Los dos miedos que atenazan a Casado y Ayuso
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Los dos miedos que atenazan a Casado y Ayuso

sábado 30 de octubre de 2021, 07:56h

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La presidente de la Comunidad madrileña y el presidente del Partido Popular viven atormentados por sus propios miedos, con el recuerdo de lo ocurrido en el XIX Congreso del partido en su memoria. Sus ambiciones políticas les ciegan y no ven que si Pedro Sánchez y el PSOE consiguen mantenerse en el poder tras las futuras elecciones generales, su supervivencia será imposible.

La presidenta de la Comunidad de Madrid quiere ser también la presidenta de su partido en la Autonomía. Está en su derecho y sería lo más lógico para evitar una bicefalia que le reste fuerza dentro de la derecha de cara a las futuras elecciones municipales y autoñmicas de mayo de 2023. Así ha sido hasta ahora. ¿Dónde está el problema para no convocar el Congreso regional cuando antes?.

La gestora que preside Pio garcía Escudero es una anomalía. Es el recurso interno de los partidos en situaciones de crisis de liderazgo. Tras la apabullante victoria de Díaz Ayuso el pasado 4 de mayo este problema debería haber desaparecido. Les guste mucho, poco o nada a Pablo Casado y a Teodoro García Egea el liderazgo de Ayuso dentro de los votantes del centro derecha es innegable.

Lo lógico sería que el presidente del partido aprovechara el tirón de sus “presidentes autonómicos” para reforzar su candidatura y vencer al candidato socialista, que será Pedro Sánchez, por un lado, y al candidato de Vox, que será Santiago Abascal, por otro. Sumar y no restar. Multiplicar y no dividir. Si la matemática no justifica la batalla entablada entre los despachos de la Puerta del Sol y los de la madrileña calle Génova, habrá que buscar la explicación un poco más lejos. Tal vez en el lejano 25 de julio de 2018, en el XIX Congreso del partido tras la marcha de Mariano Rajoy.

Dos mujeres parecían destinadas a la sucesión: Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores Cospedal. A las dos las había utilizado el doble presidente Rajoy para llevar las riendas del Gobierno y del PP. No parecía que hubiera otra alternativa. Apareció en la persona del “outsider” o si se quiere “tapado” Pablo Casado. El actual presidente consiguió el ansiado segundo puesto en la primera vuelta y se encontró con que los votos y apoyos que había conseguido Cospedal se pasaran en bloque a su lado, todo ante de permitir que Soraya se convirtiera en la jefa de los populares.

Los resultados de esa primera votación interna adulteraron la propia democracia de los militantes. Ya no buscaron la mejor solución, el mejor líder. La lucha por el poder dentro del partido se centró en conseguir que el “voto negativo” decidiera el resultado. Casado ganó por suma de oposiciones a Soraya, no por el convencimiento de los 3.082 compromisarios.

Ese recuerdo le persigue. A él y a García Egea. No se fían de lo que puede ocurrir en el futuro Congreso Nacional si la presidentas madrileña llega con el doble cetro político en sus manos y presenta su propia candidatura frente a la de Pablo Casado. Unos hablarán de prudencia, de freno colectivo a las ambiciones personales y disparadas de Ayuso, la verdad es más sencilla: la actual dirección nacional del PP tiene miedo a su compañera Ayuso. El mismo o parecido miedo que tuvo Rajoy ante Esperanza Aguirre y luego ante Cristina Cifuentes.

Con este instrumento de análisis encajan las piezas, pese a que el puzzle está basado en un tremendo error de estrategia y de táctica, esos dos elementos tan útiles para hacer política. García Egea, como instrumento de defensa de su jefe, debe saber que las ambiciones legítimas de Díaz Ayuso no sólo chocan con las suyas, también con las de Juanma Moreno, desde Andalucía; y con las de Núñez Feijóo, desde Galicia, por señalar las más evidentes. Ninguno de los dos apoyará un cambio en la dirección del partido y un cambio en la futura candidatura electoral. Tampoco el resto de dirigentes autonómicos, ni desde Valladolid, ni desde Murcia.

El secretario de Organización del PP debe ser consciente que Pablo Casado lleva ya dos derrotas a sus espaldas, que puede tener una tercera, pero no una cuarta. Dos derrotas en un mismo año que cuentan igual que las que sufrieron José María Aznar y Mariano Rajoy en ocho, así ha sido el acelerón en los calendarios electorales desde que Pedro Sánchez llegó a La Moncloa gracias a la primera moción de censura que tuvo éxito en España.

Isabel Díaz Ayuso tiene prisa, tal vez demasiada y sólo explicable por sus propios miedos y por los miedos y prisas de los que le acompañan, empezando por Miguel Ángel Rodríguez. No quieren que la imagen conseguida tras la victoria frente al PSOE de Angel Gabilondo y refrendada en toda España y hasta en Estados Unidos se desvanezca y haga que Ana Camins, José Luís Martinez Almeida o el siempre dispuesto Pío García Escudero puedan convertirse en las bazas que desde la dirección nacional utilicen para, en una segunda vuelta en Madrid, impedir que Ayuso obtenga su segunda presidencia. El mismo fenómeno que ocurrió en aquel julio de 2018 con Pablo Casado.

Lo normal, lo políticamente estratégico si el PP quiere ganar las elecciones y que su presidente ocupe el palacio de La Moncloa, es que Casado se muestre como un líder integrador y sin miedos internos, dispuesto a utilizar lo mejor y más rentable que tiene en cada Comunidad, y en Madrid ese impulso lo tiene hoy por hoy su compañera Ayuso.

Si a finales de 2023, que es cuando se terminará la actual Legislatura, o antes si Sánchez decidiera adelantar la cita con las urnas, el candidato Casado no logra ganar y formar gobierno - que son dos cosas distintas como bien recordarán tanto Aznar como sobre todo Rajoy - su liderazgo habrá terminado y la derecha española tendrá que buscar otra alternativa, hay sea en Madrid, en Andalucía o en Galicia si es que el presidente de la Xunta se decide por fin a jugar sus cartas a nivel nacional.

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