Muestra su preocupación por este segmento de los precios al consumo por la influencia que ello tiene en la inflación percibida y por tanto en las expectativas de inflación. Y las expectativas de inflación son críticas para la gestión de la política monetaria.
El alza de precios de los alimentos es algo mayor en España (un 34%), cuya economía recibe estos días los laureles de revisiones al alza de las expectativas de crecimiento y de su calificación crediticia, ocupando lo más alto del podio en cuanto a crecimiento y expectativas entre las grandes economías europeas.
PÉRDIDA DE CONFIANZA
No compadece tanto parabién con la percepción de los consumidores. El último dato de confianza publicado por el CIS corresponde a julio y aunque mejora el muy mal dato de junio, en el desglose, tanto el índice general, como el de situación actual, como el de expectativas, los tres son sustancialmente peores que los de hace un año, singularmente el de expectativas que pierde más de 8 puntos respecto al año pasado.
El crecimiento de la economía española viene descansando fundamentalmente en el incremento de población inmigrante. Una economía que crece lo mismo que crece su población, no aumenta su riqueza. Para ello tendría que incrementar su productividad. Se tardó casi cinco años en alcanzar el PIB de 2019, pero en lo que a consumo per cápita se refiere, es ahora cuando estamos en el umbral de recuperar el nivel previo a la pandemia y es que un modelo como este tiene límites y su impulso difícilmente puede ser la base de un crecimiento sostenible.
HACIA LO PERCIBIDO
Esa es la paradoja. Por un lado, situarse en la parte alta de las economías desarrolladas de mayor crecimiento despertando la confianza de los mercados financieros, con revisiones al alza de su rating y un déficit fiscal contenido bajo el influjo de ese crecimiento, pero, por otro, la percepción de las familias, que sigue marcada por la pérdida de poder adquisitivo, la presión del precio de la vivienda y la constatación de que el consumo per cápita apenas ha vuelto al nivel prepandemia. Esto implica que parte de la mejora de renta ha ido destinada a engrosar la bolsa de ahorro y a reducir deudas, pero son recursos que exigen de un entorno favorable para transformarse en consumo.
Las circunstancias impuestas por un mundo tensionado por aranceles, conflictos geopolíticos y un crecimiento global que se modera, están comprometiendo cada vez más la resolución del problema de la deuda, de modo que desaprovechar un periodo de coyuntura tan favorable que por su naturaleza es de corto recorrido, y no abordar problemas estructurales como el coste de la energía, el problema de la vivienda, la sostenibilidad del sistema de protección social y de las pensiones, el invierno demográfico, o los límites de sectores tractores como el turismo, hará de una nueva prórroga presupuestaria la constatación de que la realidad evolucionará hacia lo percibido en lugar de hacia lo anunciado.