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Llevar al Rey a un combate de boxeo es otro disparate más de nuetra clase política, simbolizada por los líderes de los dos únicos partidos que pueden gobernar en España. La Conferencia de Presidentes de este viernes en Barcelona, 48 horas antes de la gran concentración en Madrid que ha convocado el PP, no servirá para nada, no resolverá ningún problema, no ayudará a la gobernabilidad en ninguna Comunidad Autónoma y volverá a colocar a Felipe VI ante la disyuntiva de cumplir con el papel de moderación entre las fuerzas políticas que le adjudica la Constitución.
Bajo la mirada del Rey, este viernes, seis de junio de 2025, comienza un duro y extenuante maratón cuya meta está en las urnas electorales de 2027. Serán 730 días de esfuerzos políticos en los que los dos grandes favoritos para ganar, Alberto Núñez Feijóo y Pedro Sánchez, no dejarán de empujarse en todas y cada una de las zonas por las que va a transcurrir, desde las embarradas cuestas judiciales a las necesarias zonas de avituallamiento que van a tener los participantes.
El presidente de Ucrania presenta la incursion en Rusia y la destrucción de aviones estratégicos a miles de kilómetros como una gran victors, mientras los negociaciones en Estambul intentan firmar una paz casi imposible; y lo mismo ocurre en Palestina. Se instalan mas colonos en Cisjordania y se mantienen los bombardeos en Gaza y se acepta la paz que propone Trump. La muerte es mal comienzo y peor final. La próxima cumbre de la OTAN, que consagrará el aumento de la contribución financiera europea hasta los 500.000 millones de euros chocará con la realidad: ningún pais puede dedicar el 5% del PIB a Defensa sin recortes muy severos en otras áreas. Toda esa intrincada tela de araña la puso en funcionamiento USA hace cien años con la teoría de los anillos.
Sentarse en un palacio construido a la sombra de la Inquisición, y en el que durante más de trescientos años se tejieron y destejieron todo tipo de conspiraciones que incluían el asesinato como arma de escalar hasta el poder y luego mantenerlo, es como sentarse en una butaca de cine para ver una película de Wes Craven, Darío Argento o Guillermo del Toro. El último en descubrirlo ha sido Juan Manuel Moreno Bonilla, el hombre sin atributos, el antihéroe, el político que parece sacado de la novela inacabada de Robert Musil y que habita entre las dos destemplanzas que definen a Sevilla y Andalucía.
No se darán tregua. han decidido que la política en España se base en la destrrucción y no en el diálogo. No se miran como contrincantes en las urnas, se observan como enemigos detrás de sus respectivas trincheras. No se disparan con propuestas económicas y sociales, se lanzan bombas judiciales. No hablan los partidos, hablan los dirigentes, que tampoco tienen una única voz. La Democracia del disenso ha sustituido a la del consenso. Y no hay marcha atrás. Así hasta que se escuché la voz de las urnas. Debería ser otro el camino, pero ese ya no existe. El barro lo ha hecho impracticable.
El presidente del Partido Popular quiere actualizar el programa electoral con el que se presentará en las próximas citas con las urnas, tanto a nivel nacional como autonómico y municipal. Quiere que los votantes que logró su partido en 2023 se mantengan con una renovada confianza y que una parte - pequeña o grande - de los que lo hicieron a Vox, al PSOE o decidieron abstenerse se inclinen por las siglas de esa derecha moderada y liberal que desea encarnar en su persona. Eso dijo al llegar desde Galicia pero no es lo que ha hecho durante los últimos meses.
El expresidente del Gobierno y ex Secretario General del PSOE se ha convertido en el infiltrado de mayor rango que el Partido Popular tiene dentro de las filas socialistas. En El Hormiguero de Pablo Motos reproduce de forma exacta lo que ocurre en ese hormiguero gigante en el que se ha convertido el PSOE. Felipe González no se reconoce como militante y mucho menos como dirigente jubilado del partido al que cambió, de forma radical y con corte de cabezas incluido, en los lejanos años setenta y ochenta del siglo pasado. Su objetivo directo es animar a los actuales líderes del socialismo a que se levanten en armas contra Pedro Sánchez, en su doble condición de presidente del Gobierno y de Secretario General, por representa el mayor mal que puede sufrir España en estos momentos.
Dentro de dos años habrá elección autonómica en la Comunidad de Madrid y el candidato del PSOE, Oscar López, comprobará que sufre de una maldición electoral, que le persigue desde el lejano mayo de 2011, cuando quiso llegar a la presidencia de Castilla y León, y el candidato del PP, Juan Vicente Herrera, le derrotó en las urnas. Era capaz de ganar en el interior del partido pero no frente a los adversarios exteriores. Pelear contra Isabel Díaz Ayuso para los comicios de mayo de 2027 es su último compromiso obligado, tras dejar el palacio de La Moncloa y su puesto de Jefe de Gabinete de Pedro Sánchez.
El actual presidente de la Generalitat de Cataluña, Salvador Illa, dejó muy atrás su paso por el Gobierno central como ministro de Sanidad durante la pandemia y, con habilidad, se ha convertido en la mejor apuesta de Pedro Sánchez para mantenerse en el poder con el apoyo de los socios nacionalistas. En ese mundo, el lider de Junts, desde su autoexilio en Bélgica, sigue proponiendo imposibles, por la propia legislación Europea, y que le sirven para no perder su posición de privilegio. Carles Puigdemont, políticamente, es menos de lo que le gustaríaa y más de lo que se merece. Mirar su pasado es descubrir sus fortalezas y sus deblidades.
Adelantar el Congreso Nacional del Partido Popular obedece a la necesidad que tiene Alberto Núñez Feijóo de trasladar a sus dirigentes, militantes y votantes que está al mando, que toma decisiones y que es capaz de integrar en sus dirigentes equipo personal a los dos grandes vencedores con quien cuenta para ir a las urnas. No le basta con que sean los presidentes autonómicos de Madrid y Andalucía, necesita que les vean como los dos líderes que aceptan su jefatura y que aportan dos victorias por mayoría absoluta, en las dos autonomías claves para la derecha, que son Madrid y Andalucía. Sin la plena incorporación de Isabel Díaz Ayuso y de Juanma Moreno, el nuevo proyecto saldrá sin fuerzas y con muchas dudas sobre su capacidad para echar del poder al PSOE de Pedro Sánchez, por más datos que lancen las encuestas privadas y por más miedo que se tenga a la subida de Santiago Abascal y de Vox.
Desde hace tres años, y sin contar los miles de millones que se intervinieron en cuentas y bienes a los oligarcas rusos, en el Euroclear están 260.000 millones de activos soberanos de Rusia, más los intereses que se hayan producido durante ese periodo; en total, la cifra que quiere utilizar la Unión Europa para “reparar” la destrucción de Ucrania ascendería a los 300.000 millones. De eso, al lado de la soberanía de los territorios del Donest, es de lo que hablan Zelensky y sus mejores amigos: Macron, Starmer,Mertz y Tusk. A ninguno les importa que cada día aumenten los muertos, ni que cuando se llegue al acuerdo de paz al que se llegue, Ucrania habrá dejado de ser el país que era antes de 2014, la fecha real de un conflicto que era tan inevitable como lo es el que terminará produciéndose en Oriente Medio dentro de unos años, en un ciclo de destrucción que parece imposible de parar.
Este jueves, 15 de mayo de 2025, dos dirigentes políticos intentarán vender a sus ciudadanos y al mundo que los dos han ganado y que ninguno ha perdido. Lo cual es una de esas grandes mentiras que aparecen en la historia cuando se tiene que explicar el acuerdo de paz que pone fin a una guerra. Vladimir y Volodomir quieren un imposible, que Putin y Zelensky ganen en el mismo combate. Ya hay un ganador y un perdedor, lo había desde hace once años, pero los dirigentes políticos han preferido que murieran cientos de miles de personas y que un país quede en ruínas.
En Santiago de Compostela se instaló el botafumeiro para lograr que en la catedral se oliese a incienso en lugar de a sudor de peregrino. Con la elección del nuevo Papa ha ocurrido lo mismo: toneladas de incienso en el botafumeiro mundial para ocultar que nada ha cambiado. Lo que pase a partir de este viernes, ocho de mayo de 2025, será tan misterioso como las advocaciones al Espíritu Santo para que los cardenales que pueden votar en el Cónclave elijan al que va a dirigir - o al menos intentarlo - las actuaciones de la Iglesia católica durante los próximos años.
Ni quieren cambiar, ni les dejan cambiar, ni sabrían hacer otra cosa. El presidente del Gobierno y el presidente del Partido Popular están empeñados en alejarse de las preocupaciones reales de los españoles cada vez que se suben a la tribuna del Congreso. Cualquier motivo es bueno para que Núñez Feijóo se harte a pedir dimisiones ministeriales, le da igual que sea por el apagón universal, por el evidente sabotaje a los trenes o lo que llama “entreguismo” del Gobierno a los bárbaros indpendentistas y a los más bárbaros representantes de la otra izquierda. La derecha con sentido del estado ni está, ni se la espera. A fuerza de tener miedo a su derecha, la dirección del PP ha adelantado a Santiago Abascal y a Vox llendo tan lejos por ese extremo del arco político, que se está volviendo irreconocible.
La OPA hostil del BBVA sobre el Sabadell, tras un año de recorrido lleno de declaraciones y campañas publicitarias, va a fracasar por decisión política de dos partidos que defienden sus territorios autonómicos. El presidente del PNV, Aitor Esteban, no quiere que “su banco” pierde áun más la identidad que le arrebató el gobierno de José María Aznar, tras colocar en la presidencia de la entidad bancaria a Francisco González. Las heridas que causó el financiero gallego en la estructura accionarial y en la dirección del banco no se le ha perdonado; al igual que no le perdonan a Carlos Torres y a su consejero delegado, el turco Onur Genç, sus intentos de crecer para superar a sus otros dos grandes competidores, el Santander de Ana Botín y el Caixabank de Tomás Muniesa y Gonzalo Gortazar.
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