La 'fachosfera' siniestra
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La "fachosfera" siniestra

lunes 09 de septiembre de 2024, 00:53h

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Comenzamos un nuevo curso, pero con desavenencias y argumentos viejos.

Nuestros amigos parlotean y la joven profesora comenta:

—Vivimos en una política holográfica, con apariencia tridimensional, sólida y real, pero cuando hurgas todo es etéreo, nada compacto, todo es un embeleco, con descalificaciones ad hominem ante cualquier opinión que se aleje del guion decretado por el gobierno.

Las discrepancias conllevan la difamación del adversario político, obviando que detrás de esos políticos hay un respaldo de muchos votos en las urnas, por lo que merecerían ser tenidos en cuenta.

¿También todos esos millones de votos son fascistas y pertenecen a la fachosfera?

Cuando no se contraponen argumentos y sólo se escuchan etiquetas de fascistas y ultraderechistas, el sentido de la democracia se pervierte y se empobrece, con ello nos alejamos del espíritu de concordia, respeto a las minorías y las formas democráticas de antaño.

Por un lado, se pide lealtad institucional, pero por otro, las instituciones recuerdan a Cervantes y al patio de Monipodio de Rinconete y Cortadillo. La novela picaresca cuyo cenit fue en el XVI y XVII, parece que se sigue de actualidad.

Parece que se busca es una ciudadanía sumisa, sojuzgada y avasallada, sin espíritu crítico y sin criterios propios, cuando esto enriquece y ayuda a crear opinión que ayuda a avanzar.

Nuestro marino interviene:

Pedro Sánchez, etiqueta de fachosfera a todos los que discrepan de su discurso y a los que no acatan sus deseos se les tacha de fascistas, ultraderechistas y protagonistas de Todos los males del mundo, la novela de Isaac Asimov, y todo de forma habitual.

Por ello, siguiendo el esperpento, no estaría mal hacer un poco de memoria disparatada y extravagante ver algunas paradojas.

Fascio, en italiano significa «haz» y en sentido figurado «liga». En política se utilizó por primera vez el término en 1890 por revolucionarios sicilianos. Entre esos grupos, los Fasci Siciliani eran los más conocidos y en 1895-1896, se engrescaron en una revolución obrera campesina, con una mezcla de ideas anarquistas, republicanas y socialistas. Casualmente por aquellos años Largo Caballero ingresó en la UGT y el PSOE.

En esa época Benito Mussolini, un agitador socialista todavía poco conocido, se unió al grupo y pronto tomó el liderazgo. No olvidemos que fue un importante dirigente socialista que dirigió Avanti, el órgano de comunicación del Partido Socialista Italiano, como lo fue El Socialista en España, creado por Pablo Iglesias Posse.

Mussolini se alejó de la cúpula socialista y expulsado en 1914 por mantener posturas nacionalistas contrarias al internacionalismo, tan en boga por aquellos años. Mientras, en 1917, nuestro «Lenin español» fue uno de los protagonistas de la Huelga General, llegando a consejero de Estado con la dictadura de Primo de Rivera.

Por mucho que se pretenda diluir, no hay tanta diferencia en los orígenes, aunque la deriva posterior es por todos conocida, condenable y abominable al máximo. Aunque en el otro extremo, los comunistas, por mucho que lo edulcoren y se presenten como redentores, también tienen en su haber un reguero de muertes y persecuciones.

Si usamos un flexómetro para medir contradicciones ideológicas, decisiones esperpénticas, tics autoritarios, en algunos casos, sería difícil determinar quiénes son más fascistas.

Nuestra joven profesora con una mueca maliciosa comenta:

—¡Que peligrosa es la hemeroteca y los datos históricos!

Aunque ya que hablamos de políticos italiano, hagamos alguna analogía del latín, por ejemplo, hablar sobre el origen de las palabras derecha e izquierda, en latín: dextra y sinistra.

Por ende, sinister significa a la izquierda, pero también tiene el significado de desfavorable y siniestro, mientras que dixter equivale a diestra, hábil, fuerte.

Los movimientos de izquierda han tenido la habilidad de concitar una locuaz verborrea pregonando, como en el Quijote —sigamos con él—, que la siniestra es el «bálsamo de Fierabrás» capaz de sanar a la sociedad y resolver todos sus problemas.

Aunque la historia demuestre, una y otra vez, que políticas irreales, quiméricas y populistas, a la larga, no sólo no aportan los resultados que venden con tanta facundia, sino que desembocan en consecuencias adversas.

Según el gobierno actual, las derechas son malas, ultraderechistas y fascistas —etiquetando a millones de españoles—, y aunque etimológicamente signifique lo contrario, ser de izquierdas es el culmen de la virtud, cuando serían los siniestros y desfavorables.

Puestos a seguir con el esperpento, a lo mejor nos cuestionamos si el líder de la fachosesfera no sería otro que Pedro Sánchez y sus adláteres, por orígenes y nostalgia. Esta etiqueta seguro que les molesta, pero ellos son los que han marcado esta senda.

Mientras, por mucho que se utilicen discursos hueros, no se acometen los grandes retos internacionales sobre IA, empleabilidad, reindustrialización, energía o geoestrategia, temas por los que deberíamos estar obsesionados.

Remata el viejo marino:

—Una vez más, los gorriones disparando a las escopetas.

Se utilizan demasiados tópicos, estereotipos y clichés para descalificar a los que discrepan, esperemos que, en ese juego ridículo y extravagante, no se ponga de moda el lema: «No hay nada más siniestro que la siniestra»

Todo evidencia que el verdadero fascista es Pedro Sánchez con su política cainita, poco sólida y alejada de los valores tradicionales y bien intencionados de otras épocas.

Lo único que se puede pedir que encuentre su alma.

Si el sociólogo y filósofo, Zygmunt Bauman, el de la «sociedad líquida», levantara la cabeza reescribiría que, en España, realmente se vive en una «sociedad gaseosa», tan etérea en la que todo es posible.

Sólo con risas se puede acallar el esperpento, mientras para no caer en la melancolía seguiremos mirando al mar.

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