España nunca pagará lo que debe pero no importa
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España nunca pagará lo que debe pero no importa

martes 21 de agosto de 2018, 20:31h

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La pregunta es sencilla: ¿podrá España pagar alguna vez todo lo que debe?. La respuesta es aún más sencilla: nunca. Es lo que tiene la moderna economía de los países, que pueden comportarse de forma y manera que están prohibidas a los ciudadanos. Lo sabe Pedro Sánchez y su ministra de Economía - que es la encargada de suavizar las exigencias europeas con sus antiguos colegas de Bruselas - al igual que lo sabía Mariano Rajoy y lo supieron Zapatero, Aznar, González, Calvo Sotelo y Suárez. Es la maldición aceptada y asumida por todos los presidentes.

Nuestro país debe más dinero que nunca, más de un billón cien mil euros, casi, casi todo el valor de lo que produce, el 98,8% para ser exactos, lo que hace que cada ciudadano debería asumir una deuda personal de 24.874 euros, si nuestros acreedores reclamaran lo que nos han dejado para cuadrar nuestras cuentas, con el Banco Central Europeo al frente.

Debemos mucho pero ni siquiera estamos entre los cinco primeros del ranking. Muy por encima están Japón - que marcha destacado en cabeza - Estados Unidos, Italia, Francia y Alemania, tanto en valores absolutos como en porcentaje sobre su PIB. Los italianos deben 2,3 billones, el 133% de su Producto Interior y, puestos a individualizar, a cada ciudadano, le tocaría asumir 38.000 euros. Los franceses lo tienen muy parecido a nosotros. Su deuda está en los 2,2 billones de euros, el 97,7 del PIB y a 33.500 euros para cada galo.

Alemania debe más, dos billones, pero toca a menos, 25.000 euros por habitante, y con muchas mejores condiciones para abordar la deuda: es el 68% de lo que produce. Los de los records entre los países industrializados son Estados Unidos y Japón, algo que explica en parte las formas y maneras de la política de Donald Trump, que no hay que olvidarlo mucho antes de que se dedicara a la política y después de dedicarse a ella era y es un empresario. Y bastante heterodoxo, por cierto.

USA debe a sus acreedores - los principales son chinos - dieciocho billones de euros, con 56.000 para cada uno de sus habitantes. El 107% de su PIB. Necesita exportar de forma continuada su desfase a otros países y “protegerse” de la competencia europea y china pese a que en la economía del siglo XXI todas las principales compañías que la representan son norteamericanas, desde Amazón a Google pasando por Apple y Microsoft. Las empresas ganan dinero y mucho pero el estado está en los huesos.

Japón tiene un mal crónico desde hace décadas. Sus once billones de deuda pública representan el 235% de su Producto Interior. Insalvable, con 83.000 euros que tendría que pagar cada uno de sus ciudadanos. Su pesadilla acosa a sus gobernantes desde hace décadas pese a que, como ocurre en Estados Unidos, sus empresas dominen sectores estratégicos y estén entre las primeras de los ranking en el mundo de la electrónica o el motor. Y para terminar el repaso exterior, los datos de Rusia y los países del Este europeo no son de fiar y están atrasados, con los escandinavos salvándose de la catástrofe, con deuda pero muy lejos de las monstruosas cifras del resto de Occidente.

Volvamos a España: entre 1996 y 2008 nos mantuvimos por debajo de los 400.000 millones de euros. A partir de ese año se dispara - estalla la crisis mundial en el capitalismo financiero y las hipotecas sub prime - hasta llegar a esos1.163 billones de hoy. Subió mucho con Rodríguez Zapatero y aún más con Mariano Rajoy. Desde ese punto de vista el presidente que mejor dejó las finanzas públicas fue Jose María Aznar, quien pese a aumentar el endeudamiento en cien mil millones, bajo veinte puntos en referencia al PIB y a cada ciudadano.

¿Importan los datos y la imposibilidad real de pagar la deuda?. No, es un mal general y asumido por todos. Los propios países endeudados son los encargados de financiar la deuda de forma directa a través de los bancos centrales y de forma indirecta desde los préstamos que piden a la banca privada, que a su vez también se financia y recibe créditos de los bancos públicos. Una gigantesca pescadilla que se muerde la cola y que permite a los ricos ser más ricos, a los pobres más pobres y a la titubeante clase media en la “pagana” de todas las crisis.

El ciudadano no percibe esa deuda “personal” que nunca le será exigida si los estados quebraran y los prestamistas exigieran su dinero. Lo nota en los servicios públicos, desde la seguridad a la educación, la sanidad, las pensiones, los salarios... La deuda cuesta mucho, incluso cuando, como ahora, los intereses desde el Banco Central Europeo estén en cero. Hay menos dinero para cubrir todas las necesidades sociales, que cada vez son mayores ante el envejecimiento de la población y la demanda de más servicios públicos.

Claro que podría la España de hoy imitar lo que hizo Fernando VII cuando recuperó el trono tras la guerra contra los franceses y sus engaños con la Constitución de 1812: negarse a pagar a los acreedores del estado, ya fueran nacionales o internacionales. Nos costó el crédito como país, pero Alemania, tras perder la I Guerra Mundial debía tanto que ante la imposibilidad de que pudiera hacerlo, los otros países decidieron “olvidar” la deuda. Lo de Grecia es más reciente: los mismos que le habían ayudado a engañar con las cifras, le perdonaron la mayor parte a cambio de empobrecer el país y a sus ciudadanos.
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