Años de mediocridad

lunes 30 de mayo de 2016, 23:43h

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Hoy le he escuchado al ex ministro socialista José Borrell decir que Podemos no es un partido político sino un estado de ánimo y me ha recordado a lo que dijo Pedro Arriola cuando, después de las elecciones europeas, afirmó que los de Pablo Iglesias eran unos frikis urbanitas.

Si a lo que se refieren estos dos pensadores es que Podemos ha conseguido reunir a más gente cabreada que otros partidos políticos, pueden estar en lo cierto pero no deberían olvidar que ese perfil de gente harta empieza a estar también entre los votantes de los otros partidos, incluidos los suyos.Por eso no entiendo que no hayan aprendido nada del fracaso que consiguieron a pulso, hace unos meses.

Mal estamos si la pasión nos nubla la inteligencia y la propaganda sustituye al sentido común, pero me malicio que tras el fracaso colectivo de las pasadas elecciones, aquí nadie ha aprendido nada y cada cual hocica con la fuerza que le dicta la pasión de su propia ceguera.

La política, cuando es solo propaganda, es una porquería y un insulto a la inteligencia.

En España la nueva campaña electoral va por la misma vereda que la anterior y los viejos políticos, que son incluso los que se creen nuevos, insisten en vendernos la misma burra que anduvo cojeando hasta el final.

Esta campaña incipiente es un calco de la anterior porque, si algo caracteriza en este momento a quienes nos piden el voto es su empecinamiento en no variar ni un ápice los mensajes y las estrategias que les llevaron a fracasar y a defraudarnos.

Cada día resulta más evidente que nos ha tocado vivir la época más mediocre que recuerdan los antiguos de lugar, y que podemos abandonar toda esperanza de que se produzca el milagro de que se convierta el agua en buen vino o estos mediocres se muten en gente que merezca nuestro respeto.

En cualquier empresa privada, ante un fracaso como el que tuvieron y tuvimos en las pasadas elecciones, se habría reunido un comité de crisis para analizar los fallos y enmendar los errores, y una de sus consecuencias, en todo caso, habría el establecimiento de una nueva estrategia que obligaría a todo el equipo directivo.

En la gran empresa que se llama España se desprecia esa metodología de control de calidad porque no lo superaría ninguno de los que son responsables del fiasco que padecemos.

A día de hoy todos sabemos qué podemos esperar de cada una de las opciones políticas que se presentan a las elecciones y para desgracia de algunos, parte del crédito que obtuvieron el pasado 20 de diciembre lo han ido perdiendo por el camino.

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