Rajoy, Sánchez y la magdalena de Proust
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Rajoy, Sánchez y la magdalena de Proust

martes 23 de enero de 2018, 16:55h

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Cuatro años antes de publicar “Presagios”, con la tierra yerma y el cielo seco, Pedro Salinas, se puso a traducir a Marcel Proust y los tres primeros tomos de su búsqueda del tiempo perdido. Ya sabía del mundo de Swan y de las muchachas en flor y, por supuesto, para calibrar hasta qué punto los sabores y los olores nos permiten despertar los recuerdos había probado si la magdalena con té de la tia Leoncia le producía los mismos efectos que al asmático escritor francés.

Si a Salinas su paso por París y Sevilla le sirvió para convertirse en uno de los grandes poetas de la Generación del 27, y nuestra guerra civil para terminar en el exilio y con su cadaver enterrado en Puerto Rico, amores rotos incluidos a los dos lados del Atlántico, la magdalena le sirvió para recordar la España del miedo, la sangre y las venganzas. Tanto amó el poder evocador de la magdalena - me tomaré esa licencia que de no ser verdad mercería serlo por la devoción que siempre sintió por la obra de Proust - que pese a morir en Bostón pidió ser enterrado en el cementerio de Santa Magdalena de la isla caribeña.

No se les conoce a Mariano Rajoy y Pedro Sánchez pasión por la poesía, tal vez sí por las magdalenas. Y es muy raro que las mojen en té, por más citas que tengan en el palacio de La Moncloa.

Deberían hacerlo como fórmula de llevar a su memoria política a tiempos mejores, cuando el bipartidismo entre el PP y el PSOE, en el que el actual presidente participó y al que el secretario general de los socialistas observaba desde el instituto, conformaba la estructura política de España. Heredero de Manuel Fraga y José María Aznar, el primero; y de Felipe González,Joaquín Almunia y Alfredo Pérez Rubalcaba, el segundo, sueñan con reeditar ese pasado y dejar a las nuevas formaciones que han aparecido en el baúl de los recuerdos. Un deseo difícil de lograr pues el peculiar mundo de Guermantes de la política española se parece más al cuarto volumen de “ A la búsqueda del tiempo perdido” - aquel al que no llegó Salinas - que con su título refleja un pasaje bíblico tan actual que hasta da miedo: “Sodoma y Gomorra” refleja la descomposición de una parte de la clase dirigente francesa de comienzos del siglo XX, de una forma de ver la sociedad y la vida misma, la penitencia de unos protagonistas que están tan atrapados en su mundo que son incapaces de escaparse de su destino.

A Rajoy y Sánchez les ocurre lo mismo. Quieren volver al pasado de sus partidos y de la España que comenzaba la Transición y la recobrada democracia. Un imposible. Desean que el escenario que ya está dibujado les mantenga de protagonistas, con papeles esenciales en el inmediato futuro cuando son otros actores los que están reclamando esos puestos. Por más que mojen las magdalenas en el té, solos o en compañía de sus más fieles, por más evocaciones que les vengan a la mente, tienen que aceptar que tanto Ciudadanos como Podemos, tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias, han llegado para quedarse. Uno, bien arropado por los grandes grupos de presión internacionales, con la esperanza de “robarle” votos y escaños suficientes al PP y llegar a La Moncloa. Otro, manteniendo su esperanza de derrotar en la izquierda al dubitativo socialismo y convertirse en la auténtica oposición a la derecha liberal de este país.

Les recomienzo a los dos que llamen a Xavier Barriga, en Barcelona, y le pidan que les envíe o mejor, que aprovechando la crisis catalana, venga a Madrid como embajador plenipotenciario y les haga algunas de sus famosas magdalenas. Por el paladar y el estómago también se llega a la política. Y hasta a firmar acuerdos como los que han conseguido Merkel y Schultz en Alemania.

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