La hora del Rey (con Batet de ayudante)
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La hora del Rey (con Batet de ayudante)

jueves 06 de junio de 2019, 21:33h

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El Rey y la presidenta del Congreso tienen la palabra. De ellos depende que se termine con el gobierno provisional y Pedro Sánchez se convierta en presidente formal o que el camino hacia nuevas urnas aparezca entre los intereses partidistas y personales de los líderes políticos.

Una situación que ya se ha vivido en España no hace mucho y que está en las entrañas de lo que está ocurriendo desde el 28 de abril y el 26 de mayo. Los 14 representantes de formaciones políticas que han pasado por el palacio de La Zarzuela para hacerle saber a Felipe VI cuales son sus intereses le han llevado al Monarca a una única y provisional conclusión: hoy no existe una mayoría suficiente para plantearse un Pleno de investidura en el Congreso, ni en primera, ni en segunda votación.

La mayoría absoluta sigue en los 176 escaños y la mayoría simple en 173, contando con la abstención de los 4 representantes del PDeCat que sigan las instrucciones del huido/exiliado Puigdemont. Para llegar a esta segunda cifra Sánchez y Abalos tienen que negociar y llegar a acuerdos con Podemos ( 42 votos ), con el PNV ( 6 ), con Compromís ( 1 ) y con el PRC ( 1 ), dejando fuera a los cuatro de Bildu, los 15 de Esquerra y los dos de Coalición Canaria.

Enfrente, siempre enfrente van a tener los 147 de las tres derechas ( 66+57+24 ). Si al PP, a Cs y a Vox, como voto de castigo se sumaran desde la izquierda más radical los 24 de Esquerra y Bildu, y desde la derecha canaria los dos de CC, el empate a 173 sería un hecho.

Tiempo de reflexión previo o ruptura de las negociaciones y avance rápido hacia nuevos comicios para después del verano. Tendremos una “pista” los españoles votantes en la prisa o en la lentitud con que el Rey Felipe y la presidenta Meritxell Batet aborden las consultas con los líderes.

Conviene recordar que el 3 de mayo de 2016 Felipe VI y Patxi López aplicaban el artículo 99.5 de la Constitución y disolvían las Cortes que se habían formado tras las elecciones del 20 de diciembre de 2015. Dos meses antes Pedro Sánchez se había quedado con 131 escaños en su intento de investidura, tras negarse Mariano Rajoy a pasar por ese trance.

Durante seis meses el presidente del PP estuvo gobernando “en funciones”. No quería que el reloj estatutario y constitucional se pusiese en marcha y se negó de forma reiterada a presentarse a una investidura para la que sabía que tenía 180 escaños en contra. Curiosamente los mismos escaños y por los mismos grupos que decidieron echarle del poder dos años más tarde con una moción de censura.

A diferencia de estos días, en 2015 las elecciones municipales y autonómicas se habían celebrado siete meses antes y todas las negociaciones y acuerdos de gobiernos estaban cerrados y en marcha. Y además no existía VOX.

Sin más presión que la de formar gobierno nacional, Rajoy quiso someter a un desgaste paulatino a sus adversarios, y de paso a la propia Corona, hasta que Pedro Sánchez se convenció y le convencieron de que era la persona idónea para romper el círculo vicioso en el que se encontraba el país, con el partido más votado y su líder negándose a escenificar una derrota cantada.

Los argumentos de Mariano Rajoy puede tomarlos como propios Sánchez o ir más allá. Aceptar el encargo de Felipe VI, poner fecha a su investidura e intentar ganarla por uno de los dos caminos que se le ofrecen: a la primera aceptando los votos de Bildu ( 177 escaños en total ), de igual manera negociando a cara de perro con Esquerra ( 188 en total ); o asumiendo que una vez nombrado presidente lo que menos cuenta es si lo has logrado por una u otra mayoría en el Congreso.

Si decide ir a las urnas de nuevo, lo mejor para sus intereses es hacerlo lo más rápido posible, antes de que los acuerdos cruzados en Autonomías y Ayuntamientos consoliden un poder territorial para su adversarios. A los que, de paso, podrá culpar de la “necesidad” de haber obligado a los ciudadanos a tener que ir a votar.

Las tentaciones que existen en todos los partidos y entre sus dirigentes para ocupar poder, para sentarse en los sillones de los gobiernos, son tantas y tan poderosas que el mantenimiento de la disciplina de voto y acatamiento a las órdenes de los aparatos centrales puede saltar por los aires en cualquier momento. Es una circunstancia que no se dio ni en 2015, ni en 2016. Y que ya está en las balanzas de las negociaciones.

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