Felipe y Guerra: matar a Sanchez para salvar a un PSOE que no existe

Felipe y Guerra: matar a Sanchez para salvar a un PSOE que no existe

miércoles 25 de junio de 2025, 21:50h

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Primero juntos y luego por separado, tanto el que fuera Secretario General del PSOE y presidente del Gobierno como el que fuera su segundo para todo, hasta que el Felipe González mató políticamente a Alfonso Guerra para cambiar de forma definitiva al socialismo español, no dudaron en acabar de forma metódica e implacable con cualquier mínima e insignificante disidencia interna. Lo pueden atestigar desde Joan Raventos a Nicolás Redondo y desde Pablo Castellano a Joaquín Leguina, pasando por Rafael Escudero y hasta José Bono, por no hacer más larga la lista. Sus grandes adversarios no fueron ni Manuel Fraga, ni Santiago Carrillo, ni Adolfo Suárez, al que llamaron de forma reiterada “tahúr del Mississippi” en el Hemiciclo del Congreso. Rompieron en pedazos, junto al resto del “Clan de la tortilla” sevillano, al PSOE que intentaba regresar del exilio para hacerse con el poder interno y sentar las bases de catorce años de poder en España.

Los dos políticos que se asomaron al balcón del hotel Palace con los brazos en alto para festejar la mayor victoria electoral que ha habido en la actual Democracia española, con sus 202 escaños y un intento de golpe e estado militar por medio, insisten en sus deseos de exterminio político del que consideran el culpable de la situación del PSOE en estos momentos. Felipe y Alfonso enterraron ya hace años sus enormes diferencias y rencores y ahora aparecen como los eres en los que se deben basar los adversarios de Pedro Sánchez, el Secretario General y presidente del Gobierno al que hay que “matar” para que con su muerte se solve un Partido Socialista que tan sólo existe en su imaginación.

El PSOE que dejaron maltrecho y que le permitió al partido popular de José María Aznar gobernar durante ocho años, cuatro con mayoría absoluta, y siempre con pactos imprescindibles con los nacionalistas de derechas del País Vasco y Cataluña, dejó de ser el que ellos habían construido desde la llegada de José Luís Rodríguez al liderazgo interno, primero, y al poder de La Moncloa, después. ZP ganó unas primarias frente a José Bono por los errores estratégicos del entonces presidente de Castilla la Mancha, que avisó de los cambios drásticos que quería hacer antes de tener la capacidad para hacer los; pero sobre todo por la conspiración interna de Alfonso Guerra con Matilde Fernandez y demás guerristas de pró. Ninguno puede hablar de traiciones a una idea del socialismo sin reconocer y asumir sus propias traiciones, las de antes y las de ahora.

Si González proclamó su ideario liberal para justificar su abandono del socialismo de origen marxista e incluso de la socialdemocracia que había salido de ls cenizas de la II Guerra Mundial, Alfonso proclamó su amor por la cultura y su alejamiento de las luchas por el poder. Convertido Pedro Sánchez en el enemigo común vuelven a las viejas costumbres de pontificar sobre España como si su verdad fuera la ñúnica posible para la izquierda de este país. Prefieren a Feijóo y al PP durante cuatro años en La Moncloa y en la mayoría de las Autonomías y grandes Ayuntamientos antes de que Sánchez permanezca al frente del Gobierno. Su obsesión por la convocatoria de nuevas elecciones es tan enfermiza como contagiosa y el mejor de los argumentos que tiene el lider de la derecha para golpear una y otra vez sobre el que aparece como el flanco corrupto del actual socialismo y de su Secretario General.

Pedro Sánchez se ha ganado a pulso su situación de soledad, con sus más cercanos colaboradores durante estos útimos siete años metidos de lleno en procesos judiciales, videos, grabaciones e investigaciones de jueces, fiscales y Guardia Civil. Situación que no exige de gravedad y traición partidista lo que hacen los dos antiguos dirigentes. Sánchez es una copia perversa de Rodríguez Zapatero, al igual que éste lo fué de Felipe González. Las diferencias están en que ni José Blanco y mucho menos Santos Cerdán pueden comparar se con Alfonso Guerra.

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