Feijóo atrapado entre Macbeth Hamlet y Julio Cesar
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Feijóo atrapado entre Macbeth Hamlet y Julio Cesar

viernes 15 de junio de 2018, 05:54h

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Si los estudiosos - que son muchos los habidos y los que vendrán - de la obra de Shakespeare aseguran que la historia de Macbeth está basada en un rey escocés de carne y hueso que habitó aquella tierras hace mil años, con la ambición de su mujer como impulso final al regicidio para llegar al trono, y el augurio de las brujas para su mal futuro, podría servirle la lectura de la obra del “Bardo Inmortal” al presidente de la tierra española que más se parece a la fría, lluviosa y dura extensión que existe más arriba de lago Ness y tiene su capital en Inverness, lugar donde, por cierto, tejen unos jerseys de lana de oveja realmente pensados para ese clima.

Comparar al asesinado rey Duncan con Mariano Rajoy es manifiestamente exagerado pero me voy a permitir esa licencia. Al igual que Núñez Feijoo nunca sería un Macbeth creible y menos creible aún pensar que los bosques gallegos puedan avanzar hacia La Moncloa para hacer bueno el futuro que las brujas escocesas - transformadas en meigas gallegas - le pronostiquen si es que se atreve a consultarlas, caldero de queimada incluído.

El candidato hasta ahora escondido para suceder al presidente del PP destronado es, pese a todo lo anterior, un personaje atrapado en la gran historia de la literatura, el teatro y la tragedia. Por si les queda alguna duda de su posible paralelismo con aquellos Macbeth, sin crímenes por medio, sí que deben meditar sobre sus ambiciones. Eva Cardenas es una reina empresarial desde su tierra y hasta puede que, en su papel de Lady Macbeth inversa, consiga que su marido piense tres veces en su destino político antes de ceder a las presiones de muchos de sus compañeros de partido y a sus propias ambiciones. El soliloquio de Hamlet, el otro rey maldito, con la calavera en la mano y la frase que más veces se ha utilizado en política para plantearse una duda ante el desafiio de una de esas decisiones que no tienen marcha atrás, puede ayudar a ambos a completar la escenografía de la obra que se ha puesto en cartel en el escenario de la sede nacional de la madrileña calle Génova.

En el nuevo Partido Popular, que tendrá que nacer de forma obligada si quiere seguir siendo un “partido de gobierno”, no va a haber piedad para los vencidos. Es la dura realidad la que aparece en la hoja de ruta de cualquiera de los aspirantes a la sucesión del político de Pontevedra, del hombre que más tiempo ha permanecido al frente de la derecha española y que más cargos públicos ha disfrutado desde que decidió dejar el Registro de Santa Pola para dedicarse en cuerpo y alma a la política.

Las espadas ya han salido de las fundas y si algien aún lo duda que escuche al ex ministro Margallo o al diputado garcía Egea, uno dispuesto a cerrar de cualquier forma y manera el futuro de la exvicepresidente y excompañera de Gabinete; y el segundo siempre dispuesto a dejar como moderado a Rafael Hernando, el tronante y apocalíptico portavoz titular del PP en el Congreso.

Los dos reyes que sirven a Shakespeare para retratar la humana ambición de poder terminan muy mal. Si don Alberto quiere regresar a las luchas caínitas de la capital del Reino y abandonar las brumas galaicas de su tierra puede que se arrepienta con enorme rapidez. Allí en Santiago tiene el poder a buen recaudo, con tres mayorías absolutas seguidas y la tranquilidad de una familia casi recien formada. En el territorio matritense le espera todo lo contrario: un partido en crisis, con miedos, ambiciones y venganzas que saciar. Un partido en el que tendrá que convivir con 137 diputados y una mayoría absoluta de senadores que van a luchar por sus puestos y su inmediato futuro. Un partido que, a la vuelta del verano como muy tarde, tiene que empezar a construir una alterrnativa al socialismo de Pedro Sánchez y al liberalismo radical de Albert Rivera, en condicioones de gran precariedad en dos territorios tan importantes como Cataluña y Euskadi, pensando en cuatro dimensiones: la nacional, la autonómica, la municipal y la europea.

Y si ya le he aconsejado la revisión de Macbeth y Hamlet como descripción de hasta donde puede llevar la ambición por el poder, hay un tercer ejemplo que cierra el círculo nada mágico y sí cruel en el que está ese “reino” del Partido Popular. Le sirvió a Shakespeare para contar la muerte de Julio Cesar a mano de Bruto y el resto de senadores romanos que le acompañaron en las puñaladas. Lo escribió el autor británico cuando el reinado de Isabel I terminaba sin nombrar sucesor.

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