Es así de sencillo, sin más complicaciones. La OTAN sigue operativa y creciendo mientras que su rival, el Pacto de Varsovía despareció hace treinta años. Lo que ha cambiado a este lado de Europa es que Estados Unidos no quiere, ni puede, seguir invirtiendo decenas de miles de millones en la defensa europea; lo que ha cambiado es que el centro del mundo futuro no está a este lado del Atlántico sino en el lejano Pacífico; lo que ha cambiado es que la III Guerra Mundial comenzó hace muchos años, con otras formas y otros escenarios; lo que ha cambiado es que Europa es un paraíso en decadencia y sus gobernantes no saben cómo evitar que se convierta en un museo histórico; lo que ha pasado es que desde la Casa Blanca un empresario multimillonario apoyado por la élite de los multimillonarios tecnológicos - el futuro - llegó al poder ante el fracaso de las tradicionales familias que controlaban el acceso a la vida pública a través de las formaciones políticas, algo que en Europa no ha pasado todavía, pero terminará pasando por el desequilibrio social, económico y cultural que se ha producido y que terminará llegando a la esfera política.
Las autocracias que se extienden por todo el mundo, de forma evidente en algunos casos y de forma encubierta en otros, responden a los más que viejos fenómenos de la desigualdad social y la acumulación desorbitada de riqueza en manos de unos muy pocos. El llamado capitalismo venció de forma clara al llamado socialismo, pero tenía que redistribuir la riqueza y no la pobreza en sus sociedades. Con el siglo XXI el equilibrio ha cambiado y las tensiones han regresado. El Estado intenta mantener su privilegio otorgado de la fuerza pero no cumple con el otro platillo de la balanza: procurar que sus ciudadanos sean más libres, más felices y con un futuro mejor para las siguientes generaciones. El contrato social del que hablaba Rousseau se ha roto en pedazos y más pronto que tarde hará volar todo el andamiaje estructural que se ha construido durante trescientos años, con mucha violencia por medio.
En este país nuestro los pactos de la Transición iniciados incluso antes de 1977 se han ido destruyendo de forma paulatina pero implacable, hasta desembocar en que el adversario político se ha convertido en el enemigo como consecuencia de la falta de sentido del estado por parte de los dirigentes de los partidos. No es la primera vez que pasa, ya sucedió con la Monarquía “democrática” que intentaron desarrollar Canovas y Sagasta y que fracasó. Hoy, ni Sánchez, ni Feijóo tienen el sentido del estado que tuvieron sus antecesores, ni lo tienen los equipos que les acompañan. ¿El resultado ?: la intervención directa en el proceso político, muy a su pesar, del Tercer Poder del Estado, el judicial. Los tribunales convertidos en plazas de toros donde los diestros de cada cartel se afanan por poner más y más banderillas de fuego a ese toro simbólico que es España.