Parece mentira que se persigan los delitos de odio en un país de ministros macarras, políticos analfabetos y trincones, periodistas mentirosos y activistas sin oficio presentando programas de debate unidireccional en la televisión pública.
Los legisladores y los gobernantes se han empeñado en debilitar la libertad de expresión, que es el desayuno del pobre, el almuerzo del rebelde y la cena del hombre sin miedo, pero ellos están decididos a perseguir y sancionar a los que se atrevan llamar marica al afeminado, gordo al obeso, tartaja al que no arranca, baboso al sobón y moro de mierda al que lo parezca o lo sea.
Los que nacimos en Marruecos compartíamos el vocabulario esencial de tres culturas y dos idiomas para poder insultarnos entre españoles, marroquíes o judíos, y a la media hora volvíamos a ser amigos.
La corrección es educación y la corrección política es un invento que han impuesto los políticos más débiles de nuestra historia democrática para limitar nuestra libertad y protegerse a sí mismos.
Con ocasión de esta hipersensibilidad de los débiles de espíritu me ha venido a la memoria la reflexión que hizo José Luis Cantero “ El Fary” sobre “el hombre blandengue” que, era el acobardado, timorato y acomplejado, condición a la que nos quiere llevar los legisladores que se insultan entre ellos en el Parlamento.
Hace unos días un cura llamado Custodio Ballester dijo que “el islamismo radical es una amenaza para la civilización cristiana” y los encargados de la pureza del pensamiento se la han cogido con papel de fumar y le piden tres años de cárcel, con el visto bueno fariseo y cobarde de sus colegas de sotana porque en la España de hoy abundan los liberticidas vocacionales.
Sería bueno entender que el mal rollo no es un delito, es un sentimiento, tal vez enfermizo, y si hubiera que empurar a la gente que cada día le desea el mal a alguien, de palabra o por escrito, medio gobierno estaría sentado en el banquillo, así que por el bien de todos y especialmente de los adúlteros/as , no convirtamos el mal rollo en un acto delictivo.