Ya dijimos en su día que el actual inquilino de La Moncloa debería haber aprovechado “la derrota dulce” sufrida el 23-J de 2023 para haberse marchado y con ello haberse evitado el calvario que le espera tras la avalancha de problemas judiciales que se le vienen encima. Ya no va a tener como hasta ahora el apoyo mediático del grupo de periodistas que le defendían a capa y espada, todos ellos irán abandonando el barco antes de que se hunda con el capitán, tampoco los empresarios que han recibido favores desde La Moncloa van a salir en su defensa temerosos de que finalmente sean ellos los que paguen el pato, e incluso habrá ministros y ministras que empiecen a pensar que eso de creerse todo lo que diga Sánchez va a misa,
El ridículo de Oscar López, María Jesús Montero, Oscar Puente o de Pilar Alegría siguiendo a pie juntillas los planes del propio Santos Cerdán y de su pupila Leire Díez para tratar de cargarse a los mandos de la Unidad de Investigación de la Guardia Civil días antes de que apareciera el informe demoledor de la corrupción montada por el secretario de Organización del PSOE, solo es comparable con la “desinformación” alentada por ese grupo de periodistas fieles a Sánchez, que no han reconocido los hechos hasta que su propio jefe, desde La Moncloa, ha tenido que dar su brazo a torcer.
Esto no quiere decir que los dirigentes del PP sean mejor que los del PSOE o que los periodistas afines a Feijóo estén más favor de contar las verdades de lo que lo han hecho los de Sánchez. Felipe González se fue y Aznar metió a España en invasión de Iraq, mantuvo los planes del PSOE para privatizar Telefónica y otras empresas públicas y siguió subiendo la luz. El PP se financió con mordidas igual que ahora el PSOE.
El Movimiento 15-M surgió precisamente cuando los jóvenes criticaron al Gobierno de Zapatero por no arreglar el problema de la vivienda y otras cuestiones. Su lema fue “PP y PSOE, la misma mierda son” . De ahí surgió Podemos hasta que Pablo iglesias aceptó que el PSOE era mejor que el PP. Se equivocó y tuvo que irse del Gobierno para dejar a su mujer, Irene Montero, a tratar de arreglar el desastre.