La Critarquía que nos amenaza por el eterno problema de Cataluña

La Critarquía que nos amenaza por el eterno problema de Cataluña

viernes 16 de diciembre de 2022, 20:26h

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Si se quiere encontrar el primer rastro de una Critarquía ( Gobierno de los jueces )hay que remontarse más de tres mil años y leer lo que de él se dice en el Antiguo Testamento. Ese gobierno de los jueces se daba cuando los políticos se alejaban de la rectitud y el pueblo se ponía a adorar a los becerros de oro. Ahora, hoy, son los cambios legales que quiere aprobar por mayoría absoluta en el Congreso el Gobierno para cambiar la composición de un órgano judicial que deberñia haberse cambiado hace cuatro años.

Puede que fuera Samuel el escribidor de los textos o puede que no sepamos nunca quién es el auténtico autor de ese Libro sagrado pero lo cierto, lo que ha llegado hasta nosotros a través de griegos como Aristóteles, Herodoto o Jenofonte es que los pueblos y las naciones, de forma periódico, buscan en los jueces lo que no encuentran en sus dirigentes políticos. Moral y gobierno se cruzan y descruzan a lo largo de la historia y la falta de la primera y la crisis del segundo conducen siempre a la violencia.
En los últimos trescientos años, desde esa parte de España que es Cataluña, la política se ha trasladado a los juzgados y al orden público y antes de que lleguemos a un nuevo Refrendum o a una nueva Consulta que son dos maneras de decir lo mismo - tendremos más violencia jurídico/política, con los dos poderes del estado enfrentados sin remedio por el origen de su propia composición.
Vamos a tener víctimas, sin sangre, pero víctimas, con gobierno y oposición empeñados en que el Congreso y el CGPJ y el Tribunal Constitucional ponga en riesgo la convivencia en las más altas instance as de la vida pública. Ya se están poniendo las tablas de los cadalsos judiciales y habrá que soñar y pedir que no se llegue a tener que narrar historias de muertes y heridos.
Seguimos a un paso de que por Cataluña y desde la base de las modificaciones legales en torno a la sedición y la malversación, se viva un conflicto civil como no se conocía desde los años 30 del siglo pasado, y que en el resto de España se mire a los catalanes como al enemigo. Ya ha pasado el tiempo de que se aplique en puridad y dentro de la mayor legalidad el artículo 155 de la Constitución, si llegara a cambiar el color del partido gobernante.
De forma encubierta se está aplicando con el control de las finanzas y de los cuerpos de seguridad. Quería el gobierno un apoyo en el Congreso y tanto el PSOE como Podemos lo han conseguido con sus socios de investidura evidenciando la división que existe entre las fuerzas parlamentarias respecto a qué hacer frente a la Generalitat, la de hoy, la de ayer y la de mañana; y de los setecientos alcaldes de las cuatro provincias catalanas.
Han saltado por los aires los acuerdos de la Transición, se han roto los pactos que permitieron redactar una Constitución y que España pasara de una dictadura a una democracia con el menor coste posible. Lo que no se hizo antes, la ruptura con el franquismo, se quiere hacer ahora e incluso llegar mucho más lejos: redactar una nueva Constitución en la que se contemple el modelo de Estado y se coloque a los ciudadanos en la tesitura de elegir entre una Monarquía federal o una República federal.
El problema de España con Cataluña el el que está haciendo es abrir en canal la convivencia y los equilibrios logrados en estos últimos cuarenta años. Volvemos a escuchar palabras y frases que no se oían desde los años setenta. Sólo falta que cerradas y embargadas las imprentas, los independentistas regresen a las históricas "vietnamitas" que servían a la oposición del franquismo para hacer llegar su mensaje a los ciudadanos que deseaban ver a España convertida en una democracia.
Nuestros peores temores pueden convertirse en hechos y los maquinistas que conducen las locomotoras parecen decididos a no poner los frenos, pensando que los jueces y los cuerpos de seguridad del estado hagan de " guardagujas " y mueven los railes para evitar el choque final.
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