¿Corre el riesgo Podemos de imitar a la UCD?
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¿Corre el riesgo Podemos de imitar a la UCD?

martes 09 de enero de 2018, 03:00h

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Si el Podemos de Pablo Iglesias mira en el espejo de nuestra historia política más reciente se vas a encontrar con la UCD de Adolfo Suárez. Al expresidente le reivindicó Albert Rivera en 2016 para “reforzar” la imagen centrista de Ciudadanos frente a un PP que representaba a la derecha. No le funcionó electoralmente y “aconsejado” por José María Aznar, en el último año, se ha ido desplazando hacia las posiciones de esa misma derecha a la que criticaba hasta arrebatarle a los populares una gran parte de sus mensajes.

Rescatar a la UCD y a Suárez del olvido de la Transición ha sido y es un ejercicio de cinismo por parte de nuestra clase política. Al ex presidente se le atacó, se le aisló y se le olvidó con total impunidad histórica. Desde la derecha que llegó al poder de la mano de Aznar y se nutrió del derribo de esa formación con Manuel Fraga, a la izquierda del socialismo de Felipe González que participó en el reparto de esa destrucción con mejor fortuna inicial, tal y como reflejaron las elecciones generales de 1982.

La UCD que había nacido como partido el 21 de octubre de 1978 se disuelve como tal el 18 de febrero de 1983. Había surgido como coalición un año antes de cara a las primeras elecciones democráticas a la sombra de la presidencia del gobierno que ostentaba Adolfo Suárez y “moría” de desastre político dejando para los libros de historia al presidente que había firmado la entrada en la OTAN, Leopoldo Calvo Sotelo, y al candidato, Landelino Lavilla, que pasaba de 165 escaños a ocho. Manuel Fraga conseguía 107 y se convertía en la tranquila oposición hasta trece años más tarde. Y el renovado y “desmarxirizado” socialismo de Felipe González conseguía 202 escaños y más de una década de tranquilos gobiernos.

¿Corre el riesgo Podemos de imitar a la UCD?. Se parecen en algo importante: dentro de aquella operación de centro derecha habitaban hasta 35 partidos y formaciones fundacionales, desde la democracia cristiana al liberalismo. Más de 30 años después en Podemos habitan casi tantas corrientes como entonces, ahora en el espectro de la izquierda moderada y de la izquierda radical, a medio camino entre el marxismo clásico y su aplicación por los bolcheviques de Lenin y Stalin, y la herencia anarquista de Bakunin.

Si UCD implosionó desde dentro por las presiones externas, como si de una bomba atómica se tratara, en Podemos podemos estar asistiendo al inicio de un fenómeno parecido. En el centro derecha de comienzos de los ochenta se luchaba por ganar y administrar el poder heredado directamente del franquismo. En la izquierda de este siglo XXI se discute por el carácter ideológico que debe tener ese poder, sin darse cuenta que para dotar de un color a un lienzo, primero hay que tener el lienzo.

Podemos y sus distintas confluencias han tenido que superar sus distintas formas de ver la revolución como forma de alcanzar el poder. Su base ideológica, fundada en la interpretación del marxismo es la misma, pero la lectura de los textos y sobre todo las explicaciones históricas que pasan por las dos grandes revoluciones del sigloXX, la soviética y la china, y hasta por la acomodación de la socialdemocracia europea al capitalismo que sale de la II Guerra Mundial, es muy distinta.

En el caso de la UCD, una de sus grandes divisiones internas fue la cuestión territorial, que terminaría plasmándose en el famoso “café para todos” del ministro Clavero Arévalo. Hoy, en Podemos, la crisis catalana ha agudizado los enfrentamientos y amenaza con romper los mínimos necesarios de unidad si se quiere llegar con posibilidades de éxito a la larga lista de elecciones que tendrán lugar en 2019.

Más similitudes: a comienzos de los ochenta del siglo pasado la primera gran víctima de las divisiones internas de la Unión de Centro Democrático fue Abril Martorell, el vicepresidente del gobierno; en el inmediato ayer la primera de las víctimas dentro de Podemos fue el número dos, Iñigo Errejón. Luego han venido más “abandonos” de aquel grupo inicial de profesores universitarios, como Carolina Bescansa. Y si Suárez y la UCD tuvieron varias “musas” políticas como Soledad Becerril, Carmela Moreno o Carmen Díaz de Rivera; Podemos y Pablo Iglesias pueden hacer gala de las suyas.

Y, por último: si la desaparición de UCD - acompañada por el estancamiento y retroceso del PCE - sirvió para articular el bipartidismo imperfecto que nos ha llegado hasta nuestros días entre el PSOE y el PP; el intento de reeditarlo en torno a ese nuevo PSOE de Pedro Sánchez y el Ciudadanos de Albert Rivera, puede que necesite no sólo el derrumbamiento del actual poder de Mariano Rajoy, también de la descomposición de la izquierda que nació desde los movimientos sociales del 15M y se ha nutrido de la armazón ideológica universitaria de sus actuales líderes.

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