Circula hace tiempo la versión de la atracción fatal que Pablo Iglesias y otros cofundadores de Podemos, como Iñigo Errejon o Juan Carlos Monedero sienten por algunas compañeras de partido o alumnas de la Universidad en la que eran profesores, y de ahí se colige la opinión que el Presidente del gobierno tiene sobre ellos.
El maltrato es un asunto repugnante, entre otras razones porque el que lo ejerce siempre tiene más poder que su víctima, y cuando éstas se rebelan para exigir justicia quedan en evidencia los abusadores.
Me llama la atención el silencio de los aludidos en los motes con los que se dirige a ellos el Presidente del gobierno, porque no son ciudadanos indefensos sino cargos públicos, con nivel económico y orgánico de ministros, que toleran la humillación a la que están siendo sometidos.
La ministra de defensa, Margarita Robles, es “la pájara”; a sus barones díscolos les llama “petardos e impresentables”, a Felipe González “el amargado” y otros calificativos que pronuncia un tipo que desprecia a propios y extraños, impropios de un Presidente de un gobierno y un partido que está en situacion de derribo por peligro de ruina moral.
Este ipo de situaciones se dirimían en el Lejano Oeste con un duelo en mitad del pueblo , pero hoy sería muy higiénico y digno recuperar un mínimo de dignidad personal y pública.
Entiendo que algunos indigentes intelectuales que forman parte del gobierno, aguanten lo que le echen, pero no concibo el silencio de los corderos de quienes no tienen necesidad de acabar sus días en el basurero de la reciente historia de España porque un maltratador como Pedro Sánchez los rebaje a la condición de chusma.