El presidente del PP nacional, Alberto Núñez Feijóo, podrá presumir en cambio de haber hundido a Pedro Sánchez en Extremadura, lo que supondrá sin duda que estemos más cerca de una convocatoria de elecciones generales que es lo que desea el PP.
El PP ha perdido casi 8.000 votos, aunque en porcentaje pasa del 38.84% al 43.18%, lo que le da un escaño más a pesar de perder votos, lo que indica que la mayor parte de los votos que se han dejado los socialistas en el camino han ido a la abstención o a Unidos por Extremadura y que muchos de los extremeños que votaron a los populares en 2023 se han decantado por Vox.
Parece claro que si el PP quiere gobernar tienen que contar con Vox no solo en Extremadura, sino en Aragón (8 de febrero) y Castilla y León (15 de marzo), donde también se ha fraguado una ruptura entre los partidos de Feijóo y Abascal, sino a nivel general cuando Pedro Sánchez se decida a convocar los comicios que le reclama la derecha. Solo en las elecciones andaluzas, que tendrán lugar el próximo verano, podrían dar un resultado favorable al PP frente a Vox si es que Juanma Moreno no se desinfla para entonces y si supera la crisis de los cribados en las mamografías.
La estrategia de Guardiola ahora solo tiene un camino fácil, llegar a un acuerdo con Vox, aceptando sus exigencias, o bien, el camino difícil, mantenerse en sus trece e ir a una votación de investidura para retar a Óscar Fernández Calle a votar en contra de ella y obligarla a convocar nuevas elecciones. Recurrir al PSOE o a Unidas por Extremadura está prácticamente desechado salvo un cambio de ciento ochenta grados en la política de bloques que se ha instalado en España.
Un pacto con Vox da mala imagen a los populares a los que les gustaría no ser amonestados continuamente en los medios de comunicación por su alianza con la extrema derecha, pero en política si quieres gobernar no se pueden hacer ascos a nadie, como ha demostrado Pedro Sánchez.