Quizá Rajoy acierta, pero ¿él lo sabe?

lunes 30 de mayo de 2016, 23:44h

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Confieso que los tempos y los modos de Mariano Rajoy me desesperan. No hay quien le entienda. Y, sin embargo, en medio del marasmo, ayudado por las torpezas y los excesos de los otros, así como por las complicidades de algunos, incluyendo la coyuntura que vivimos, acierta. Acierta sin dar un paso ni hacia atrás ni adelante. Las encuestas que se preparan le sonríen moderadamente –claro que necesitará apoyos para gobernar, y él quiere, sobre todos, el del PSOE… sin Pedro Sánchez al frente, claro está— y, aunque a él le sitúan a la cola de la popularidad, la verdad es que dan la impresión de que el país no está aún tan preparado para el famoso Cambio como para ensayar el salto en el vacío representado por la alianza Podemos-IU. En medio quedan Rivera –ya casi en la otra orilla, aunque pretende que no se note demasiado— y ese Sánchez que se queda colgado de una pinza que nadie ha pretendido, pero que se da de una forma natural.

Sí, porque la pinza, te dicen tanto en el PP como en Podemos, nadie la busca, pero, como las meigas, haberla, hayla. Cuando Rajoy dice, en el cada vez más notorio círculo de economía de Sitges, que él refiere pactar un período reformista con el PSOE tras las elecciones, en el fondo está clavando otro clavo en el ataúd del secretario general del PSOE. Y todo, todo lo que hacen los de Podemos-IU, cuando dicen tender la mano a un PSOE minusvalorado por los sondeos –que van a estar muy de moda en las dos próximas semanas, ya verán-, es preparar la soga para la horca de un Sánchez que cometió un grave error estratégico y táctico ya aquel lejano 20 de diciembre y meses siguientes: pudo haber sido el vicepresidente de un Gobierno reformista, puede que presidido, sí, pero temporalmente, por Rajoy. Ahora se configura como el hombre que tendrá que abstenerse, para no repetir eso de las terceras elecciones en menos de un año, en la votación de investidura de un Mariano Rajoy que se quedaría en La Moncloa aquejado de una cierta risa interna; la que produce ver pasar ante tu puerta monclovita el cadáver del enemigo que patinó al llamarte indecente. Y, si eso se desarrolla así y ha de abstenerse en la votación Rajoy sí-Rajoy no, ello tendrá indudables consecuencias políticas para la carrera de Sánchez.

He comentado algunas veces que Pedro Sánchez, que es una figura mucho más válida de lo que presentan algunos retratos ‘interesados’ de politólogos, aún puede sortear su destino. E intuyo que va iniciando un viraje hacia un posible gran pacto, de la misma manera que Rajoy va virando para sugerir que la suya es una figura verdaderamente reformista. Eso sí, me gustaría escucharle en qué van a consistir esas reformas que asegura que quiere poner en marcha junto con el PSOE y, en su caso, Ciudadanos. Porque a uno, como contribuyente y votante, como ciudadano de a pie y como periodista mirón, no le interesa tanto el futuro personal de Rajoy y Sánchez –ay, si de mí dependiese ese futuro…-, no tanto qué vaya a ser del PP, del PSOE, de Ciudadanos o de Podemos, cuanto en qué vayan a consistir esas reformas, esa regeneración política, tan necesaria en mi país, España. Y es eso, precisamente, lo que estoy echando en falta cuando nos asomamos a una semana que va a estar llena, ay, de discursos vacuos, de pistoletazos de salida en carreras vanas. Y eso, concretamente eso, es lo que, cada día que nos aproximamos a ese 26-j definitivo, de verdad resulta más inquietante.

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