Aznar y González entre salir a la calle y el golpe palaciego
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Aznar y González entre salir a la calle y el golpe palaciego

miércoles 13 de septiembre de 2023, 20:05h

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El presidente más presidente que ha tenido el PP, José María Aznar, ha llamado a “salir a la calle” para oponerse a la posible amnistía de Puigdemont y compañía. Le marca la línea a seguir al sucesor de su sucesor, que casi nunca le hizo caso, más bien todo lo contrario. En el otro lado, el presidente más presidente que ha tenido el PSOE, Felipe González, no pide salir a la calle a los suyos pero si les incita a una nueva rebelión interna, a un “golpe palaciego” contra Sánchez como el que ya protagonizaron en 2016, que tan sólo sirvió para que el “expulsado” regresara para llevar al socialismo al poder cuando nadie lo esperaba.
Los ex presidentes de Gobierno en este país no se contentan con convertirse en “jarrones chinos” para decorar misiones de protocolo en el exterior o consejos de despacho sin mirones que quieran saber más que sus jefes. Quieren que se les tenga en cuenta, no les basta con el recuerdo, sea bueno o malo. Felipe y José María, al igual que les sucede a Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy siguen empeñados en dar lecciones a Sánchez y Feijóo para, según ellos, evitar que se equivoquen. No recuerdan la cantidad de veces que ellos hicieron lo mismo.

De nuevo, como tantas otras veces en nuestra breve historia democrática, será mejor oír la voz de los poetas. A veces, son capaces de reflejar la realidad de un país mucho mejor que los políticos y los investigadores sociales. Hoy, en estos días de convulsión y ataques cruzados entre los partidos y sus dirigentes, faltan las voces y los ecos de los versos; los mismos que acompañaron la llegada de la democracia y los mismos que hace diez años fueron necesarios para llamar a las tragedias personales por su nombre.

Tal vez sea llegada la hora de recitar versos que llamen a la protesta y a la indignación, en lugar de slogan partidistas tan vacíos de significado como los que llenan los medios de comunicación.

El himno de protesta de aquellos y de estos tiempos en los que se quiere desterrar la esperanza tiene letra, la escribió el poeta Gabriel Celaya en 1955 en 36 versos ; tiene música: la que le puso Paco Ibañez en 1967 con su voz y su guitarra desde París con siete palabras que eran y siguen siendo la mejor de las llamadas a la rebelión social de la España real contra la España oficial; y tiene imagen: la que pintó Pepe Ortega ese mismo año, con sus siete clavos que atraviesan el corazón de lo español, ese sentimiento universal que los tres vivieron en el exilio.

Dejo el poema "España en marcha", que así le puso por nombre Celaya muchos años antes de que sus cenizas fueran arrojadas al viento de Hernani, como de lectura obligada para todos aquellos que sigan creyendo que la poesía es un arma cargad de futuro, y pongo estos tres versos como acicate para ello: " ¡A la calle!, que ya es hora/ de pasearnos a cuerpo/ y mostrar que, pues vivimos, anunciamos algo nuevo".

Seamos bárbaros y sencillos, sin renegar de ningún origen, sin vivir mirando al pasado, dispuestos a transformarnos para crecer, sin cuentos, españoles con futuro, recordando los errores pero sin caer presa de ellos, a luchar por lo que verdad importa. Habrá que unir las voces de siempre de los poetas que cantaron y hablaron de nuestra tierra con la de aquellos que están dispuestos a recorrer las calles sin violencia pero con la firmeza con la que se combate la injusticia.

Es la calle la que está empujando a los políticos y a sus partidos a cambiar las leyes y tendrá que ser la calle y no los Parlamentos, por más que se revistan de legitimidad democrática, la que consiga que España no permanezca en un pozo sin fondo durante años y años. La democracia, conviene recordárselo a los llamados "padres de la patria" no es un acto que se realiza cada cuatro años y que consiste en meter dentro de una urna una lista llena de nombres.

Eso son las elecciones, que son sólo una parte de la democracia, y que si obligan a los ciudadanos en su delegación de poder a los elegidos, a éstos les obliga en sus compromisos. Y si se rompe lo segundo por incumplimiento, puede romperse lo primero y dejar sin efecto el "contrato" entre las partes.

Mal estaba - y me temo que sigue estando - este país nuestro y peor aún su clase política, empresarial y sindical cuando 47 jueces decanos de toda España - elegidos por sus compañeros de forma directa - firmaron y afirmaron en un escrito que "la justicia estaba llamada a encabezar el discurso público contra la crisis". Parece que acertaron a vislumbrar ese futuro que ya es hoy.

Si volvemos a mirar tal y como lo jueces al choque entre los encargados de hacer justicia y los que desde el Parlamento deben elaborar las Leyes, y desde los respectivos Gobiernos deberían ejecutarlas, será muy fácil comprobar lo mal que debe andar la propia Justicia cuando el órgano regulador de sus protagonistas, el Consejo General del Poder Judicial, se convierte en protagonista de la vida pública y sus máximos representantes en las “bazas” de los políticos para intentar imponer sus ideas y sus argumentos.

Recordemos que hubo un Documento previo en el que aparecía una frase como esta: " mala praxis de las entidades financieras", una afirmación que recibiría el respaldo de la propia Unión Europea, unas semanas más tarde y que serviría de base para que desde Bruselas y desde el Banco Central nos impusieran unas normas que rozaban la temida intervención directa como habñía sucedido en Grecia, en Irlanda y Portugal. Eran los datos globales, la imagen panorámica de una crisis que se cobraba vidas y haciendas con nombres y apellidos.

Tres suicidios, el último fue el de Amparo Egaña, y 400.000 deshaucios que fueron en el no tan lejano 2012 cuatrocientas mil familias arrojadas a la calle. Miraron en su entorno, nos miraron a todos a los ojos, de igual manera que nos miró una simple letra "M", colocada en un portal de Internet y que correspondían a una mujer que estaba dispuesta a vender partes de su cuerpo, todos aquellos órganos que no fueran vitales para vivir, o la octogenaria Marta Pajarón y su hija discapacitada y ciega María del Mar muertas en la soledad de su casa.

Fueron y no conviene olvidarlo, ejemplos de la España negra, la España de las tijeras de podar sobre los servicios sociales, sobre la educación que debe proporcionar siempre las bases de cualquier futuro, sobre las pensiones que aseguren una vejez digna a los que han trabajado toda su vida.

Es la misma España que mantiene una estructura administrativa y política descomunal que llevó a miles de familias a estar por debajo del umbral de la pobreza ( un 26,5% más que en Grecia ) y a que uno de cada tres euros que tengamos que pagar el estado en las declaraciones de Hacienda tenga que dedicarse a pagar esos cerca de 50..000 millones de intereses que nos cuesta el endeudamiento que padecemos por ese déficit público que todos los gobiernos han aumentado año tras año, sea cual sea su presidente y sea quien asea el ministro o ministra del correspondiente Ministerio.

Cambian los nombres, cambia el color del partido en el poder pero la deuda global del Estado, que a estas alturas de 2023 ya supera el 120% del Producto Interior Bruto, será imposible de pagar en generaciones. Tal vez nunca.

Recuerdo que el entonces ministro y hoy número dos del BCE, Luis de Guindos lo justifica casi todo por la "desaceleración sincronizada" que se vivía en todo el mundo. Algo que debe mantenerse diez años más tarde y que a sus ojos le hace, al igual que a su “jefa” pensar que nuestro país va a necesitar que lo vigilen de cerca a la hora de repartir los Fondos Estructurales aprobados.

La hoy responsable de la gobernanza en Italia, Giorgia Meloni, se resistió siempre a emplear la palabra rescate, al igual que lo hacen el resto de los países europeos pese a que su deuda es incluso superior a la española, hasta convertirse en irreal. Volvemos a escucharla bajo los mismos adjetivos y las mismas dudas europeas sobre la capacidad de nuestra clase política para gestionar los asuntos del dinero.

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