El precipitau

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martes 21 de marzo de 2023, 20:31h

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Cuentan los viejos del lugar que un vecino entró en el bar de un pueblo y al grito de “¡Manuliño, tu mujer te está engañando con otro!” interrumpió una partida de mus de cuatro lugareños. Uno de ellos se levantó airado, tiró sus cartas sobre la mesa, salió del bar, cogió una bicicleta, pedaleó cuesta abajo, pero a los pocos metros se cayó, y en ese instante se dijo a sí mismo :

“Esto me pasa por precipitau, porque ni yo me llamo Manuliño, ni estoy casao ni sé montar en bicicleta”

El paisano de esta historia era un hombre irreflexivo, pero con una cierta capacidad de autocrítica, no como los fantasmas que viven de la cosa pública que jamás reconocen un error.

Me ha venido de repente esta historia a la cabeza al pensar en el verso de la canción de Fito, “Soldadito marinero” en la que dice que “las prisas no son buenas”, y lo he comparado con una época en la que yo contaba hasta diez antes de proferir un improperio , y a pesar de eso acababa arrepintiéndome por no haberme mordido la lengua.

Hace tiempo descubrí que el placer de la conversación es incompatible con el sabor amargo del insulto porque es inútil, debilita a quien comete ese exceso y le otorga una importancia de la que carece al indigente que ha pretendido tocarte las pelotas.

A través de lo que escribo en estas columnas o en mis novelas, retrato a esa gente que me inspira para construir personajes mediocres, y si supieran que son ellos podrían reclamarme derechos de autor, pero no se reconocerán porque los tontos esféricos o con balcones a la calle forman parte de la cuota protegida por el poder.

Cada día me convenzo más que en España fallan de forma estrepitosa los controles de calidad, pero no me refiero en las empresas u otras instituciones públicas o privadas. El fallo está en que hay demasiados Manuliños y Manuliñas con menos capacidad de autocrítica que el paisano de este cuento.

Yo hoy no invitaría a comer en mi casa a ninguno de ellos – hace años lo hice bastantes veces con los que por entonces legislaban en distintos partidos – pero no se trata de hablar del pasado, porque hace tiempo que deje de ser un precipitau.

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