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«Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto» es un buen título de una buena película de Agustín Díaz Llanes, pero también es una oportuna reflexión que podría hacer la gente con vocación de eternidad y vida pública caduca, que están condenados al olvido o a la traición de los suyos que perciben el olor a chamusquina que emite el Cesar de cartón cuando se aproxima el momento de su derrota.
El título de esta columna “El tonto del País” no hace referencia a ningún redactor del periódico del grupo Prysa, pero aunque solamente sea por cálculo de posibilidades es posible que alguien se dé por aludido. Me refiero al típico tonto del pueblo que como en los últimos años se ha convertido en un grupo social significativo ya es masa crítica y lo cito recordando esos tiempos gloriosos en los que solo había un tonto oficial en cada municipio
Hubo una época en la que los primogénitos se dedicaban a la milicia, los segundones a la Iglesia y las jóvenes eran casaderas. Los que carecían de alcurnia trabajaban de labriegos, sus hijos de pastores, las hijas eran sirvientas y los descarriados, asalta caminos.
Si les cuento que tengo la picha hecha un lio no se lo crean. Es solo una metáfora que explica bastante bien mi desconcierto. Pertenezco a esa minoría de ciudadanos que observa lo que pasa, se dice y se escribe en este pais, sin alterarse demasiado.
Hace unas horas un numeroso grupo de iletrados asistieron con desgana a un acto parlamentario en la que un profesor sentó cátedra sobre la historia de la España actual con algunas referencias al pasado. Frente a él un grupo de obedientes empleados al servicio del abusador que decide su futuro se vieron sorprendidos porque el anciano de 90 años tenía memoria, títulos universitarios, doctorados, experiencia docente, libros publicados y pasado. Lo único que le escaseaba era el futuro.
Cuentan los viejos del lugar que un vecino entró en el bar de un pueblo y al grito de “¡Manuliño, tu mujer te está engañando con otro!” interrumpió una partida de mus de cuatro lugareños. Uno de ellos se levantó airado, tiró sus cartas sobre la mesa, salió del bar, cogió una bicicleta, pedaleó cuesta abajo, pero a los pocos metros se cayó, y en ese instante se dijo a sí mismo :
“Esto me pasa por precipitau, porque ni yo me llamo Manuliño, ni estoy casao ni sé montar en bicicleta”
No es cierta la teoría que sostiene que los hombres no sabemos hacer dos cosas al mismo tiempo. Lo más aproximado a este infundio es la reconocida torpeza que tenemos para explicar lo inexplicable cuando nos pillan con el carrito del helado, porque en ese momento nos sentimos culpables, empezamos a dar explicaciones absurdas que nadie nos ha pedido y la cagamos.
La literatura de ficción sostiene que el hombre feliz no tenía camisa, pero la cruda realidad nos confirma que el número de infelices que no hacen nada por rehabilitarse crece exponencialmente en nuestra sociedad .España es un país de cabreados. No son rebeldes sin causa, porque siempre se pueden inventar una, sino amargados sin mas proyecto personal que blasfemar contra la vida de los demás y de paso joderse la suya.
Conozco desde hace años a la juez Robles. He comido con la diputada Robles, también he compartido mantel con la ministra Robles y cada vez que he estado con ella ha merecido la pena escucharla porque tiene un alto sentido del Estado y de la Justicia, acorde con el pensamiento de los grandes juristas.
Llevo varias semanas buscando a una psiquiatra para entrevistarla en mi programa “Un personaje en busca de un autor” de Decisión Radio y no lo consigo, pero persistiré en el intento porque cada día me inquieta más lo que yo llamo “la locura silenciosa” que consiste en una psicopatía sin síntomas perceptibles que domina a quien la está padeciendo y perjudica a cualquier persona que se cruce en su camino.
Es una pena que no ya no existan los crucigramas en la prensa porque al margen de ese ejercicio memorístico y mental lo único de provecho que en estos momentos se podría sacar de su lectura son ciertos reportajes de interés, algún artículo de opinión cuando lo firma alguien sin voto de obediencia o las crónicas de un corresponsal o enviado especial, porque todo lo demás es farfolla.
El liderazgo es un concepto que se aplica a la política y al deporte, pero tal como está el patio nacional e internacional, la única afirmación incuestionable que en estos momentos podemos sostener es que existe un líder llamado Real Madrid, y toda presunción de excelencia por parte de quienes se autoproclaman magníficos está bajo sospecha.
El éxito está asociado al resultado de un trabajo bien hecho y reconocido mientras que la suerte se relaciona con la puta casualidad o las relaciones privilegiadas. Para los primeros supone un beneficio económico pero a los segundos la suerte les caduca cuando deja de soplar el viento a su favor y para explicarlo gráficamente transcribo un tuit de un ciudadano que dice llamarse Juan y describe la peripecia de Pablo Iglesias desde que abandonó la política hasta hoy.
No sé si recuerdan la conversación que Iñaki Gabilondo y el Presidente Zapatero mantuvieron – sin saber que se estaba grabando – al término de la entrevista jabonosa que el periodista le hizo en televisión española en la que hablaron con absoluta naturalidad de cómo mentir al electorado y crear tensión. Pues bien. Ha vuelto a repetirse años después en la misma televisión, esta vez entre Sánchez y Fortes, cuando el periodista le dijo a Antonio “¿muy bien, no?, para comprobar si estaba satisfecho con las preguntas amables que le había formulado.
Inglaterra es un gran escaparate de apariencia e hipocresía y gracias a esa habilidad por naturalizar errores y horrores ha convertido a su familia real en el gran negocio de un país al que se la bufa el resto del mundo.
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