Los 6 Borbones que deben estudiar Felipe y Leonor
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Los 6 Borbones que deben estudiar Felipe y Leonor

miércoles 11 de agosto de 2021, 01:04h

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Once miembros de la Casa Borbón han reinado y reinan en España desde hace 300 años. De ellos, seis conocieron el exilio por distintas razones y siempre terminaron mal, para ellos, para sus intereses y para nuestro país. La lista y los motivos deben ser un buen y obligado recordatorio para Felipe VI a quién la foto de la Familia en Palma de Mallorca no le ha hecho ningún favor. Se “ve” demasiado al ausente. Está en juego que Leonor, Princesa de Asturias, se convierta en la “tercera Reina” de este país.

Felipe V, el primero, nació en Versalles y recibió la Corona como un “regalo” de su abuelo Luís. Fernando VII y Carlos III se pelearon y se engañaron mientras Napoleón les llevaba a vivir a Francia y ponía en Madrid a su hermano José. Expulsados los franceses Carlos IV nació en el exilio. El mismo destino de Isabel II y toda su familia. Alfonso XII regresó gracias a las armas y al pacto político de liberales y conservadores para morir muy joven y tras una boda que cerrara las puertas a las demandas de sus primos los Orleans.

Alfonso XIII tuvo que marcharse tanto por los escándalos que le asediaban como por los resultados electorales de 1931. Dejó a su muerte un lío familiar que tuvo que solucionar el general al que había apadrinado en su boda. Demasiadas ambiciones que supo encauzar con astucia personal, paciencia política y apoyos financieros Juan Carlos I, que unió los dos nombres para empezar de nuevo. Ni el de su padre ni el del lejano Carlos, los dos sonaban a viejos y se trataba de reinar en una nueva España.
Magnífico inicio, pese a quien pese y piense lo que piense, para un país con demasiada sangre y violencia a sus espaldas. Pésimo final. Otro exilio no declarado pero con los mismos objetivos que los anteriores: borrar el lado oscuro.

Felipe de Borbón y Grecia - Felipe VI para la escaleta real -se ha encontrado trescientos años más tarde con el mismo problema con el que se encontró su tatarabuelo Felipe V, el primer rey Borbón de España y al que le costó quince años que le reconocieran como tal en Cataluña, en Valencia y en Baleares. Los Señores de Castilla jugaron sus bazas y ganaron con un alto coste difícil de olvidar y perdonar por más siglos que pasen. Después, terminada la Primera Guerra de Sucesión, y como evidente venganza, el nuevo Rey de las Españas, acabaría con los privilegios forales de los catalanes y los igualaría a los del resto del Reino, dejando la " singularidad" en Navarra y el País Vasco, que le habían apoyado.

El nieto de Luis XIV tuvo suerte desde el principio de su llegada a España en 1700 hasta su muerte 46 años más tarde. Suerte política y hasta militar, que de salud anduvo bastante mal y las intrigas de palacio tras su boda con Isabel de Farnesio le provocaban depresiones de caballo, de las que sólo le aliviaba la voz del castrato Farinelli. La reina tenía un carácter tan fuerte como su ambición. Se llevaba mal con sus hijastros, se llevaba mal con la familia de su marido, tenía una pésima e injusta reputación entre el pueblo, y todo por una cosa tan sencilla como buscar una corona para sus propios hijos en cualquier lugar de una Europa que se repartían Francia, Alemania e Inglaterra, ante la manifiesta incapacidad de la Monarquia española de los Austrias.

Cataluña quería al archiduque Carlos, que le había prometido respetar su identidad y sus fueros, y mantuvo la rebeldía con ayuda británica hasta que Carlos consiguió de rebote la corona del imperio austro-húngaro. Se olvidó de inmediato de sus " súbditos" catalanes, pacto con ingleses y franceses, se repartieron trozos del imperio español: para ti Gibraltar, para mi el comercio con América, para el otro Filipinas o Mallorca o Sicilia...hasta Guipúzcoa estuvo sobre el tablero de ajedrez. Hecho el reparto la armada británica abandonó Barcelona, los españoles que allí vivían se rindieron a Felipe, y así hasta hoy.

Felipe VI, que no ha nacido en Versalles sino en Madrid, que no tiene quien le dispute el trono desde la dinastía de la sangre, que otra cosa son los republicanos, está viendo que por más que visite Cataluña, por más que haga para intentar que todas las regiones de España convivan bajo la corona, el resultado es el mismo: el independentismo catalán sigue tan vigente y tan activo como al comienzo del siglo XVIII. Han cambiado algunas cosas, pero las torpezas de los gobernantes de turno siguen empujando a los ciudadanos a una confrontación que no quieren, tal como si de una maldición histórica se tratara.

El rey francés se encontró con tan sólo 17 años con un país inmerso en una crisis política, económica y social de caballo. Casi nada funcionaba y los altos funcionarios del estado deambulaban por la capital del reino cada uno metido y defendiendo sus propias ambiciones y su incierto futuro ante un cambio radical en la Corona.

Pudo reinar en Francia tras la muerte de su hermano y de su sobrino pero entre las dos coronas eligió la de España. Cambió la historia para siempre. Si hubiera aceptado vivir en París y no en Madrid la rama de los Saboya habría sucedido a la de los Austrias y quizás hasta Gibraltar seguiría siendo español y Menorca no hubiera sido objeto de cambio por las posesiones de la corona española en Italia.

Los intereses de las potencias europeas eran encontrados al igual que ocurre en estos días. Los de aquel momento, al igual que los de ahora en el comienzo del siglo XXI y con un cambio tan radical al frente de la monarquia, pugnaban por imponer su voluntad y sus intereses económicos y territoriales. No se quería que desde Francia se gobernara al otro lado del Atlántico a través de España y el Reino Unido - que ya había acabado con las pretensiones de Felipe II de hacerse con la corona de Inglaterra - vió la gran oportunidad que se le presentaba para hacerse con el control, de los mares, por un lado, y del comercio de esclavos y plata americana por otro.

La vieja rivalidad entre Habsburgos y Borbones aparecieran con la llegada de la democracia como una fuente de legitimidad independentista, que nunca existió, ni antes, ni durante el conflicto de las dos Casas Reales. Estaba como excusa en el transfundo de los sentimientos soberanistas de Pujol, Mas, Puigdemont, Torras y Aragonés - incluso en una parte de la “independencia” que defendieron Raventos y Maragall - frente a los declinantes centralismos de Suárez, González, Aznar, Zapatero, Rajoy y SánchezMariano Rajoy y Pedro Sánchez.

Nada es igual en la estructura del estado que nace realmente a partir de 1715 y el que lo hace de forma tímida pero seguirá desde 1977. Juan Carlos I sabía de la necesidad de cambio de régimen desde mucho antes de la muerte De Francisco Franco; incluso mucho antes de que sus Primeros Ministros y muchos de los empresarios y banqueros que se sumaron a la ruptura con el pasado, se convirtieran en fervorosos demócratas y monárquicos. Felipe VI mantendrá y fortalecerá su Corona si el evidente problema territorial que tiene España - sobre todo en Cataluña y en el triángulo que se pretende crear con Valencia y Baleares - y el eje Euskadi-Navarra no se soluciona y él ayuda en esa solución manteniendo a la Corona como eje y sostén de la convivencia y de las transformaciones legales necesarias.

Las invocaciones que se hacen de forma periódica al artículo 155 de la Constitución como amenaza a las posibles declaraciones independentistas que puedan surgir en los próximos meses, que serán repeticiones ya vividas, no son los cañones y las tropas del duque de Berwick que consiguieron “aplacar” los ánimos en Barcelona en apenas 48 horas en otros “ Idus “ de septiembre; lo serán las conclusiones que sepa sacar de su propia historia familiar en la que los exilios de Reyes y Reinas, y los pronunciamientos militares han sumado más que los periodos de tranquilidad. Ni lo fue Jordi Pujol ni mucho menos lo serán Puigdemonto y Junqueras al compararse con Rafael Casanova y Antoni de Villaroel por más que les gusta comportarse como si lo fueran delante de los suyos.

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