Paco de Lucia

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martes 21 de octubre de 2014, 21:41h

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Ser leyenda en vida lleva a la incomprensión y al silencio; Paco de Lucía trabajaba más fuera de España que aquí dónde tanto se le llora pero tanto se le ignoró, quizá debido al exceso de talento que dejaba seco a quién tenía al lado.

Rafael Martinez Simancas

Era uno de los “jondos”, de esa gente que verbaliza poco pero que puede silenciar una batalla sólo con ponerse a afinar la guitarra.

Mark Knopfler decía que él pensaba que sabía tocar la guitarra hasta que escuchó a Paco de Lucía, supongo que junto a Camarón que también fue otra leyenda en vida, una garganta hecha para el flamenco. El tamaño de Paco de Lucía no lo dan los obituarios que se escriben acelerados y tirando de hemeroteca, su verdadera dimensión está en sus discos que antes de salir del estudio de grabación ya habían entrado en el reino de los clásicos. Por supuesto flamenco puro que es esa gran asignatura olvidada que no se enseña en ninguna parte.

Era un tipo bastante normal, el día en el que le comunicaron la concesión del Príncipe de Asturias comía en Rute, Córdoba, junto a unos amigos y según cuentan siguió el encuentro sin que nada le alterase; los flamencos buenos son mitad monje, mitad compás. Esa condición de templario de la guitarra la cumplía a la perfección.

Ahora veremos reeditar sus viejos éxitos que compartirán balda junto a discos de alumnos de “Operación Triunfo”, esto suele pasar y por culpa de esos maridajes extraños apenas se vende música salvo en el top-manta.

Esta mañana me he acordado de la anécdota que cuenta Tico Medina cuando en los años sesenta paseaba por Granada con el gran Joaquín Rodrigo, gloria de la guitarra universal, al que acababan de conceder el título de marqués de Los Jardines de Aranjuez. Se les acercó un paisano que no paraba de decirle a Tico que le veía mucho en la tele, sus alabanzas iban in crescendo mientras ignoraba quién era aquel señor que iba junto a Tico de tal manera que el periodista le dijo: “¡pero por favor!, ¿no te das cuenta de que acompaño al maestro Rodrigo?, autor de El Concierto de Aranjuez”, y el paisano zanjó la cuestión: “¡ah, sí, el de las pollaícas con la guitarra”.

La anécdota se cierra con una aclaración: el paisano era un catedrático de la Universidad de Granada.

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