La pelea a garrotazos entre Sánchez y Feijóo, con el resto de partidos en los rincones del ring, listos para arrojar la toalla si fuera necesario en el caso del presidente del Gobierno, sirven para que la Europa dispuesta a invertir quinientos mil millones de euros en Defensa se divierta con el espectáculo mientras que sus grandes ejecutivos se reparten ese inmenso botín. La sucia pelea entre los principales dirigentes de la política patria está impidiendo que España ponga en valor sus capacidades militares, su situación estratñegica y la capacidad tecnológica de sus empresas. Otra de esas desgracias cíclicas que son muy del agrado de nuestros rivales a la hora de repartir dinero y posiciones de mercado. No aprendemos. Y el problema no se resolverá hasta que no se celebren nuevas elecciones y haya un nuevo Gobierno.
ada fué nuevo en el Hemiciclo del Congreso. Por la mañana de este miércoles, 9 de julio, se iba a hablar de corrupción y todos lo hicieron. El guión las palabras, los adjetivos más duros, todo ya estab dicho y escrito en los medios de comunicación desde hace semanas. Más de lo mismo en boca de los mismos. No existen otros temas, ni otras ambiciones. Cuchillos corvos en cada frase con los que intentar matar al adversario.
El poresidente del Gobierno y el presidente del Partido Popular saben que la gran batalla de las elecciones generales (sea cuando se ala cita con las urnas) será la última que les enfrente. Si Pedro Sánchez logra, lo que hoy parece un imposible, mantenerse al frente del futuro Gobierno, Alberto Núñez Feijóo tendrá que dejar su puesto de lider de la derecha a otra persona. Y si es él que logra al fín llegar a La Moncloa, el actual inquilino tendrá que dar por terminada su vida política. Ni el socialista, ni el popular tendrá unan nuevas oportunidades.
El Rey Juan Carlos quiere reconciliarse con los españoles con una larga confesión en forma de libro de memorias escrito por una mujer que encierra en su árbol familiar todas y cada unas de las contradicciones del último siglo. El hombre Juan Carlos no podrá nunca desprenderse del traje de Rey y menos de un traje dinástico que une a todas las monarquías europeas; ni Laurence Debray de las alargadas sombras de su padre revolucionario, guerrillero, socialista y filósofo arrepentido; y de un suegro que se empeñó en reinventar la esencia de la burguesía liberal europea. Si de verdad Juan Carlos I sueña en francés nadie mejor para interpretar sus pesadillas que esa quintaesencia de la élite francesa que es Laurence.
El sábado 5 de julio, ante el Comité Federal del PSOE, el Secretario General, Pedro Sánchez, confirmará que no ha tenido más remedio que amputarse su mano derecha en el partido por dos veces. Primero José Luís Abalos y luego Santos Cerdán, dos de las personas que más le ayudaron a llegar donde está y que ahora están acusados de corrupción, el segundo de ellos en la cárcel sin posibilidad de fianza.
El 29 de enero de 1981 el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, explicó durante diez minutos a los españoles su dimisión irrevocable como la mejor forma de servir a España para evitar que se volviera al pasado. Había ganado dos elecciones generales con comodidad pero las tensiones políticas, los ataques personales desde denrro y desde fuera de su partido, la UCD, y la posibilidad de un golpe de estado por parte de una minoría de militares le llevaron a aquel gesto de honestidad política, que nunca más se ha repetido en la historia de los últimos cincuenta años en nuestro país.
Aprobada la amnistia entre las defensas y ataques de los que la ven como un paso más en la pacificacion de Cataluña, y los que la demonizan como si la hubieran sacado de uno de los circulos infernales de Dante, queda por dar el ultimo paso: el regreso de Carles Puigdemont para que intente volver a la Generalitat como presidente. No es Lope de Aguirre y su aventura no es equinocial, ni tendrá un escribidor como Ramón J. Sender. De la aragonesa Chalamera a la catalana Amer hay un siglo de distancia. Illa le quitó la silla en su ausencia y no está dispuesto a devolverla.
Era inevitable la entrada de Estados Unidos en la guerra que inició Israel contra Irán. No es la primera vez que el fuerte hace ver al débil que si no se rinde sin condiciones le golpeará cada vez con más fuerte. Ha pasado con enorme frecuencia en Oriente Medio, desde Irak a Siria y desde Libano a Egipto. Pasó en Europa en la guerra de los Balcanes con la OTAN bombardeando Serbia. Y pasó con el escenario asiático de la II Guerra Mundial con las dos bombas atómicas lanzados por Estados Unidos sobre Hiroshima y Nagasaki cuando ya había ganado la guerra contra Japón. Tras la victoria tenía que demostrar que poseía el arma de destrucción más potente y terrible de la historia. Comenzó una carrera nuclear que no ha parado hasta hoy.
Existe tal deseo de destruir a Pedro Sánchez en su doble condición de presidente del Gobierno y Secretario General del PSOE que cualquier declaración o amenaza directa contra él se utiliza en el hoy, sin ver que existe el mañana y que dentro de diez años el actual inquilino de La Moncloa ya no estará en ese palacio, se habrá ido o le habrán expulsado las urnas. Estamos en el teatro de las mentiras y los engaños: se firma una cosa y se dice la aparente contraria, que no lo es. El tiempo es el que permite al presidente jugar en el escenario.
Tiempo de guerras sucias en la política, de resoluciones judiciales e investigaciones de las fuerzas de seguridad y de alianzas y cambios en las grandes empresas que marcan la posición de España en dos sectores tan estratégicos como son la Defensa y las Telecomunicaciones, con Indra y Telefónica en el centro de la tela de araña que explica una buena parte de la posición de Pedro Sánchez dentro de le OTAN y la necesidad de invertir el 5% del PIB, sin que se pueda dejar a un lado otra de las grandes bazas con que cuenta España de cara a Estados Unidos y las exigencias de Donald Trump, la base de Rota, pieza esencial para que los bombardeos de la aviación norteamericana sobre Iran hayan tenido lugar, al igual que lo tiene para el despliegue naval de sus buques de guerra. La Casa Blanca necesita mantener Rota y Moncloa necesita una buena relación con Estados Unidos. Al margen del color del partido que ocupe la presidencia del Gobierno.
Primero juntos y luego por separado, tanto el que fuera Secretario General del PSOE y presidente del Gobierno como el que fuera su segundo para todo, hasta que el Felipe González mató políticamente a Alfonso Guerra para cambiar de forma definitiva al socialismo español, no dudaron en acabar de forma metódica e implacable con cualquier mínima e insignificante disidencia interna. Lo pueden atestigar desde Joan Raventos a Nicolás Redondo y desde Pablo Castellano a Joaquín Leguina, pasando por Rafael Escudero y hasta José Bono, por no hacer más larga la lista. Sus grandes adversarios no fueron ni Manuel Fraga, ni Santiago Carrillo, ni Adolfo Suárez, al que llamaron de forma reiterada “tahúr del Mississippi” en el Hemiciclo del Congreso. Rompieron en pedazos, junto al resto del “Clan de la tortilla” sevillano, al PSOE que intentaba regresar del exilio para hacerse con el poder interno y sentar las bases de catorce años de poder en España.
Utilizar a la OTAN para posicionarse electoralmente es un viejo truco de los líderes del PSOE. LO utilizó Felipe Gonzalez ante el referendum que convocó Leopoldo Calvo Sotelo, con su estudiado y ambivalente: “de entrada, no”, para ganar las elecciones y mantener a nuestro país en la Organización. Pedro Sánchez ha hecho lo mismo: no al 5% del PIB para invertir en Defensa y en detrimento de otras áreas. Es un movimiento obligado ante el deterioro de la situación política en la que vive, una forma de posicionarse a favor de las tesis que defienden la mayoría de sus socios de investidura.
Tras casi cinco horas de reunión del Comité Ejecutivo del PSOE y otras tres de preparación de su rueda de prensa, el presidente del Gobierno dejó su cargo público a un lado y se presentó ante los periodistas como el líder de un partido en el que la traición de dos de sus principales colaboradores y amigos le habían dejado confuso y muy dolido. Pedro Sánchez no lo dijo de forma textual, pero el resumen de sus explicaciones y las respuestas a las pocas y endebles preguntas que le hicieron, es el siguiente: “no me quiero ir, y los que opinen lo contrario que me derroten”.
El 25 de abril de 2015 Pedro Sánchez celebraba el Día De la Rosa asistiendo a una exhibición de aizcolaris en compañía de Santos Cerdán y con Koldo García como estrella. El baracaldés le enseña al entonces secretario general del PSOE el filo del hacha. Ninguno de los tres podía imaginar que diez años más tarde el filo del hacha de la corrupción comenzaría a romper en pedazos al Gobierno y al partido.
Hace 40 años y tras más de otros 25 de coqueteos España formaba su adhesión a la Europa que nos quitaba la verja política que había puesto al franquismo. Los europeos podían venir de vacaciones y llegaron en masa; podían comerciar con las empresas españolas pero políticamente el régimen de Francisco Franco seguía fuera de las normas democráticas que se impusieron por los vencedores tras la II Guerra Mundial. El 12 de junio de 1985 Felipe González firmaba en el Palacio Real, bajo la mirada del Rey Juan Carlos, el ingreso en el exclusivo club de la Europa de Mitterrand y Olof Palme.
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