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miércoles 15 de octubre de 2025, 05:02h

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Son muchos los ejemplos que evidencian cómo se han ido rompiendo correlaciones que constituyen la base de la gestión de carteras para un inversor y de la gestión de riesgos para un gestor corporativo. La institucionalización del proteccionismo rompe con casi 60 años de políticas de desarme arancelario que permitieron la globalización, la apertura de las economías y la deslocalización.

Es un periodo que pasará a los libros de historia como uno de los de mayores avances en muchos ámbitos del desarrollo humano. Un periodo definido por un modelo de economía social de libre mercado.

Las grandes economías occidentales que protagonizaron este periodo estaban lideradas por una gran potencia, dotada de un enorme poder militar, pero también económico y de legitimidad. A ese liderazgo, con los compromisos que implica hacia sus socios, ha ido renunciando poco a poco: primero de forma discreta, y ahora ya de manera abierta. No hay más que ver la lista de países sometidos a bárbaros aranceles para comprobarlo.

NI SIQUIERA SABIÉNDOLO

Este cambio compromete en mucho el análisis de generaciones de economistas que solo conocían el proteccionismo por los libros de texto. La política, el tipo actual de política, es crítico para explicar lo que ocurre con la economía y en los mercados. Lo hace de tal modo que ni siquiera conociendo anticipadamente los hechos, hubiese sido posible pronosticar la evolución de los precios de muchos activos financieros. ¿El oro a 4.000 dólares y en subida parabólica?

Ningún manual permite explicar eso al mismo tiempo que la renta variable está en máximos. La subida del oro, activo de fuerte demanda cuando se dispara la incertidumbre, suele acompañarse también de un yen en máximos. Tenemos justo lo contrario, cuando, además, la expectativa de subidas de tipos en Japón no tiene equivalente en décadas.

Pasa lo mismo con el dólar, que aprendimos que se aprecia cuando los activos norteamericanos registran una fuerte demanda como ocurre ahora. Tampoco es el caso. Incluso mirando en corto, el episodio de apreciación del dólar de los últimos días coincide con el cierre gubernamental y la consolidación de los pronósticos de recortes de tipos de interés en EE.UU., algo que se da a pesar de que las expectativas de inflación no se moderan en absoluto.

Acostumbrados a una oferta creciente y casi ilimitada, con unos precios y tipos de interés estables que reaccionaban sobre todo a la función de demanda, la violenta irrupción de cambios en la oferta multiplica por mucho la ya antes difícil tarea de anticipar la evolución de las economías, y mucho más aún, la del precio de los activos.

NO SERIA ILÓGICO, PERO…NO

Aunque el ejercicio pueda resultar estéril en cuanto a que implicaría para el dólar, ¿quién podría sorprenderse si la economía de EE.UU. mostrase signos de estar reponiéndose, consecuencia de una política fiscal expansiva, de la vuelta al consumo de la demanda embalsada y de la relajación de tipos por la FED? ¿Sería esto favorecedor de que el dólar nos sorprendiese al alza en medio de pronósticos casi unánimes en sentido contrario?

Desde luego no sería ilógico, pero resulta muy difícil este pronóstico cuando sabemos que la política de la Casa Blanca y los actores que protagonizan junto al presidente las decisiones, están desmontando a golpes el excepcionalismo norteamericano. La vocación proteccionista tiene como objetivo máximo reducir el déficit a base de depreciar la divisa, y eso está inscrito en su frontispicio.

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