De ahí no escapa nadie
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De ahí no escapa nadie

miércoles 23 de marzo de 2022, 02:39h

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Los que estén más vinculados al mundo de las materias primas habrán seguido con atención la crisis que está viviendo el LME a consecuencia de lo ocurrido con el Nickel. El mercado que marca precios mundiales hubo de cerrarse el día 8 de marzo porque no funcionaba. Ahora, en su mayor crisis en sus 145 años de historia, está luchando por reabrir. Sin éxito. La sesión del viernes que tenía que iniciarse a las 9.00 am, retrasaba su apertura en 45 minutos por supuesto problemas técnicos, para tener que cerrase inmediatamente después.

Muchos productores y consumidores llevan ya muchos días sin poder fijar precios para su actividad. No hay. Un caos. Pero el daño va más allá de la ausencia momentánea de precios. Cuestiona su funcionamiento, y afecta seriamente a la credibilidad de la institución.

Obligará a revisar los procedimientos en todos los contratos en los mercados de futuros, que, si hubiesen de definirse en dos características, estas son en las que ha fallado: la garantía de precios negociables de compra/venta, y la ausencia de riesgo de contraparte. Más pronto que tarde se conseguirá reestablecer la actividad, pero seguramente los reguladores acabarán por establecer normas de funcionamiento, todavía más estrictas.

SIN SABER A QUE ATENERSE

Algo semejante está ocurriendo en la economía mundial. Hechos económicos a los que estamos acostumbrados y que damos por seguros, no funcionan. De pronto parece que todo se ha roto e igual que el LME trata de restaurar su credibilidad y hacer funcionar de nuevo el mercado, los gobiernos tratan de paliar lo que pueden mientras productores y consumidores no saben a qué atenerse. Eso hace daño. Se superará, pero con costes de todo tipo: algunos inmediatos y coyunturales, y otros estructurales y de efectos a largo plazo. Eso traerá cambios en el funcionamiento de los mercados.

DOS EFECTOS SINGULARES

Más allá de los efectos obvios en la inflación y en el crecimiento, que solo podremos empezar a valorar seriamente cuando la situación de crisis se cronifique, ya se vislumbran dos efectos singulares: Uno que es más evidente, y que hemos venido a llamar el fin de la globalización, dando paso a un mundo de economía regionalizada donde los precios dejaran de ser su eje conductor, y por tanto donde la inflación dejará de ser algo tan estable como hemos tenido en las últimas décadas. Eso exigirá atención. Lo podemos interpretar también como volatilidad de precios.

Otro eje transformador que se adivina es el inicio del proceso que nos conducirá a la merma del protagonismo del dólar como divisa de referencia. La incautación de las reservas rusas, un hecho sin precedentes en la historia del actual sistema monetario surgido en Bretton Woods, es un agujero que se ha abierto con esta crisis y que amenaza el orden mundial de los mercados de divisas. Esto va a afectar a los tipos de interés, clave de bóveda de los mercados de divisas, de modo que gestionar su riesgo va a exigir más atención.

AMAGA Y AMAGA

Mediante sus decisiones y sus anuncios sobre tipos de interés, la Reserva Federal quiere controlar la inflación, limitando todo lo que pueda el riesgo de provocar una recesión. Amaga y amaga, pero sus pasos son lentos y la brecha entre discurso y hechos, es muy amplia.

Acaba de articular la primera subida de hasta siete que sugiere que tendrán lugar este año, a lo que sumará, todavía sin concretar cuando, el inicio de la venta de su cartera de bonos. Cuesta creerlo y habrán de gestionarlo bien, porque que falle el LME puede generar el caos en algunas materias primas, pero si se abre la brecha de credibilidad en la Reserva Federal, de ahí no se escapa nadie.

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