Los dos comunistas que fueron a morir en las playas de la derecha española
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Los dos comunistas que fueron a morir en las playas de la derecha española

martes 11 de abril de 2023, 08:49h

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Los gozos y las sombras de dos comunistas del ayer, que mueren como apóstoles de las derechas, son la mejor necrológica que se puede publicar en esta semana en la que la Familia Real asiste al mejor de los Inventos religiosos que se le ocurrió a un párroco de 27 años, llamado Luís Lezama, recien llegado al madrileño pueblo de Chinchón. La Pasión de Cristo interpretada por los vecinos. Las vidas de Fernando Sánchez Dragó y Josep Piqué Camps son dos grandes ejemplos de la España de hoy. Bien estaría que la Princesa de Asturias se interesada por las vidas de los dos como si de una lección de historia se tratara.
A uno se lo llevó la muerte temprana, al otro la edad de su corazón. Los años y su forma de vivir y hasta de morir sirven de entrada y salida al laberinto de la España de hoy. Fernando se despedía el lunes, sin él saberlo, a través de las redes sociales con un gato, su gato Nano, sobre su cabeza mientras escribía en su casa o refugio del pequeño pueblo soriano de Castilfrio de la Sierra, de apenas 40 vecinos; Josep decidió marcharse desde una habitación del hospital 12 de Octubre, perdida su última batalla contra el cáncer. El primero dejó pasar la Semana Santa, el segundo no quiso esperar más y decidió que era el momento de celebrar su despedida de este mundo el Jueves de Pasión.
Los dos tenían en común el mismo “pecado político” de juventud. Fernando, con 22 años, pasó unos meses por la cárcel de Carabanchel por militar en el PCE para luego convertirse en uno de los mejores ejemplos de la libertaria y liberal acracia de derechas española. Josep, con esa misma edad ya empezaba a curarse del sarampíon militante del PSUC y de su más radical y catalanista Bandera Roja. Sánchez Dragó tuvo que esperar a la llegada de la Democracia para que le publicaran su mayor éxito editorial, “Gargoris y Habidis” con Gonzalo Torrente Ballester (quien tuvo que hacerse falangista por obligación, al acabar la Guerra Civil, para convertirse después en uno de los grandes novelistas españoles del siglo XX ) de protector del viajero que había llevado el manuscrito por tres Continentes. Piqué Camps decidió alejarse del marxismo de la forma más rápida posible y lo hizo, fiel a la tradición paterna, que había militado en la UCD de Adolfo Suárez, y de la mano del nacionalista Maciá Alavedra, uno de los nombres imprecindibles para entender la Esquerra que dirige Junqueras hoy y la Convergencia que organizó con mano de hierro Jordi Pujol, ayer, ofreció su inteligencia para cuadrar los números que había destrozado Banca Catalana.
Mientras Fernando se dedicaba a escribir y viajar y tener amores amplios y cuatro hijos. Y sobre todo a escandalizar a la mojigata sociedad española de finales del siglo XX, tanto a su derecha como a su izquierda para terminar de consejero de Santiago Abascal y casamentero del lider de Vox con su excompañero de antigua devosicón marxista; Josep hizo unos números, calculó las posibilidades políticas que tenía, sacó la raíz cuadrada del nacionalismo catalán, le sumó el coeficiente corrector de las inversiones necesarias para negociar con el recien estrenado poder democrático y llegar, dieciseis años más tarde como ministro, al primer Gobierno de José María Aznar. El PSUC al igual que CiU se quedaron para los libros de historia. Era mucho más interesante el hoy de la derecha liberal que tenía a Rodrigo Rato de sumó sacerdote económico.
El hombre nacido en Villanueva y Geltrú, de hablar sosegado y brillante, coleccionó Ministerios con la misma facilidad con las que el madrileño educado en el Colegio marianista de El Pilar sumaba títulos para sus libros. Si ponemos las edades en las que han muerto tendremos un palíndromo numérico, también llamado capicúa, que es mucho más feo y sugiere la entrada a una enciclopedía de ornitología. Si se lo diéramnos el 6886 a Fernando es posible que le buscara un sentido cabalístico; si se lo entregáramos a Josep entendería que le estamos dando los últimos cuatro números de una cuenta reservada y secreta.
Los meandros del poder político le llevaron a Piqué a las turbulentas aguas de los negocios internacionales y las grandes compañías, desde el KIO de Javier de la Rosa a la OHL de Villar Mir. Siempre hizo muy bien el trabajo que le encomendaron, ya fuera como ministro de Industria, como portavoz gubernamental o como titular de Exteriores. Siempre defendió que la guerra de Irak fue culpa de Sadam Hussein y que a José María, al igual que a George Bush, les engañaron los servicios secretos con lo de las armas de destrucción masiva.
En la literatura y la pasión por distanciarse de la mediocre sociedad española encontró Dragó la mejor de las drogas. Disfrutaba con el escándalo desde sus millones de palabras escritas y sus apariciones en televisión. Si Josep se había casado dos veces y tenía tres hijos, él se casó con papeles y sin papeles muchas veces más, con cuatro hijos de madres distintas.
Piqué siempre fue un burgués educado, Dragó un burgués provocador. A los dos les repelían por igual Pablo Iglesias y Ada Colau. Desde la gobernante Unidas Podemos les hubieran restado de la sociedad de 2023 por causas distintas pero confluyentes, las mismas que salieron como venablos hacia el poder y la oposición de la boca de Ramón Tamames, al que querían y respetaban mirando su rostro de Jano comunista, durante la Moción de Censura.
A ninguno les podían entender ni Pedro Sánchez, ni Alberto Núñez Feijóo. Mucho menos los que se quedaron con el santo y seña del 15-M pensando que iba a ser ellos los que levantaran los adoquines que no había podido alzar Daniel Cohn-Bendit en 1968 para ver la arena de la playa.
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