El territorio judicial es mucho más peligroso que el político y más difícil de entender para la inmensa mayoría de los ciudadanos. Muy fácil de utilizar por la minoria política que dirige los partidos.
Las acusaciones cruzadas estos dias entre el Gobierno y el prncpal partido de la oposición intentan cubrir con un espeso velo la realidad: se puede y se debería cambiar de una vez por todas el CGPJ, que es un tema de nombres y que está causando un daño enorme a la Judicatura; y abordar desde la política y desde el Congreso y el Senado los cambios - si fueran urgentes y con las necesarias mayorías - en las leyes. Unir las dos variables es un nuevo intento de dejar que todo siga igual hasta las próximas elecciones generales.
La moderación que predicó el actual presidente del Partido Popular, como eje de los nuevos tiempos en su formación tras la expulsión de Pablo Casado y Teodoro García Egea del poder interno, ha desaparecido. Se intenta justificar por las encuestas internas, por la falta de credibilidad de Pedro Sánchez, por las declaraciones inoportunas de la ministra de Hacienda, y por la presión de los partidos independentistas catalanes y de la propia izquierda que está en el Gobierno de coalición. Ley “Trans“ y cambios en el concepto de Sedición sirven como munición contra el adversario, pensando más en las urnas que en el propio andamiaje jurídico que necesita revisar nuestro país.
El expresidente Rajoy fue sacrificado en el altar del Congreso tras ganar dos elecciones y creer que tenía asegurada la Legislatura. En 24 horas se dió cuenta de su error y, dejando su escaño al cuidaddo del bolso de su vicepresidenta, le entregó el poder al entonces secretario general del PSOE y vencedor de la moción de censura. Tal y como les ocurre a los equipos mal estructurados, al Partido Popular que estaban modelando Casado y Egea, les falló la defensa para atacar con éxito a su principal adversario, no supo crear un sistema de juego en el centro político, y su delantera parlamentaria no supo como abrir el campo de los pactos políticos por los extremos nacionalistas. Perdió el partido y desde 2018, con tres presidentes al mando, puede que pierda esa Liga que es la Legislatura y tenga que afrontar la elección de un cuarto.
La visión de José María Aznar de la política era día entra lente opuesta a la que tenía Mariano Rajoy, al igual que la de éste era muy distinta a la que tenían Soraya Sámez de Santamaría y Dolores Cospedal. La distancia entre el ex presidente y su sucesor se fue agrandando hasta convertirse en una guerra interna que llevó al PP al peor resultado electoral de su historia. Más diferencias, más venganzas, más deterioro a nivel nacional y autonómico hicieron que Pablo Casado no supiese, ni pudiera permanecer al frente del partido.
Desde Galicia y sus mayorías absolutas, Alberto Níñez Feijóo pensó que había llegado su hora. Nada de confrontación con otros adversario internos la presidencia del partido. Elección por aclamación y regreso a un Madrid que ya había cambiado, sobre todo por la presencia y diaria actuación de Isabel Díaz Ayuso. Se quivocó y ahora no ha tenido más remedio, para sobrevivir, que dar un giro de 180 grados a su política frente al Gobierno.
Nada de pactos, oposición dura y centrada en la figura del presidente del Ejecutivo. El rostro de Sánchez ha sustituido al de González pero Feijóo va a ensayar su nuevo papel de Aznar. Habrá que ver si el éxito le acompaña o cosecha un fracaso en la gira electoral del mes de mayo, antes de su gran estreno en el Madrid político de las elecciones generales.
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