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Cada vez que echo un vistazo al patio nacional me vienen a la memoria recuerdos de Luis García Berlanga que retrató como nadie a los personajes de la España profunda de aquellos años en los que los hombres, arrugados al sol, se calzaban la boina hasta las cejas y mantenían impertérritos el pitillo en la comisura de los labios, mientras las mujeres imitaban a la vieja del visillo y no había cuestión que se escapase a su curiosidad.
Félix Bolaños, ministro de la Presidencia del gobierno de Sánchez, nos provocó ayer un coitus interruptus al contarnos, de buena mañana, a los ciudadanos españoles que «no sabía nada de algo muy grave que había sucedido en materia de espionaje en nuestro país, porque unos personajes malvados no identificados habían pirateado información sensible de los teléfonos del Presidente y de la ministra de defensa… hace ya más de un año, y que el gobierno ignoraba si le habían robado a Sánchez sus fotos de familia y amiguetes en La Valeta, o los audios de sus conversaciones privadas con Biden».
Celebramos en el Día del libro y una reciente camada de hombres y mujeres simbolizan “la nueva literatura” cuyo valor más preciado no siempre es el contenido ni la estética formal con la que se escriben las historias que cuentan los autores, sino la popularidad previa que han adquirido gracias a su actividad en las televisiones , el número de seguidores que tienen en sus redes sociales o la imagen que han consolidado en espacios mediáticos ajenos al mundo del libro. Antes habia escritores famosos pero ahora hay famosos que escriben.
A Pedro Sánchez no le gusta que le llamen autócrata y se ha revuelto como gato panza arriba contra el apelativo que le dirigió Santiago Abascal en el Congreso de los Diputados, acusándole de tomar la decisión de cambiar la posición española sobre el Sahara Occidental sin contar con nadie, ni siquiera con su propio partido.
La profesión de actor de éxito está sobrevalorada y genera patologías incurables porque el hombre no está preparado para ser Dios y cuando la fama, el aplauso, el dinero o la adulación de las masas de gente sin vida propia erigen en ídolo a un hombre o a una mujer, sus pies de barro le derrotan cuando menos se lo espera.
Una generación de miopes e inmaduros que ha confundido el ejercicio del poder con su aprovechamiento personal sin rivales en el horizonte, tiene en sus manos los destinos de este pais
Tenemos un gobierno penoso y una oposición que da pena, pero ha regresado el tic franquista de la adhesión inquebrantable, y nadie les critica, si son de los suyos.
| Boris Johnson y su antecesora Teresa May. |
En Inglaterra Boris Johnson está jodido porque un número creciente de diputados de su propio partido le está pidiendo que dimita por el llamado partygate que organizó en plena pandemia, en el número 10 de Downing Street.
No tenemos respuestas para todo pero deberíamos ser capaces de hacernos algunas preguntas fundamentales para no ser unos títeres en manos de seres inferiores que no nos igualan en inteligencia, pero nos superan en maldad.
La señal más burda de irrespeto a los ciudadanos la exhibe el Presidente del gobierno cuando se niega a responder preguntas en las sesiones de Control
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