Chorradas de fin de semana

martes 21 de octubre de 2014, 21:41h

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Tengo un amigo que dice que últimamente se está muriendo mucha gente que nunca se había muerto. La frase en sí sería una chorrada tan grande como una catedral si no fuera porque está en esa edad en la que observa cómo van cayendo a su aldededor gente que él había tratado, mientras que hace unos años no conocía quién era el protagonista de las esquelas de ABC, salvo que el interfecto fuese un actor de cine, un deportista o un dictador.
A ese mismo amigo le ha dado por decir que lo único importante en la vida es vivir, y yo creo que depende, porque hay quienes arrastran sus huesos y sus penas y penurias sin más perspectivas que la de soñar con que el día siguiente no sea peor. Claro que en esto de valorar lo que se tiene y se desea, cada uno tiene su escala de valores.

Por ejemplo José Luis Garci dice que solo hay tres cosas que importan en la vida: “el cine, las mujeres y el fútbol”, que como frase ocurrente no está mal, aunque está demostrado que se puede vivir sin dos de ellas.

Lo más normal es que la gente recurra al tópico de que lo que es imprescindible en la vida es la salud, el dinero y el amor, aunque otros apuestan por la familia, la amistad y la fe, o la solidaridad, la justicia y la lealtad a las propias ideas, aunque estoy convencido de que no son pocos los que no podrían vivir sin fastidiar a los demás.

Cada uno tiene sus aspiraciones y sus miedos y encima los cuenta en público con la intención de que los demás les den la razón. Está visto que hoy en día cualquiera es un filósofo. Solo basta con decir una chorrada de forma solemne o a través de un medio de comunicación para que quienes le escuchen o le lean, le otorguen una autoridad que todavía no ha demostrado.

Para ganarse el respeto intelectual de los demás no hay que haber estudiado en Salamanca ni haber publicado ninguna tesis doctoral, basta con no decir demasiadas tonterias y utilizar la aensatez y el sentido común, pero vivimos en el paraíso de la ocurrencia, cuando no en el de la banalidad.

Hoy estoy entre banal y trascendente y eso me ocurre cuando no sé de qué escribir, pero es solo un momento porque enseguida regreso a la normalidad cuando pongo punto y final a mi artículo diario.
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