Sanchez tiene razón: “No me quiero ir, y los que opinen lo contrario que me derroten”
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Sanchez tiene razón: “No me quiero ir, y los que opinen lo contrario que me derroten”

miércoles 18 de junio de 2025, 06:40h

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Tras casi cinco horas de reunión del Comité Ejecutivo del PSOE y otras tres de preparación de su rueda de prensa, el presidente del Gobierno dejó su cargo público a un lado y se presentó ante los periodistas como el líder de un partido en el que la traición de dos de sus principales colaboradores y amigos le habían dejado confuso y muy dolido. Pedro Sánchez no lo dijo de forma textual, pero el resumen de sus explicaciones y las respuestas a las pocas y endebles preguntas que le hicieron, es el siguiente: “no me quiero ir, y los que opinen lo contrario que me derroten”.

Lo pueden pedir desde la oposición del PP y de Vox, lo pueden pedir desde el interior del PSOE algunos de sus dirigentes, lo pueden pedir desde la gran mayoría de los medios de comunicación, el resultado será el mismo: el presidente del Gobierno y secretario general del socialismo hispano está dispuesto a mantenerse en su doble condición hasta el verano de 2027, por lo menos.

Junto a esa declaración de resistencia hizo otras dos mucho más importantes de cara al futuro de la vida política en este país: retó a la oposición a presentar una moción de censura cuanto antes y le advirtió al PP de Núñez Feijóo que a la vuelta del verano le van a llover las sentencias judiciales sobre sus propios casos de corrupción. Los que apostaban por la renuncia de Pedro Sánchez a seguir en sus dos cargos o por un adelanto electoral ya saben que no va a hacer ninguna de las dos cosas. Tiene sus razones y éstas pesan más que cualquier otra. Si hiciera cualquiera de las dos o las dos, no ganaría nada y perdería todo. Su razonamiento es impecable: queréis que ponga mi cabeza debajo de la guillotina y no lo voy a hacer. Haré justamente lo contrario con todas las armas políticas de las que dispongo, que son muchas, y mientras la mayoría que me trajo a La Moncloa en 2018 se mantenga; y se mantiene.

El hombre público se escondió detrás del gobernante y del poder. No podía hacer otra cosa, no quiere hacer otra cosa y tendrán que ser los demás, desde fuera del partido y desde dentro los que den los pasos necesarios para echarle de La Moncloa. Si le acusan de ser un okupa del poder, les responden que para eso están las leyes. Solo los jueces y las investigaciones policiales que puedan afectarle de forma directa le harán perder esta batalla; batalla que tiene fecha de caducidad: mediados de 2027. Mientras tanto, Pedro Sánchez, se marchará a comer sin horario fijo.

Si dentro del PSOE existe una mayoría de dirigentes que no le quieren al frente de la organización, su hoy jefe máximo les invita a poner en marcha los mecanismos que existen para intentarlo; no con declaraciones públicas y llantos por los casos de corrupción y el escándalo moral y ético que producen las conversaciones entre los tres principales responsables de las mismas, que deberían obligar a la repulsa pública por parte de todos los dirigentes políticos de todos los partidos y, sobre todo, del pleno del movimiento feminista de este país.

En la oposición, el único coherente es Santiago Abascal, que ante la negativa y las excusas del PP de Feijóo le pide a éste que permita que dos diputados le apoyen para poder presentar su propia moción de censura, algo que sus treinta y tres escaños no se lo permite. Su compañero en el ala derecha se niega a plantear ese instrumento político bajo la reiterada declaración de que fortalecería, en caso de perder la votación, al hombre que representa tofos los malos de esta España, un argumento endeble y falso, por más que lo apoyen desde los medios de comunicación.

Si Feijóo presentará la moción de censura constructiva en el Congreso, sin tener asegurada la victoria que sería obtener al menos 176 escaños a su favor, podría desgranar en la Cámara de la soberanía nacional sus propuestas de regeneración política y del resto de medidas de un futuro gobierno. Es lo que hizo Felipe González hace 45 años y le salió muy bien: casi catorce años en el poder tras las siguientes elecciones. Uno no empieza la carrera con la victoria asegurada en el bolsillo, se la tiene que ganar durante el trayecto; ni puede dejarla en manos de los comisarios de la prueba - en este caso los jueces- para que descalifiquen al competidor y pueda llegar en solitario a la meta.

Pedro Sánchez ha expuesto sus razones, las suyas, y las ha basado en las matemáticas políticas que se fijan en la Constitución: más de 176 escaños, que no votos en las urnas, para ser presidente. El los tuvo y gobierna. Las otras razones, las de la ética, la de la moral, la de los escándalos judiciales de su entorno más cercano en lo político y en lo personal no cuentan a la hora de llegar y mantenerse en el poder. Sucede aquí, en esta España, al igual que sucede en el resto de los países de todo el mundo. No se trata de efectuar comparaciones, tan solo de mirar lo que está ocurriendo desde Estados Unidos a Pekín, con parada obligatoria en la Unión Europa.

El Secretario General del PSOE no tenía, ni tiene otra salida política y personal. Es un hombre atrapado en la tela de araña que el mismo se ha fabricado durante diez largos años. Una tela en la que también permanecen atrapados, les gusta poco, mucho o nada, el resto de dirigentes políticos. Hay fórmulas para romperla pero no tienen el valor suficiente para hacerlo.

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