Fumio Kishida, primer ministro japonés.
Ampliar
Fumio Kishida, primer ministro japonés.

Desconcierto

martes 19 de octubre de 2021, 06:43h

google+

linkedin

Comentar

Imprimir

Enviar

Gestionar los riesgos de variación de precios va a ser cada vez más complejo y exigente, tanto en los medios a utilizar como en el conocimiento que se precisa. ¿Es una cuestión de volatilidad? Negativo. Es cierto que venimos de un largo periodo de volatilidad decreciente, que incluso en muchos precios estaba en mínimos históricos, pero no es solo esto.

CRECIMIENTO DE BASE AMPLIA
Los cambios no vienen tanto de mano de la pandemia, que incluso sirvió, a través de las medidas paliativas monetarias y fiscales, para moderarla, sino que se derivan de un cambio en las voluntades de los gobernantes, -se supone que empujados por los gobernados- que aspiran a sociedades donde el respeto al medio ambiente, un reparto más eficiente de la riqueza y una economía más social, sean sus ejes.

La dificultad radica en trasladar esas ideas al mundo actual, sin que las consecuencias puedan amenazar los objetivos. Hasta una sociedad tan estable y conservadora como la japonesa, acaba de poner al frente del gobierno a un líder que, aunque procede del grupo de poder que ha gobernado el país sin apenas interrupciones desde la IIGM, manifiesta su voluntad de romper con las reglas que ha definido como “fundamentalismo neoliberal” que en su opinión no han sido capaces de lograr un crecimiento de “base amplia” en referencia al programa Abenomics que ha dirigido la política económica del país en la última década.

LA LETRA PEQUEÑA
Los líderes de los países desarrollados, interpretando los deseos de las sociedades que gobiernan, creen que hay que cambiar de rumbo y diseñan regulaciones mirando más allá del presente, aparentando que tales cambios no pueden traer más que beneficios. Sin embargo, se habla muy poco de los costes. La realidad, al menos de momento, los desmiente. Todavía sin salir de una marea de medidas que, por definición, no pueden ser más que transitorias por mucho que la transitoriedad se prolongue, tratan de poner los cimientos de ese cambio.

El ejemplo más visible está siendo la transición a una economía sostenible, imponiendo regulaciones que, a tenor de las consecuencias, pueden llegar a ser cuestionadas por aquellos que las padecen. Y es que después de eslóganes y compromisos, se necesita la letra pequeña, es decir, los recursos y las reformas precisas para su ejecución.

Juzgando con generosidad, podemos querer imaginar que los planes para este periodo de transición existen, y sin embargo, poco se ha hablado a la sociedad de los costes y cuanto le corresponde a cada uno. Con menos generosidad, podemos pensar que la letra pequeña está por ser escrita, y que, durante un tiempo indeterminado, que puede ser demasiado largo para muchos, el desconcierto puede ser la norma.

LA TRANSICIÓN DEL LIBOR
Podríamos quedarnos en constatar que muchas correlaciones que nos han acompañado durante décadas se han roto, señal clara de que los mecanismos se están desajustando peligrosamente, pero también podemos ir más allá y sospechar que este desajuste responde a una planificación deficiente, susceptible, por sus costes, de acabar siendo rechazada. Es lo que en menor medida ocurre con la transición desde el LIBOR, y en el futuro el EURIBOR, a otras referencias, cuyo cambio, sólidamente argumentado en la manipulación de estos índices en el pasado, está provocando desconcierto y rechazo entre los llamados a aplicarlo. Y eso que todavía no alcanza a todos, pero alcanzará.
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios