Estable con aspiraciones

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jueves 31 de julio de 2025, 02:16h

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China enfrenta una segunda desaceleración tras haber sostenido su crecimiento post-COVID a través de una fuerte inversión industrial. Esta estrategia ha elevado el peso del sector hasta representar el 25% del PIB, un nivel inédito en economías de este tamaño. Buena parte de ese peso se centró en sectores que actualmente enfrentan una débil demanda -acero, cemento o vidrio- generando un evidente exceso de capacidad. A ello se suma un entorno de precios industriales que arrastran cerca de tres años en negativo, y por tanto una deflación persistente.

ESTANCAMIENTO SINGULAR

Aunque han comenzado a reconocer el problema, su respuesta es selectiva. Mientras introducen ciertas reformas para frenar el deterioro industrial de los sectores tradicionales, mantienen su apuesta por sectores estratégicos como vehículos eléctricos, IA o energías renovables. La política económica sigue operando bajo un patrón conocido: si el crecimiento supera el 5%, se permite un enfriamiento para acometer ajustes estructurales; si cae por debajo, se activa un estímulo fiscal o monetario. En lo que resta de 2025, este esquema sugiere una política más bien restrictiva y con estímulos limitados.

La economía china está pues en una fase de mayor complejidad, en la que su tradicional modelo de crecimiento impulsado por la oferta muestra límites más estructurales que cíclicos. La estrategia de sustituir el empuje del sector inmobiliario por una oleada de inversión industrial ha generado un rebote inicial, pero está empezando a saturar el sistema productivo. El riesgo ahora no es tanto un colapso financiero como era en las primeras fases de la crisis inmobiliaria, sino una trampa de sobrecapacidad crónica, con precios deprimidos, rentabilidades a la baja y presión persistente sobre los márgenes empresariales.

Para los mercados, el desafío no estará tanto en detectar una inflexión brusca, sino en anticipar una deriva prolongada hacia un estancamiento con características singulares: deflación selectiva, alta inversión improductiva y un Estado cada vez más intervencionista en sectores estratégicos. La cuestión es si se atreverán en algún momento a recuperar su orientación hacia un modelo que ponga al consumo en el centro.

DELICADO EQUILIBRIO

No se perciben señales en ese sentido, y el conflicto comercial desatado por la política proteccionista de los norteamericanos añade complejidad a la situación al utilizar precisamente el argumento del exceso de capacidad de la industria como justificación para la imposición de aranceles, aunque estos se apliquen también a otro tipo de industrias, donde no se da el exceso de capacidad de los sectores tradicionales, sino un modelo de crecimiento de sectores tecnológicos estratégicos basado en precios bajos que compite y compromete el desarrollo de estos mismos sectores en EE.UU. y en Europa.

Es muy difícil encontrar referencias a la política cambiaria, probablemente porque la estrategia del PBoC sobre el yuan no es objeto de debate. En un entorno de sobrecapacidad y deflación, una depreciación ordenada del yuan es una palanca de ajuste, pero no podemos considerar que se disponga de un amplio margen para utilizar el tipo de cambio como herramienta de estímulo. Se trata de mantener un delicado equilibrio entre el estímulo, evitar las salidas de capital desordenadas, mantener la competitividad, y no deteriorar la confianza en el yuan como moneda estable con aspiraciones.

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