El propio Pedro Sánchez nunca se decidió a presentar la moción de censura contra Mariano Rajoy hasta que tuvo la confirmación de que el PNV iba a apoyarla aunque era evidente muchos meses antes de que la Justicia iba a condenar al PP por financiación ilegal. El partido de la derecha vasca no abandonó al PP hasta que la condena fue firme y parece que esa va a ser lo que esperará para dejar a Sánchez en la cuneta.
Puigdemont no está tampoco convencido de quitar a Sánchez a pesar de haber confirmado en varias ocasiones que su partido ha roto con La Moncloa. A Oriol Junqueras no le importa en absoluto los casos de corrupción de su socio socialista, lo que quiere es que Sánchez le acabe traspasando a Cataluña la recaudación del IRPF para dar forma a la Hacienda catalana. Queda totalmente descartado lo mismo que los vascos de Herri Batasuna.
Más difícil de explicar su postura en un hipotético debate en el Congreso lo tiene la izquierda que siempre se han vanagloriado de ser y defender la honradez por encima de todo. Sus constantes defensas de Pedro Sánchez han ido amainando a medida que los tribunales ahondan en la corrupción de ex dirigentes sanchistas y Yolanda Díaz y Sumar no han tenido más remedio que pedir “medidas urgentes” e incluso “cambios en el gobierno”, que La Moncloa ha tratado de apaciguar con medidas sociales, aumento del salario a los funcionarios, mejoras en las pensiones, rebajas de IRPF a los que cobran el salario mínimo o mantener la prohibición de desahucios. Nada nuevo que solo convence a sus allegados.
Tampoco los cuatro diputados de Podemos parecen dispuestos a ir tan lejos como para echar a Sánchez para que gobierne Feijóo, aunque parece claro que un periodo de gobierno de la derecha, si es con Vox mejor, beneficiaría al partido morado, como han demostrado los comicios de Extremadura, que de otra manera podría desaparecer del mapa político en caso de esperar a las próximas elecciones.