Los pesos muertos de la recuperación

Los pesos muertos de la recuperación

jueves 04 de diciembre de 2014, 05:42h

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Europa mira con preocupación hacia Francia e Italia, y los especialistas no descartan que sea necesaria una nueva crisis del euro para que ambos países, en recesión desde hace meses (más años en el caso concreto de Italia), aborden de una vez las reformas pendientes.

La concesión del premio Nobel a un economista francés, Jean Tirole, junto a la repercusión mundial que ha tenido otro economista también francés, Thomas Piketty, con su obra “Capital”, supone un importante reconocimiento para un país al que pertenecen, según un reciente informe del FMI, siete de los 25 mejores jóvenes economistas del mundo. A pesar de su coincidencia en los nombres, ya que ambas se denominan School of Economics y de que utilizan el inglés como lengua académica, los dos grandes centros educativos localizados en Toulouse (TSE) y en París (PSE), a los que pertenecen respectivamente Tirole y Pikkety, responden a dos modelos distintos de éxito en enseñanza superior. Más semejante a nuestro concepto universitario el primero y más próximo al modelo de escuela de negocios el segundo. No parece sin embargo que contar con tan alto nivel de excelencia académica compense la preocupación cada vez más evidente del riesgo que para la recuperación europea suponen los escasos avances de Francia e Italia en materia de reformas.

Cerca de dos horas estuvo el presidente francés Hollande frente a las cámaras de televisión tratando de convencer a los franceses de que su gobierno empleará todo su poder para reparar la situación económica, comprometiendo incluso su posible candidatura para un segundo mandato a una reducción sustancial de la tasa de desempleo en los dos años y medio que le restan. Dos horas para anunciar tiempos mejores, pero ni un solo anuncio de medidas en las que apoyar la esperanza de esos tiempos mejores y sí mucho tiempo para tratar de engrandecer las medidas ya adoptadas, cuyos resultados, por pobres, son bien visibles. No hay que confundirse por el sorprendente crecimiento de Francia en el pasado trimestre, el primero en positivo de este año, porque solo se explica como resultado del muy fuerte incremento del gasto público.

Fue bonito mientras duró

No hay ni un italiano en las lista de los 25 mejores economistas, pero su situación es muy parecida a la francesa. Sin un solo trimestre de crecimiento desde 2011 (y tras un breve tiempo de esperanza, que como dice The Economist, fue bonito mientras duró), vuelve Italia a tener a la política como lastre, con su presidente Napolitano a punto de cumplir 90 años, agotado, sin perspectivas de relevo y con las reformas de Renzi bloqueadas. En España, el ministro de economía Luis de Guindos se queja de vientos frontales procedentes de Europa, al tiempo que el Presidente Rajoy presume en Australia de ser la economía europea que más crece. El día que por algún motivo, provocado o accidental, las primas de riesgo repunten, veremos donde está cada uno.

La deuda también crece y con la economía europea estancada, arriesgamos que ni siquiera la oferta de dinero en grandes cantidades (QE) por parte del BCE pueda considerarse una medida que sirva de puente a la recuperación. Sin que Francia e Italia aborden un proceso de reformas, los recursos presentes y futuros generados por la QE corren el riesgo de sumarse a los ya acumulados por el superávit por cuenta corriente europeo. Lo que ocurrirá después es que todos esos recursos abandonen la eurozona, que ni siquiera disfrutará del beneficio de que los mercados de activos se revaloricen al modo de lo que ha ocurrido en EE.UU.

Quizá por eso el G-20 se ha puesto puntilloso y detalla hasta 800 compromisos de reforma para intentar acelerar el crecimiento, en buena parte centrados en el mercado de trabajo y en la eliminación de barreras a la competencia, encomendando al FMI y a la OCDE la vigilancia de su aplicación por países. Promesas con credibilidad moderada, porque, si como reconoce el secretario general de la OCDE, Angel Gurría, las políticas fiscales y monetarias no tienen casi espacio y solo las reformas estructurales son el camino, puede que haga falta una nueva crisis del euro para que Francia e Italia las pongan en marcha. Al menos a Francia buenos economistas no le faltarán. La alternativa es que economistas y capitales, ante la ausencia de proyecto en Europa, decidan irse todos a EE.UU. Algunos de los economistas ya se han ido. Los capitales es lo que parece que harán. O eso es lo que se deduce cuando se leen los pronósticos de algunos bancos europeos, que sitúan el cambio euro/dólar a un año en 1,10.
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