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Ni el presidente del Gobierno en funciones, ni el líder de la oposición, también en funciones, podrán aguantar cuatro años de Legislatura en las condicione de desmembramiento político que existe en los partidos españoles. Pedro Sánchez puede conseguir los votos necesarios para lograr la investidura pero no podrá estar gobernando bajo la presión constante de miembros de su propio Consejo de Ministros y del resto de los partidos que le hayan apoyado. Lo mismo cabe decir de Alberto Núñez Feijóo, obligado a cambiar de equipo tanto si se convocan de nuevo las elecciones como si tiene que estar cuatro años de oposición.
Es difícil pero no imposible. Si Puigdemont se lo propone y acepta el reto de obligar a Pedro Sánchez a ir a unas nuevas elecciones generales el 14 de enero de 2024, el Rey puede que quite al ex monarca belga, Alberto II, el record mundial que ostenta su país, al estar 650 días con un Gobierno en funciones. Basta con que confluyan a comienzos del próximo año un par de circunstancias que, con ser difíciles no son imposibles.
Es la insoportable levedad del ser, de la que escribió el checo Milán Kundera hace 40 años, la que cada día pone más difícil que Pedro Sánchez consiga los votos necesarios para seguir en La Moncloa. Esa levedad ideológica en los político, en lo económico y hasta en lo social tiene nombre y apellidos: el Sumar de Yolanda Díaz y las quince siglas que están bajo su cada vez menos blanco manto.
Están empeñados los dos grandes partidos en regresar al bipartidismo imperfecto de la Transición con la memoria de la España de Cánovas y Sagasta en su memoria. Una forma de repartirse el poder de forma civilizada para que de este país nuestro desaparezcan los sobresaltos y los gobiernos sean previsibles: diferencias en lo accesorio y acuerdos en lo fundamental. Para ello es fundamental que Núñez Feijóo logre deshacerse del Vox de Santiago Abascal, y que el PSOE de Pedro Sánchez siga apoyando la implacable destrucción del Podemos de Pablo Iglesias que lleva haciendo Yolanda Díaz.
Si hay Gobierno, será muy parecido al actual. Es la única pista que ha dado el presidente en funciones tras su entrevista con el Rey y la presentación oficial de su candidatura. Es más que posible que tenga menos Ministerios y que aparezca algún independiente que no pertenezca ni al PSOE ni a Sumar. Pedro Sánchez necesita los 31 votos que aglutina Yolanda Díaz y le tiene que dar una porción del futuro poder gubernamental, y ésta, a su vez, tiene que negociar una pequeña parte de ese poder con las otrora poderosas compañeras de Podemos. Que esté o no esté en el mismo Irene Montero es un tema fácil de resolver, existen muchos puestos y cargos que dependen del largo brazo del Ejecutivo.
Tiene de plazo hasta el 26 de noviembre para que una mayoría suficiente del Congreso apruebe su investidura. En el peor de los escenarios. Esa fecha marca los dos meses que tienen los partidos políticos para negociar los votos y lograr que salga a un presidente del Gobierno o asumir que se celebrarán nuevas elecciones el 14 de enero. Desde la primera votación perdida por el candidato Núñez Feijóo, el pasado día 27 de septiembre, el reloj del auténtico calvario para Pedro Sánchez se ha puesto en marcha.
El diputado Eduard Pujol ya tiene su pequeña nota a pie de página en la historia del Congreso. Ha protagonizado, con ayuda de la Mesa presidida por Francina Armengol, el último esperpento de la investidura fallida de Alberto Núñez Faijóo: votar si, cuando debía votar que no, darse cuenta de su error en menos de dos segundos, y hacer que la proclamación del resultado se demorase durante 15 largos minutos. No cambiaba el resultado final pero logró que todos los presentes en el Hemiciclo no pudiesen salir del mismo. El vicepresidente de la Cámara representando al PP quería que el candidato perdiese por un 177 a 173, mientras que el vicepresidente en representación del PSOE quería un rotundo 178 a 172. Solución salomónica de Armengol, el voto con las dos caras se consideró nulo.
Estamos los españoles atrapados entre la negrura pesimista del Godot que retrata Samuel Beckett y la madrastra ambiciosa que crearon los hermanos Grim. De nuevo, como a comienzos del siglo XVIII, un Rey debe decidir qué representación teatral se va a escenificar en el Congreso.
El candidato Núñez Feijóo ha convertido su sesión de investidura en la primera moción de censura a un gobierno que está en funciones y del que no se sabe si segurjrá con su actual composición en caso de que Pedro Sánchez logre en su propia investidura mantenerse en el poder. El líder del PP, que comenzó nervioso y hasta desorientado a la hora de explicar la España que quiere, se creció como el más duro y ocurrente de la oposición.
incuenta ml españoles llegados de toda España se concentraron el domingo 24 de septiembre de 2023 ( conviene recordar la fecha ) en Madrid convocados por el Partido Popular para manifestar su oposición a la posible amnistía para los condenados por el burdo intento de declarar independiente a Cataluña. Pocos españoles si miramos los 47 millones que conforman hoy España. Apenas el 0,1 por ciento. Eso dicen las matemáticas y me temo que ese mismo porcentaje es el que daría si preguntamos por el conocimiento de la Constitución a la que se dice defender.
Tienen el poder vicario que les han concedido los gobiernos de los 27 países de la Unión Europea y lo utilizan por encima de esos mismos gobiernos. Son cuatro auténticos camaleones por su capacidad para cambiar de color, de pensamiento y de actitud todas las veces que haga falta. Más que adaptarse a su entorno, hacen que el entorno se adapte a ellos. Lo consiguen por la evidente estulticia de los que se atribuyen la representación de los ciudadanos del llamado “Viejo Continente”. Desde Ursula Von der Layen a Christine Lagarde pasando por José Borrell y Luís de Guindos, los cuatro “gobiernan” Europa pese a no haber ganado nunca unas elecciones. Los ciudadanos les son ajenos en sus problemas.
Sin el apoyo constante de su gran “padrino” la vicepresidenta en funciones y líder de ese partido recién nacido que es Sumar no podría hacer frente a sus antiguas compañeras de Podemos. Yolanda Díaz necesita más que nunca a Pedro Sánchez y éste, a su vez, es consciente que el papel de negociador e intermediario co el nacionalismo vasco y catalán que hacia Pablo Iglesias no lo puede hacer la que a sí misma se ve como la auténtica reina roja de la izquierda patria. Pablo la quiso utilizar, al igual que está haciendo con Ione, Irene y Lilith. Pedro, más pronto que tarde, tendrá que prescindir de sus servicios. Es la ley de la selva, la que rige dentro de las manada.
El presidente más presidente que ha tenido el PP, José María Aznar, ha llamado a “salir a la calle” para oponerse a la posible amnistía de Puigdemont y compañía. Le marca la línea a seguir al sucesor de su sucesor, que casi nunca le hizo caso, más bien todo lo contrario. En el otro lado, el presidente más presidente que ha tenido el PSOE, Felipe González, no pide salir a la calle a los suyos pero si les incita a una nueva rebelión interna, a un “golpe palaciego” contra Sánchez como el que ya protagonizaron en 2016, que tan sólo sirvió para que el “expulsado” regresara para llevar al socialismo al poder cuando nadie lo esperaba.
La hemos leído en decenas de libros; la hemos visto en decenas de películas y series de televisión. La escena es siempre la misma, al igual que sus protagonistas. Cambian las caras y el escenario pero el guión siempre es el mismo. Unas veces es una comisaría de policía: otras, la sala de Juntas de una gran empresa. Incluso, con un poco de paciencia, la habremos visto en el vestuario de algún equipo de futbol. El juego entre el poli bueno, el poli malo y la víctima de ambos lo están representando de manera impecable el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, el líder de Junts, Carles Puigdemont, y el presidente en funciones, Pedro Sánchez.
Nos persigue a los españoles y les persigue a todos los gobernantes desde hace una eternidad. Cataluña es una maldición que sólo se explica por la mala historia que le acompaña desde que quiso ser Reino cuando tan sólo era un Condado dentro del gran Aragón. Carles Puigdemont y sus sueños desde la Waterloo que contempló la gran derrota de Napoleón Bonaparte a manos del duque de Wellington un 18 de junio de 1815, es el producto destilado de los gobiernos españoles de los últimos 40 años. Este puede ser, condensado, su retrato político
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