El Rey, en medio de la guerra y arrastrado por la violencia política
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El Rey, en medio de la guerra y arrastrado por la violencia política

martes 27 de diciembre de 2022, 07:08h

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Los discursos de Nochebuena del Rey se miran por lo que dice y el cómo lo dice, por un lado, y por las circunstancias personales y sociales en las que se producen. Desde la derecha se elogian y desde la izquierda se critican. Siempre ha sido así, con Juan Carlos y con Felipe. Unos y otros, junto a los comentaristas de los medios de comunicación, interpretan las palabras y los silencios. Quieren ver a jun Jefe de Estado y se olvidan de que es un Rey. Una grave equivocación.

Los Reyes de hoy no se eligen en las urnas, se suceden por un proceso que nada tiene que ver con la Democracia. No tiene necesidad de presentar programas electorales, ni de hacer campañas políticas, ni de confeccionar listas de candidatos. Su curriculum es familiar y está al margen de su valía. No llegan al trono por su inteligencia, les basta con nacer en primer lugar. Se mueren en la cama, con la corona puesta, como Isabel II del Reino Unido, o abdican como Juan Carlos I de España.

Son los últimos representantes de una institución medieval que debería haber muerto a manos de la revolución industrial tras dos guerras llamadas mundiales. Tienen privilegios que están fuera del alcance del resto de los ciudadanos, y muy pocas obligaciones. Los que han sobrevivido en Europa son tan inútiles a la hora de gobernar y tomar decisiones que afectan a la vida pública en España como en Holanda, en Dinamarca o Reino Unido. Las Monarquías europeas han tenido que aceptar esa separación de poderes como necesarios para sobrevivir.

El último de los mensajes de Felipe VI ha tenido menos audiencia televisiva, entre otras razones por la caída en audiencia de las propias televisiones. A un Jefe de Estado se le puede ewxigir que “se moje” en los temas de Gobierno por ser un representante de los partidos políticos. No es una persona imparcial ya que depende de las urnas y de los votos que consiga, ya sea de forma directa o indirecta. Un Rey no tiene más remedio que intentar situarse en el centro de una guerra sin dsejarse arrastrar por la inevitable violencia política que surge de la ambición de poder.

Felipe VI, que ha mejorado de forma notable en la forma y en la manera de dirigirse a los españoles, frutoo tal vez de las opiniones y trabajo de la Reina respecto a los medios de comunicación, habló de casi todo sin decir casi nada.

Nadó y guardó la ropa en todos los temas internos de España, con la evidente equidistancia entre los dos bloques políticos en los que ha desembocado la batalla judicial. ¿podía hacer otra cosa?, ¿ podía haberse escorado hacia el Gobierno o hacia la oposición?, ¿ podía haber criticado a los jueces del Constitucional y del CGPJ o habría encontrado mayor apoyo popular si lo hubiera hecho del Gobierno de coalición?

Creo que, siendo Rey no Jefe del Estado, mo podía y no quería. La supervivencia de la Monarquía de la Casa Borbón va a estar siempre caminando por el Delgado alambre de su necesidad y de su orige tras dos frustradas Repúblicas y una larga Dictadura que pretendió inaugurar un imposible: una nueva Dinastía tras el evidente fracaso de los antepasados de Juan Carlos I.

De los trece minutos que duró su intervención dedicó demasiado espacio a la guerra de Ucrania y muy poco a los problema diarios de los españoles. Defendió la Constitución nacida de los acuerdos políticos y militares del año 1978 sin darse cuenta que aquella España ha cambiado tanto que es irreconocible. Nuestra Carta Magna ha cambiado mucho, por acomodarse a Europa, por un lado, y por el desarrollo de los Estatutos de Autonomía, por otro. Tendrá que sufrir más cambios antes de que aparezca otra alternativa y le ocurra lo que le sucedió a las Leyes Fundamentales del franquismo.

Es de perogrullo la verdad en la que asentó la unidad deseable de los distintos territorios de España, pero la forma de entender esa unidad hoy, por las nuevas generaciones, no tiene nada que ver con la unidad que se plasmó en. La Constitución de 1978, a la que hay que reconocer, por la derecha y la izquierda, que fue un milagro impensable tres años antes; un milagro que ha llegado hasta estos días, pese a los vaivenes y tormentas nacionalistas, gracias a la iniciativa que tuvo el hoy Monarca exiliado que asumió, defendió y propició que en junio de 1977 tuviesen lugar las primeras elecciones democráticas con participación de todos los partidos.

Un detalle que se margina y se entierra a base de analizar los escándalos económicos y amatorios del Rey Juan Carlos. La unidad es una cosa y la uniformidad otra muy distinta. En ese territorio estructural de España es dónde Felipe VI podía avanzar más y mejor, con efectos positivos para la propia institución monárquica.

Defendió la presencia española en la OTAN y en la guerra de Ucrania. Defendió la importancia de Europa en nuestro presente y en nuestro futuro, tanto a nivel político como económico, con mención expresa a la presidencia que tendremos en el último semestre del próximo año, un guiño al actual Ejecutivo de Pedro Sánchez.

Se olvidó de todo lo demás, desde Iberomérica a los países árabes, con Marruecos a la cabeza. Un error que, junto a los que comete nuestra diplomacia, hará que los países que hoy se encuadran en el llamado “Grupo de Puebla” se alejan de España y se abran a otros países tan deseosos de ocupar el espacio de España - con la ventaja que da la lengua común - como lo han hecho en los últimos quinientos años. No parece que ni los políticos, ni el Rey hayan aprendido mucho de la Historia.

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