Del ordeno y mando a la jaula de grillos
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Del ordeno y mando a la jaula de grillos

lunes 11 de marzo de 2019, 19:00h

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Conquistada la democracia parlamentaria de la que presumimos y con razón los ciudadanos españoles por los caudillos de los distintos partidos, lo que ocurra entre el 28 de abril y el 26 de mayo se basará más en el ordeno y mando que en la jaula de grillos.

El ordeno y mando se ve con claridad en el PSOE. También en Ciudadanos, en el PP y en Vox, pero en menor medida. Pedro Sánchez no admite liderazgos alternativos y si tiene que recurrir a los Estatutos del partido para imponer candidaturas, lo hace. Los damnificados son los líderes regionales que se oponían al desembarco autonómico de ministros y directores generales, con Susana Díaz a la cabeza. Desde la sede central de la calle Ferraz han impuesto a Pepu Hernández como candidato a la alcaldía de la capital gracias a la obediciencia sin matices de los dirigentes regionales, incapaces de ir más allá de una oposición testimonial. Lejos quedan los días en los que Pepe Acosta y Joaquín Leguina se peleaban conra Felipe González y Alfonso Guerra.

Puede que a muchos les suene mal la palabra caudillo, por aquello de que se utilizó durante cuarenta años para referirse a Francisco Franco, pero está en el diccionario y encaja a la perfección con la forma de ejercer el mando y tomar las decisiones tanto por parte del secretario general de los socialistas como por parte de los presidentes de los tres partidos de la derecha.

La democracia desde la base, con respeto a las decisiones que tomen los afiliados ya se ha convertido en un sueño salvo para aquellos que militan entre las redes de esa jaula de grillos en la que se ha transformado Podemos. Y le ha ocurrido exactamente por un exceso de caudillismo por parte de Pablo Iglesias, que ha permitido a sus adversarios internos recurrir a la sublevación/conspiración para intentar derribarle. A él y al resto de sus fieles comenzando por Irene Montero. Un ejemplo casi perfecto es la lucha familiar en Madrid entre las dos hermanas Serra, una sigue a Iglesias, la otra a Errejón. Sin que Manuela Carmena nos deje olvidar que los caudilismo no son una exclusiva de los hombres.

Con todo, el ejercicio de democracia que se ve en Podemos, sirve a los demás partidos para intentar evitarla. Democracia significa para todos ellos fragmentación, cuestionamiento del líder, demostración de que si el “jefe” no es capaz de poner el ordeno y mando e su casa, ¿cómo lo va a hacer al frente a la nación?. Una pregunta trampa que permite dejar la opinión de los militantes en la orilla y que sea la élite dirigente la que tome las decisiones por todos los demás.

Santiago Abascal lo dejó muy claro: nada de primarias que pudieran ser la puerta de entrada del “enemigo”. Las listas y los nombres se decidirían desde arriba, y como apenas había base para oponerse y Vox aparece como el gran beneficiado de las dudas de los votantes entre derecha e izquierda, se acabó la discusión.

Menos “controlador” de su partido frente a las baronias autonómicas, Pablo Casado y su segundo y su tercero no tienen más remedio que “pactar”, pero lo hacen con la boca pequeña, retocando por aquí y por allá y mandando a la jubilación forzosa a los que han sido sus maestros. Renovación en el PP que favorece que la dirección salida de la despedida de Mariano Rajoy y la lucha fratricida entre Santamaría y Cospedal pueda imponerse con pequeñas dificultades. Y a la espera de lo que pase en las urnas. Tosavía no está cerrada la crisis en esa parte de la derecha española.

El acusado vaiven de Ciudadanos y su líder, de derecha a izquierda para volver a la derecha y luego intentar recuperar un centro liberal mientras mira de nuevo a Francia y a su presidente, le permite a Albert Rivera camuflar su ordeno y mando con revisiones de las votaciones internas en Castilla y León. Salvo que se demuestre que 81 votos fueron amañados los afiliados naranjas en esa autonomía tendrán que asumir aquello de que “donde hay patrón no manda marinero”.

Y si a nivel nacional el caudillismo funciona, a nivel autonómico es aún más palpable. Miramos a Cataluña y señalamos a Puigdemont y prácticamente está todo dicho. El ex presidente huído manda desde la distancia e impone su “autoridad” por encima de los miltantes del PDeCat y de todo aquel que ose interponerse en su camino hacia ninguna parte. Pone en juego la supervivencia de todo lo que ha conseguido Cataluña en los últimos 40 años a cambio de su propia supervivencia. Jordi Pujo mandaba mucho, casi todo. Artur Más un poco menos. Puigdemont se mira a sí mismo en el espejo y cree ver a toda Cataluña. Un espejismo muy caro.

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