Adelantar el Congreso Nacional del Partido Popular obedece a la necesidad que tiene Alberto Núñez Feijóo de trasladar a sus dirigentes, militantes y votantes que está al mando, que toma decisiones y que es capaz de integrar en sus dirigentes equipo personal a los dos grandes vencedores con quien cuenta para ir a las urnas. No le basta con que sean los presidentes autonómicos de Madrid y Andalucía, necesita que les vean como los dos líderes que aceptan su jefatura y que aportan dos victorias por mayoría absoluta, en las dos autonomías claves para la derecha, que son Madrid y Andalucía. Sin la plena incorporación de Isabel Díaz Ayuso y de Juanma Moreno, el nuevo proyecto saldrá sin fuerzas y con muchas dudas sobre su capacidad para echar del poder al PSOE de Pedro Sánchez, por más datos que lancen las encuestas privadas y por más miedo que se tenga a la subida de Santiago Abascal y de Vox.
Desde hace tres años, y sin contar los miles de millones que se intervinieron en cuentas y bienes a los oligarcas rusos, en el Euroclear están 260.000 millones de activos soberanos de Rusia, más los intereses que se hayan producido durante ese periodo; en total, la cifra que quiere utilizar la Unión Europa para “reparar” la destrucción de Ucrania ascendería a los 300.000 millones. De eso, al lado de la soberanía de los territorios del Donest, es de lo que hablan Zelensky y sus mejores amigos: Macron, Starmer,Mertz y Tusk. A ninguno les importa que cada día aumenten los muertos, ni que cuando se llegue al acuerdo de paz al que se llegue, Ucrania habrá dejado de ser el país que era antes de 2014, la fecha real de un conflicto que era tan inevitable como lo es el que terminará produciéndose en Oriente Medio dentro de unos años, en un ciclo de destrucción que parece imposible de parar.
Este jueves, 15 de mayo de 2025, dos dirigentes políticos intentarán vender a sus ciudadanos y al mundo que los dos han ganado y que ninguno ha perdido. Lo cual es una de esas grandes mentiras que aparecen en la historia cuando se tiene que explicar el acuerdo de paz que pone fin a una guerra. Vladimir y Volodomir quieren un imposible, que Putin y Zelensky ganen en el mismo combate. Ya hay un ganador y un perdedor, lo había desde hace once años, pero los dirigentes políticos han preferido que murieran cientos de miles de personas y que un país quede en ruínas.
En Santiago de Compostela se instaló el botafumeiro para lograr que en la catedral se oliese a incienso en lugar de a sudor de peregrino. Con la elección del nuevo Papa ha ocurrido lo mismo: toneladas de incienso en el botafumeiro mundial para ocultar que nada ha cambiado. Lo que pase a partir de este viernes, ocho de mayo de 2025, será tan misterioso como las advocaciones al Espíritu Santo para que los cardenales que pueden votar en el Cónclave elijan al que va a dirigir - o al menos intentarlo - las actuaciones de la Iglesia católica durante los próximos años.
Ni quieren cambiar, ni les dejan cambiar, ni sabrían hacer otra cosa. El presidente del Gobierno y el presidente del Partido Popular están empeñados en alejarse de las preocupaciones reales de los españoles cada vez que se suben a la tribuna del Congreso. Cualquier motivo es bueno para que Núñez Feijóo se harte a pedir dimisiones ministeriales, le da igual que sea por el apagón universal, por el evidente sabotaje a los trenes o lo que llama “entreguismo” del Gobierno a los bárbaros indpendentistas y a los más bárbaros representantes de la otra izquierda. La derecha con sentido del estado ni está, ni se la espera. A fuerza de tener miedo a su derecha, la dirección del PP ha adelantado a Santiago Abascal y a Vox llendo tan lejos por ese extremo del arco político, que se está volviendo irreconocible.
La OPA hostil del BBVA sobre el Sabadell, tras un año de recorrido lleno de declaraciones y campañas publicitarias, va a fracasar por decisión política de dos partidos que defienden sus territorios autonómicos. El presidente del PNV, Aitor Esteban, no quiere que “su banco” pierde áun más la identidad que le arrebató el gobierno de José María Aznar, tras colocar en la presidencia de la entidad bancaria a Francisco González. Las heridas que causó el financiero gallego en la estructura accionarial y en la dirección del banco no se le ha perdonado; al igual que no le perdonan a Carlos Torres y a su consejero delegado, el turco Onur Genç, sus intentos de crecer para superar a sus otros dos grandes competidores, el Santander de Ana Botín y el Caixabank de Tomás Muniesa y Gonzalo Gortazar.
Una obra de teatro rescatada del pasado y una novela que siempre será futuro tienen de protagonista a un mismo nombre, Pedro, y a un mismo creador, Luís Martín Santos. Los dos Pedros quieren romper los límites de sus vidas y terminan aceptando su fracaso, al igual que lo hacen todos los que les acompañan. Puede que el presidente del Gobierno, el tercer Pedro, haya leído “Tiempo de silencio”, publicada diez años antes de que naciera. Está a tiempo de hacerlo o de recordarla en uno de eso largos viajes alrededor del mundo. Lo que debería hacer, sin falta, es acercarse al Teatro Español y disfrutar de la obra que ha rescatado Fernando Domenech del olvido en el que estaba: “Viaje hasta el límite”. Dentro de los tres Pedros está la España de hoy.
Un muy enfadado presidente del Gobierno, una escurridiza presidenta de Redeia y un burocrático director de Operaciones de Red Eléctrica Española ya han dado el primer paso para conovocar a esta isla negra, en la que se convirtió España durante muchas horas, a los “diez negritos” que podrían ser los responsables del gran apagón que dejó a este país sin energía. La obra que escribió Agatha Christie hace 85 años, para descubrir al autor de un crimen, trasladada a la España de 2025 para descubrir lo mismo.
El Papa Francisco ya es historia, para la Iglesia católica, para los fieles de todo el mundo, y para las relaciones políticas de las grandes potencias y sus dirigentes. Habrá cambios como es lógico, lo que tendremos que comprobar es si el nuevo Pontífice mantiene la actitud del jesuíta y argentino, Jorge Bergoglio ante las guerras de Ucrania y Palestina, ante la carrera armamentística en la que se está embarcado Europa, ante el creciente poder económico, político y militar de China. Para los católicos y para los que no lo son, ha muerto un lider mundial y, al igual que ha pasado con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, el equilibrio global se va a modificar. Rusia y China esperan al nuevo interlocutor global.
La convulsión mundial se va a prolongar durante meses. Si alguien piensa lo contrario debe ir con urgencia al oftalmólogo. Donald Trump ha hecho volar por los aires el andamiaje político, económico y militar del mundo. Y sus consecuencias, en España, son difíciles de analizar y menos aún de evaluar en las siempre socorridas encuestas. ¿Qué piensan loos españoles del presidente norteamericano‘, ¿qué opinan de las respuestas que están dando los dirigentes políticos?, ¿a cuál de ellos hace más daño la política arancelaria?. El CIS y el resto de empresas consultoras tienen un trabajo que hacer.
Es el arte el que se adelanta a la historia o la historia la que insiste mil veces en dar la razón a los artistas. Unas veces lo hace por escrito, otras a través de la pintura. La pelea a garrotazos entre Estados Unidos y China por los mútuos aranceles comerciales, en versión de siglo XIX y pintada sobre las desnudas paredes de su casa a las afueras de Madrid la plasmó el aragonés Francisco de Goya hace doscientos años. Se puede ver en el Museo del Prado y comprobar como la violencia no es monopolio de una generación y, ni siquiera, de unos países.
La historia pone condiciones y obliga a estudiar lo ocurrido enre 1955 y 1975 en esa parte de Asia a la que ha viajado el presidente español, Pedro Sánchez, con la intención de lograr un imposible: que China y Vietnam se conviertan en aliados indispensables de Europa para combatir comercialmente a Estados Unidos.
Necesitan intentarlo por pura supervivencia. Si acuden por separado y cada uno con sus propias listas el resultado será catastrófico. No se fian de las intenciones del otro y si no se miraran al hombligo, ni defendieran sus posiciones personales, dejarían que fuesen otros los que lo intentaran. Un imposible. Tanto Irene Montero, como Antonio Maillo y sobre todo Yolanda Díaz desean tener o mantener una parte del poder. Por mínima que sea. Sin su colaboración, sin su ayuda para lograr una mayoría en el Congreso, la izquierda en general perderá en las urnas y perderá en el Congreso. Será el PP de Feijóo, en solitario o con ayuda del Vox de Abascal el que gobierne. Pura y dura matemática electoral.
Entre buscar la paz y mantener la guerra en Ucrania la Europa que lidera el presidente francés, ayudado por el fugado Reino Unido, opta por lo segundo. El resultado sólo puede ser uno: terminar por destruir el territorio que se dice querer defender. El grave problema para los ciudadanos de los 28 países ( contando con el que se marchó tras el Brexit) es que sus dirigentes lo saben pero prefieren mirar para otro lado: para la Rusia de Putin, para la América de Trump y hasta para la China de Jian Ping. ¿Por qué lo hacen entonces?, es la pregunta. Y la contestación: por hacerse el avestruz y creer que el tiempo arreglará lo que ellos no se atreven a hacer: decir la verdad a los que los han elegido.
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