El misterio del asesinato del almirante Carrero que cambió la historia de España para siempre
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El misterio del asesinato del almirante Carrero que cambió la historia de España para siempre

jueves 21 de diciembre de 2023, 03:53h

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Hoy, aceptemos sin reservas que fueron los vascos y miembros de ETA, Jesús Zugarramurdi, José Miguel Beñarán y Javier Larreategui los que mataron el 20 de diciembre de 1973 al entonces presidente del Gobierno, Luís Carrero Blanco; y aceptemos de la misma forma que fue la ex militante del PCE, Eva Forest, la que les ayudó desde el principio con el alquiler del piso bajo en la calle madrileña de Claudio Coello hasta su huida a otro piso en la localidad de Alcobendas, antes de cruzar la frontera y llegar a Francia un mes más tarde. Lo que llevamos sin saber 50 años más tarde quién o quienes les ayudaron para impedir que el franquismo se perpetuara.

El asesinato cambió la historia de España e hizo posible que en apenas cuatro años más tarde se celebraran las primeras elecciones democráticas tras la Guerra Civil. Algo que parecía impensable y que motivó que el ruído de sables en los tres Ejércitos hicieran temer a la población y, sobre todo, a los que estaban “fichados” como partidarios de la izquierda, que la Dictadura no se acabara con la muerte de Franco y que fuera su “delfín” el que asumiera el poder real pese a la llegada de la Monarquía. Una especie de tutela ejercida por el almirante desde el control d elos tres poderes, el ejecutivo, el legislativo y el judicial.

Lo importante para entender aquel país de hace medio siglo y esta España de 2023 había sucedido tres años antes, concretamente el dos de octubre de 1970 con la visita a España de Richard Nixon, el segundo presidente de Estados Unidos que llegaba a nuestro país tras la crucial entrevista entre Francisco Franco y el entonces inquilino de La Casa Blanca, el general Dwight Eisenhower en 1959 para firmar los acuerdos de la utilización de las bases norteamericanas en nuestro país, el primero de los grandes respaldos que recibía la Dictadura tras el final de la II Guerra Mundial.

Medio siglo por el que han desfilado dos Reyes, once presidentes de Gobierno, dos “Constituciones”, cientos de formaciones políticas, mismos y viejos problemas territoriales, miles de pactos públicos y secretos, miles de ambiciones, nombres que se han enterrado en la historia y otros que pasarán de generación en generación. Enormes cambios políticos, enormes cambios industriales, enormes cambios financieros, enormes cambios sociales.

La España de comienzos de los años setenta del siglo pasado en nada se parece a la de este inicio del siglo XXI. ¿ o puede que se parezca más de lo que a los españoles nos gustaría?. Si a Pablo Casado, presidente del PP por el duelo fratricida entre dos mujeres, le traicionaron los suyos, ¿ no hicieron lo mismo con Adolfo Suárez, también presidente inesperado cuando los favoritos eran Manuel Fraga y José María de Areilza?.

Si Pedro Sánchez ha acabado con el PSOE que renació en la Transición, ¿no hizo lo mismo Felipe González con el socialismo histórico que venía de la II República?. Si Andoni Ortuzar ha “jubilado” a Iñigo Urkullu en el PNV, ¿ no hizo lo mismo Xavier Arzalluz con Carlos Garaicoechea?. La lista de vóctimas y verdugos políticos es interminable, para terminar en la Jefatura del Estado: si Juan Carlos I tuvo que quitar de la sucesión hereditaria a su padre, Juan de Borbón, para asegurar el regreso de la Monarquía, ¿no ha hecho lo mismo Felipe VI por las mismas razones?.

Al militar y marino que se mantuvo al lado del Caudillo durante treinta años, escalando posiciones de poder desde la subsecretaria de la Presidencia en 1941 hasta la presidencia del Gobierno en 1973, apenas cinco meses antes de que el Dodge 3.700 volara por los aires para caer en el patio interior de una casa, le hicieron desde dentro del Régimen y desde fuera del mismo un. “Examen democrático” durante tres años y suspendió. Así de sencillo. Luego vino la expulsión de la propia vida, una pérdida que hizo que los españoles viéramos por primera vez ver llorar al Jefe del Estado en público.
A “Ginés de Buitrago” y “Juan de la Cosa”, los dos seudónimos que utilizó en su vida tras estallar la Guerra Civil le hizo Henry Kissinger, el Secretario de Estado norteamericano, su última prueba 24 horas antes de que lo asesinaran, durante un viaje inesperado a Madrid, acompañado como siempre por el hombre que sirvió a siete presidentes de su país y le ayudó a organizar el mundo que querían desde Washington por todos los caminos posibles, legales e ilegales, comprando voluntades u paganizando golpes de estado. El general Vernon Walters publicaría antes de su muerte una especie de memorias bien recortadas, “ Misiones Discretas”, que sirven para descubrir hasta qué punto le necesitaron desde Truman y Eisenhower a Kennedy y Nixon para moverse por los subterráneos del poder. Tras la entrevista en el palacete de la. Castellana que entra la Presidencia del Gobierno, Luís Carrero Blanco se convirtió en “necesariamente prescindible”.

Puede que otra de sus decisiones tampoco ayudara mucho en su trágico destino: su primer acto como presidente del Gobierno, el 9 de junio de 1973, fue destituir al ministro de Exteriores, Gregorio López Bravo, que era el más asiduo de los visitantes españoles que tenía Washington y colocar en su lugar a Laureano López Rodó, que fue el ultimo ministro que le vió con vida.

Todo quedó en la órbita del Opus Dei y del “grupo de los López”, pero el CESED que había creado el almirante Carrero en 1972, como Centro de la Seguridad Nacional, con ayuda del teniente coronel San Martín, no supo en realidad a quienes se enfrentaba. Un comando de ETA no tenía la capacidad para preparar, articular y ejecutar una operación contra el hombre que dirigía el país, sabiendo todos que la muerte de Franco estaba muy cercana.

Las tres Operaciones que estaban preparadas para esos momentos cumplieron con lo previsto y desde la “Promesa”, Al “Lucero” y la “Alborada” lograron que tras los primeros días de inquietud la tranquilidad se instalara en la sociedad española. No contaron con que apenas a menos de quinientos metrosde la embajada norteamericana, cuando regresaba a desayunar a su casa en la calle Hermanos Becquer, la “Operación Ogro” iba a cambiar el ritmo de vida de los españoles y del Régimen que ya duraba casi cuarenta años. El “proceso 1001”, que enjuiciaba a los dirigentes de Comisiones Obreras, tuvo otro final. Nacía otra España, otra más de las muchas que han nacido y muerto en este pó país nuestro. Empeñados como estamo

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