Los que susurran al presidente
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Los que susurran al presidente

miércoles 14 de mayo de 2025, 01:57h

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Las 5 páginas del acuerdo comercial entre británicos y norteamericanos, y la recomendación de Trump animando a comprar acciones porque pronto se concretarán más acuerdos y el Congreso aprobará en breve un paquete de recorte de impuestos, tiene el efecto de un analgésico sobre un dolor crónico, alivio sintomático, pero en poco reparador.

En todo caso ha servido para que los mercados recuperasen cierto ánimo esta última semana, dólar incluido. Los datos que se han conocido estos días no preludian una situación grave inmediata, y la Reserva Federal ha hecho gala de su independencia. Para los mercados no es mal balance. Claro que el Conclave en Roma tuvo la mala idea de elegir al Papa el mismo día del anuncio del acuerdo, y peor aún, elegir a un norteamericano, de modo que para el público al que se dirige este tipo de populismo, la propaganda por este primer acuerdo se desdibujó por completo. Pronto tendrá que buscar otro, y eso es lo que ha prometido, aunque solo hay un primero.

EL PERSONAJE Y SU CORTE

El precedente que suponen las condiciones de lo pactado con un aliado tradicional, con el que además mantiene superávit comercial, como Reino Unido, de cara a que podamos considerarlo como referencia para futuros acuerdos, no puede entusiasmar a nadie. Siempre puede argumentarse que podría haber sido peor si nos remitimos al anuncio del 2 de abril. Flaco consuelo. Las negociaciones con China tendrán que culminar en algo, pero será tan largo, farragoso y poco concluyente como está siendo todo en esta Administración. ¿Será mejor que lo que hay ahora? Seguro, porque un 80%, como en su última ocurrencia menciona, es mejor que 145%, pero fin de la historia, y ya veremos en qué condiciones. Lo que podemos dar cierto es que, si a los británicos les aplica el 10% general, ese será el mínimo para todos.

Llevamos ya las suficientes semanas de Trump 2.0 como para creer que somos los observadores los que no acertamos a adivinar la “enorme inteligencia estratégica” del personaje y su corte. Hasta puede llegar a sentirse alguna simpatía por el secretario de Tesoro que intenta construir un relato racional basado en dos pilares. El primero, tratar de atraer al sector privado como sustituto de un sector público que alimenta un mastodóntico déficit fiscal que pretende devolver al 3%.

El segundo, que los aranceles están diseñados como instrumento de negociación para forzar concesiones y que los países estimulen la demanda interna en lugar de las exportaciones a EE.UU. Poco que ver con lo que susurran al oído del presidente ideólogos como su consejero principal de comercio e industria Peter Navarro firme defensor de la confrontación con China, o asesores como Robert Lighthizer, el secretario de Comercio Howard Lutnick, o el presidente del Consejo de Asesores Económicos Stephen Miran, que empieza a tomar distancia sobre su inicial postura de achacar al reinado del dólar y su fortaleza los males de la economía norteamericana.

LA CRISIS AL REVÉS

Entre todos ellos han sido capaces en tiempo récord, de poner fin al “excepcionalismo norteamericano” del que tanto se habló tras las elecciones. Los activos norteamericanos han perdido su lustre, y con ello el dólar. Los fondos de pensiones de Taiwán, acostumbrados a tener confianza en el dólar y a no proteger el riesgo de cambio de sus tenencias de bonos norteamericanos, lo abandonaban en tropel la semana pasada como nunca en décadas. Otros, europeos incluidos, están y seguirán en lo mismo. El dólar seguirá reinando, pero su reinado está en declive.

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