Valls, la ambición en busca de un trono
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Valls, la ambición en busca de un trono

lunes 01 de octubre de 2018, 05:16h

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Cerradas todas las puertas en Francia para alcanzar un trono político, Manuel Valls giró la cabeza, cruzó todo el país de los galos tras decir adiós a París y se presentó en Barcelona en busca de una tercera oportunidad. Ya había sido alcalde de Evry, una ciudad de 50.000 habitantes que sirvió para descongestionar la capital francesa. Ya había sido ministro del Interior con el presidente Hollande, que le elevó a primer ministro tras la penúltima de sus crisis. Quiso ser candidato a la presidencia pero perdió las primarias ante Benoit Hamon. Llevaba 40 años en el Partido Socialista, había apostado por Segolene Royal y perdieron los dos frente a Sarkozy. Y se cansó de perder.

Dio un portazo de mal perdedor y comenzó un largo viaje hacia el centro derecha. España en su punto de mira y Albert Rivera y Ciudadanos como punto de partida. Meses de cambio, de mirar hacia la Generalitat y hacia el Ayuntamiento de Barcelona. Sopesar posibilidades. Cambiar dos veces de novia-mujer. Decidirse por la lucha contra Ada Colau y la izquierda. Está él y los que quieran seguirle. Dice representar a la España constitucional pero habla de la Barcelona europea. Siempre hay que dejar una puerta abierta al fantasma de la independencia.

Quiere ser alcalde de la Ciudad Condal pero cuesta imaginar que el hombre que deseaba “reinar” en el Eliseo se conforme con ese pequeño trono para lo que son sus ambiciones. Si lo consigue, y lo tiene francamente difícil ya que va a necesitar de la suma de muchos votos de muchos colores, estará el tiempo suficiente para la siguiente pelea, ese puesto bicéfalo que hoy ocupan Torra y Puigdemont en la distancia.

Tendrá entonces, si es que el cántaro no se ha roto antes de llegar a tantas fuentes, un trono a la altura de sus sueños, siempre, claro está, que no tenga que rendir pleitesía a otros. Y lo tendría que hacer salvo que esa Cataluña del futuro sea tan independiente, tenga tanta autonomía como la que pretenden los dirigentes vascos del PNV para Euskadi: una nación con plenitud de derechos dentro de Europa.

Valls, que se sintió socialista con 17 años, tuvo en Michel Rocard y Lionel Jospin a dos de sus maestros, ambos en el ala derecha del PSF. Aquello está en su pasado y lo quiere enterrar bajo ese futuro sin ideologías en el que el liderazgo se ejerce con los altavoces de los medios de comunicación. Se habría entendido y bien con Felipe González y con Carlos Solchaga; mal con Rodríguez Zapatero y con Pedro Sánchez. Si Albert Rivera y Pablo Casado no andan listos les dejará sin silla en la que sentarse. Y puede que hasta le aplauda José María Aznar, que por algo clama entre los que fueron suyos para refundar el centroderecha, con los que están, con los que se fueron, y con los que están dispuestos a llegar. El problema está en que los tronos son solitarios y no se comparten.

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