España y Europa: les falta músculo político y les sobra grasa ideológica
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España y Europa: les falta músculo político y les sobra grasa ideológica

miércoles 27 de julio de 2022, 19:34h

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Para gobernar, ya desde aquel junio de 2018, Pedro Sánchez tuvo que aceptar un exceso de ideología por parte de los grupos que le apoyaron y perdió el necesario aporte político que proporciona conocer las limitaciones del poder, algo que si sabían por experiencia propia todos sus antecesores en el cargo, desde Adolfo Suárez a Mariano Rajoy, el primero y el último que fueron desalojados del palacio de La Moncloa por querer saltarse las reglas no escritas de lo que es posible y de lo que no lo es. En otoño puede y debe arreglar ambos si quiere ganar elecciones.

La crisis interna del PSOE, que es un anticipo de la que vendrá en el último trimestre del año a nivel de Gobierno, da algunas pistas de lo que el presidente prepara para trasladar a los españoles que él es el que mejor puede sacar adelante a España que, les gusto más o menos a sus adversarios políticos y a los medios de comunicación, es hoy por hoy uno de los países más estables de Europa. Basta con mirar a los más cercanos e importantes para comprobarlo. T
odos ellos, al igual que las instituciones comunitarias sufren del mismo problema: les sobran grasa ideológica y les falta el músculo político que tuvieron el italiano Alcide De Gasperi, el francés Jean Monnet, el belga Paul-Henry Spaak, el británico Winston Churchill y el alemán Konrad Adenauer en la década que siguió a la última Gran Guerra.
La Italia del “mago financieroDraghi está en la misma descomposición ideológica que les hizo a los partidos pensar que se podía mejorar dejando la gobernanza a un burócrata del Banco Central que se había fogueado en las entrañas financieras de Wal Street. El error les puede costar que los italianos entreguen el poder a la ultraderecha de Giorgia Meloni, que roza el regreso al fascismo que personificó Benito Mussolini. Nuevas elecciones y la tentación de abandonar el euro, una situación que de confirmarse daría la puntilla a la Europa que conocemos.
La gran Alemania, la locomotora europea, la mayor economía de nuestro Continente, ya hasta “mendiga” a la Europa del Sur, a esta nuestra España que le envíe el gas que necesita para evitar su colapso industrial. Habla de solidaridad entre los 27 países y tiembla ante cualquier pertubación que sufran los gasoductos que le unen a Rusia. Un precio a pagar por el parón del Nord Stream como uno de los “castigos” que se le hicieron a la Rusia de Vladimir Putin. La cancillera Merkel sabía bastante más de los límites de la política que su sucesor Sholtz, algo que demuestra que las ideologías, cuando se cargar de grasa coyuntural, dañan y mucho las neuronas de los dirigentes.
En Francia, el ultraliberal Emmanuel Macron no ha dudado en nacionalizar la mayor empresa energética del país. Sin dudarlo y con el aplauso de todos los franceses y de todos los partidos. Se trataba y se trata de hacer política, no de ponerle apellidos ideológicos a las salidas de las crisis. A ese primer paso van a seguirle otros en la misma dirección, con peticiones a España incluidos en su agenda. La amenaza de Melenchón, por un lado, y de Marie Le Pen, por otro, tendrán que esperar a mejores oportunidades en los próximos cinco años.
En Gran Bretaña o en el Reino Unido, como se prefiera, tendrán que esperar al cinco de septiembre para ver si los mismos conservadores que han depuesto a Boris Johnson eligen a la mujer que más se parece a la añorada Margaret Thatcher, la titular de Exteriores, Liz Truss, aún más dura que el todavía primer ministro en cuanto al cumplimiento de los acuerdos sobre el Brexit con la Unión Europa, o al ex-responsable de Finanzas y uno de los más activos “conspiradores” desde dentro del Gabinete contra el incontrolable Boris.
Rishi Sunak, de ser él elegido será el primer hindú que vaya a Buckingham Palace a presentarse ante Isabel II. Un acontecimiento superior al que significó la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca.
Gane quien gane tendrá que hacer frente a la herencia envenenada que dejó David Cameron y que han ido gestionando más mal que bien sus tres sucesores. Con el añadido de las nuevas reivindicaciones de los unionistas irlandeses del Ulster y los independentistas escoceses. Con una inflación casi idéntica a la española y dependiendo de las “ ayudas” que reciban de sus “primos norteamericanos” desde el otro lado del Atlántico.
Hungría y Estonia están a punto de abandonar la coalición de la OTAN frente a Rusia por la guerra/invasión de Ucrania; y la autocracia polaca del duo Duda y Morawiecki siempre estará con unas mano tendida al Oriente ruso y otra al Occidente alemán. Estar en medio de dos gigantes tiene ese peligro de aplastamiento y bien que lo han comprobado en el último siglo.
La Comisión Europea que preside la alemana Ursula von der Layen cuenta lo mismo o menos que la ONU que preside el portugués Guterres. Y tanto el FMI de la búlgara Kristalina Georgieva, como el BCE de la francesa Christine Lagarde bastante tienen con mantener el equlibrio de ambas instituciones financieras en el delgado alambre de la subida de tipos de interés, las bimillonarias deudas públicas de los países, la lucha contra la inflación y el incremento insoportable de la pobreza. Como diría uno de los aúlicos y cursis asesores de Pedro Sánchez : “tranquilo presidente, vivimos tiempos líquidos y nos podemos permitir algún que otro órdago hacia nuestros socios europeos”. Verdad o mentira el resultado que se busca es el mismo: llevar la Legislatura al máximo posible.
Los dos males no provienen de la pandemia del Covid, ni de la guerra de Ucrania, ambos sucesos lo que han hecho es acelerarlos y agravarlos. Las soluciones deben adoptarse de forma más rápida y con “evidentes daños para la clase política” que se ha acostumbrado a un aumento imparable de sus evidentes y notorios privilegios.
Por quedarnos en España, el presidente Sánchez debe rebajar sustancialmente la maquinaria estatal, comenzando por el abultado e innecesario número de Ministerios. Pasar de 23 a 18 tiene un fácil recorrido, incluso con el mantenimiento de los porcentajes pactados con su socio, Unidas Podemos. Dejar a la coalición de izquierdas con tres representantes y “eliminar” tres o cuatro dirigentes socialistas de la Mesa del Consejo se recibiría por parte de los ciudadanos como un ejemplo a seguir.
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