Una crisis total
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Una crisis total

miércoles 28 de septiembre de 2022, 06:22h

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Reino Unido se aventura en una arriesgada apuesta de incierta salida. La presentación de un presupuesto extraordinario la semana pasada propició una nueva sacudida a la baja de la libra esterlina que perdió la referencia de 1.10 frente al dólar por primera vez desde 1985.

Es reflejo de la preocupación con la que el mercado ha recibido el anuncio de lo que se calificó por el independiente Instituto de Estudios Fiscales, como el mayor recorte de impuestos en una sola actuación desde 1972, para recordar a continuación que los recortes de entonces acabaron en un desastre que culminó con la petición de asistencia financiera al FMI en 1976.

Solo el tope al coste de la energía supone 60 MM de libras en los próximos seis meses, que se financiarán con más endeudamiento. Entre otros, se anula el incremento del IS previsto para 2023, que se queda en el 19%, se revierte el incremento de los costes de la SS, y se reduce el tipo máximo del IRPF al 40%. Su impacto estimado es de 45 MM y elevará a 190 MM el déficit fiscal este año, el tercero más alto desde la IIGM, cuando el coste de financiarse a dos años ha pasado desde el 0.4% al 3.9%.

Sin el apoyo del Banco de Inglaterra que puede llevar los tipos hasta el 5%, y con un enorme déficit por cuenta corriente que puede llegar al 8% del PIB este año, el panorama para Reino Unido es tan gris como para que los analistas apunten a “una crisis total de la libra esterlina”. No hace mucho referíamos la posibilidad de un triple empate de paridad entre libra, euro y dólar, a condición de que la divisa europea aguantase esa referencia frente al dólar.

DIFÍCIL EQUILIBRIO

Pero el euro continúa a la defensiva y se aleja poco a poco de la paridad. El envite de Rusia con la llamada a reservistas abrió la veda tras un periodo de estabilidad relativa que invitó durante un tiempo a los grandes especuladores a reducir sus apuestas contra el euro.

Sin embargo, los frentes abiertos son muchos, y difíciles de cerrar en un horizonte próximo. A diferencia de la Reserva Federal que retira liquidez y empuja a la economía hacia una recesión que pretende leve, el BCE intenta asegurase de que, a pesar de su mensaje restrictivo de acuñación reciente, las condiciones financieras se mantengan laxas al tiempo que reinvierte los títulos de deuda que vencen de los países menos vulnerables, en los más expuestos a una potencial crisis de deuda: Italia y España.

Con las reglas fiscales en suspenso, y sin llegar a los extremos de una política fiscal como la anunciada por los británicos, la necesidad de financiar las consecuencias de la crisis energética se arrastrará más allá de este invierno. Esto resta eficacia a una política monetaria cada vez más restrictiva, pero que trata de encontrar un difícil equilibrio entre moderar el alza de precios y dañar lo menos posible el crecimiento.

Si la situación se agrava y esto exige medidas fiscales más expansivas, los bancos centrales se verán en la necesidad de compensar esta expansión fiscal, no solo endureciendo sus mensajes, sino elevando los tipos de interés más allá de donde ahora se pronostica.

Es un dilema que en primer lugar afrontarán los británicos y que podrían ahorrarse los norteamericanos si logran moderar la inflación, pero que obligatoriamente hemos de considerar en el continente. Igual que la QE fue quirúrgica y resolvió lo que se avecinaba, la política fiscal tendrá que actuar de modo similar. La brocha gorda y la demagogia política son ingredientes para la “crisis total”, y los electores tienen la responsabilidad de saber a quién votan y lo que les conviene. Incluso estando en el euro.

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