El soroche que amenaza a Rivera
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El soroche que amenaza a Rivera

martes 06 de marzo de 2018, 03:57h

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Si algo dice la “lluvia fina” de todas las encuestas con las que nos golpean los medios de comunicación, una semana sí y la sigiuiente tambien - pese a que no hay elecciones a la vista hasta denrtro de año y medio - es que Ciudadanos le está quitando millones de votos al PP y unos cuantos centenares de miles al PSOE; y que la formación de Albert Rivera está en condiciones de convertirse en la que más votos obtenga en una cita con las urnas, lo cual puede no coincidir con el mayor número de parlamentarios, por aquello de las circunscripciones electorales y la Ley D¨Hont.

Convertidos en el partido de moda - y no es la primera vez que les pasa - los “ciudadanos” aspiran a gobernar ya sea por la derecha con el PP, ya sea por la izquierda con el PSOE. Para poder hacerlo deben ser los primeros, no los segundos, ni los terceros. Y ese puesto de privilegio no es tan fácil de mantener si se resuelve el problema del gobierno en Cataluña y Rivera, Arrimadas y compañía tienen que empezar a ofrecer otras cartas que no sean la de la unidad nacional, el combate contra los independentismos y, ahora, los homenajes a antiguos dirigentes de ETA.

Ciudadanos, por ideología y por los programas electorales que presentaron en 2015 y 2016 es un partido de derechas, incluso más de derechas que el Partido Popular. En este último conviven con el liberalismo principios socialdemócratas que en Ciudadanos están desterrados. Tal vez por esa razón los dirigentes de la formación naranja insisten de forma machacona en el tema catalán y en la corrupción como argumentos de “captación” de votos y hasta de cuadros que están o han estado en el PP.

Han subido tan rápido en las encuestas desde sus 32 escaños y su 10,6% de junio de 2016, hasta doblar el porcenaje y triplicar la representación parlamentaria, que pueden sufrir lo que en la América del Sur llaman soroche, yeyo o apunamiento, y que no es otra cosa que el “mal de altura”, esa sensación de agotamiento, asfixia y pérdida de conocimiento que se experimenta al subir las montañas por encima de los dos mil metros. Los datos de 2016 son reales, los de las encuestas se cumplirán o no, dependen de cúando se celebren las elecciones generales y de quienes sean los condidatos: no será lo mismo dentro de dos años que ahora; ni será igual para Rivera tener enfrente a Mariano Rajoy que a Núñez Feijóo, el presidente gallego que poco a poco está “dejándose ver” por si el actual inquilino de La Moncloa decide que su tiempo político ha terminado.

Que en España existe en estos momentos un fuerte cansancio hacia los populares, su gobierno y su doble presidente es constatable y evidente. Rajoy, desde su victoria por mayoría absoluta en 2011, nunca ha gozado de simpatia popular. Siempre ha estado en la cola de las preferencias sociales a la hora de puntuar a los líderes políticos, pero aún así ganó en 2015 y volvió a hacerlo en 2016. Contra pronóstico, pero lo consiguió. Y ese es su “refugio dialéctico” frente a los suyos y frente a la oposición que no se atreve a plantearle una moción de censura, por la división en la que están metidos, y por las calculadas posibilidades de que el desgaste del PP en el poder continue. Sobre todo cuando ven que los millones de pensionistas que existen en España se manifiestan contra el 0,25% de la ministra Bañez y alejan ese caladero de votos de las siglas populares.

El soroche le puede afectar a Rivera de la misma forma que ya ha afectado a uno de sus “ídolos”, el italiano Renzi, a quien le han dejado en cuarto lugar en los comicios celebrados este finde semana, por detrás de los dos partidos de la derecha transalpina y, por suuesto, del 5 estrellas de Grillo, lo más parecido a nuestro Podemos. Una reflexión que también pueden y deben hacer los socialistas de Pedro Sánchez y todos los que desean desd el seno del PSOE que el mandato de su secretario general sea lo más corto posible.

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